XVII

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NARRA DAILA

Nunca había vivido una situación así en mi vida y claro que estaba alterada y con miedo pero gracias a Iván me pude calmar. Él se quedó conmigo en la sala platicado mientras Ovidio seguía noqueado. Los dos estuvimos platicando de nuestras vidas y temas tontos hasta que me gano el sueño.

Abrí mis ojos y desperté en mi habitación. ¿Acaso Iván me trajo hasta mi habitación? Aún estaba un poco asustada por lo de ayer así que tenía miedo de ver a Ovidio.

Dirán que soy tonta porque tuve la oportunidad de irme a mi hogar cuando Iván se ofreció a llevarme pero la verdad no estoy segura de la razón por la cual decidí quedarme, tal vez sea porque aún no quiero regresar a mi vida aburrida de solo estar ensayando, hacer entrevistas, comerciales y hacer sesiones de fotos. Todo esto era nuevo para mi, estar con un 'narco' no le pasa a cualquiera.

Me levante de la cama y corrí al baño para poder tomar un baño de agua caliente. Cuando estaba quitándome la ropa mire en el espejo mi cuerpo desnudó y pude notar dos moretones en mis brazos y recordé que Ovidio me los había hecho ayer. Tome un poco de aire para poder olvidar eso así que me metí a bañar. Me puse unos mom jeans con una camisa blanca de tirantes y para tapar los moretones me puse una sudadera negra de cierre y unos Air Force blancos. El maquillaje fue natural. El cabello suelto.

Para ser sincera baje emocionada porque tenía la esperanza de encontrar a Iván abajo pero para mi sorpresa solo estaba Ovidio acostado en el sillón. Entre a la cocina a buscarlo pero no había nadie así que salí afuera y para mi mala suerte su camioneta ya no estaba.

"¿Se le ofrece algo, señorita?" Uno de los hombres de Ovidio me preguntó.

"¿Iván ya se fue?"

"Si señorita. El señor Iván se marchó en la madrugada como eso de las 4:30 de la mañana," el informó.

No recuerdo la hora en la que me quede dormida pero se que duramos unas dos horas platicando.

Entre a la casa y mire a Ovidio sentado en el sillón con una cara de pocos amigos. No sabía que decirle.

"Daila," llamó mi nombre.

"¿Si?"

"Ven, por favor." Ovidio dijo.

No tuve otra opción mas acércame a él porque no quería que se pusiera violento como ayer.

Me puse al frente de él.

"Perdóname. Ayer estaba tomado que no sabía lo que hacía o decía," dijo casi llorando.

Quien diría que todos llaman a este hombre como uno de los "hombres más temidos" y mírenlo aquí casi de rodillas apunto de llorar. Supongo qué tal vez su disculpa si es honesta porque no creo que un hombre como él se humille así.

El se levantó del sillón y se acercó a mi para darme un abrazo pero como aún yo estaba un poco asustada me hice para atrás por precaución y él lo noto.

"Prometo no lastimarte. Pero perdóname," suplico de nuevo.

"Solo quise asegurarme que estuvieras bien y como veo que estás de maravilla, me voy. Iván ofreció llevarme a mi casa así que si de verdad estás arrepentido déjame ir," dije seriamente sin ninguna expresión en mi cara.

Él solo bajo la mirada.

Tenía que ser firme en esto.

"Yo mismo te llevaré," el dijo.

No podía creer lo que estaba escuchando, acaso logre que este hombre se doblara. Quería ver hasta donde llegaría Ovidio así que le seguí la corriente. Aun no sabía si me quería ir o no pero lo único que quería era poder comunicarme con las chicas, Alex y mi familia.

"Le dire a mis hombres que bajen tus cosas y preparen todo para salir," continuo hablando.

"Gracias," respondí fríamente.

"Iré a darme un baño y solo quiero que me acompañes a desayunar, solo te pido eso." Ovidio dijo.

Lo mire a los ojos y se notaban tristes. ¿Por que siento ganas abrazarlo? ¿Es lastima lo que estoy sintiendo o es algo más?

"¿Enchiladas verdes?" Le regale una sonrisa.

Su cara se iluminó por completo pero aún sus ojos estaban tristes.

"Todo lo que quiera, mi chula." Me guiño el ojo haciendo reír.

Ovidio subió a su habitación a bañarse y mientras yo me encontraba ayudando a la señora Rosario con las enchiladas verdes para aprender un poco a cocinar.

Aun tenía curiosidad de saber que es lo que se encontraba adentro de esa caja y también quien era Adriana porque supongo que es alguien muy importante para Ovidio.

Ovidio entró a la cocina arreglando y muy perfumado.

"Las enchiladas están listas, pasen a la mesa." La señora Rosario informó.

Ovidio y yo nos sentamos a comer las enchiladas y era la primera vez que no me importo cuantas calorías contenían las enchiladas.

"Mis hombres ya están listos solo dime cuando estés lista," Ovidio dijo.

Lo mire y se encontraba un poco calmado.

"Ovidio..." dije pero no termine mi oración.

Supongo que su capricho de tenerme aquí se acabó porque dejarme ir así de fácil después de tomar el riesgo de traer aquí sin importarle nada me estaba molestando. Me sentía enojado porque me estaba dejando ir muy fácil. Es como si quisiera llevarle la contraria, ahora que me quiere dejar ir yo no quiero irme. Ya veo porque dicen que aveces las mujeres somos muy complicadas.

"Si, creo que ya estoy lista." Dije.

Mi orgullo era tan grande como para decirle que me quería quedar unos días más.

Ovidio me abrió la puerta de la camioneta y me ayudó a subir para después rodear la camioneta por al frente y subirse.

"¿Lista?" Preguntó Ovidio.

Asentí con la cabeza.

Claro que no estaba lista. No quería irme pero creo que ya era muy tarde como para retroceder.

El prendió la camioneta y le dio algunas órdenes a sus hombres para después salir de la casa y agarrar camino hacia el aeropuerto. Los dos veníamos callados y el único ruido era la radio de la camioneta. Yo solo venía jugando con mis manos mientras miraba por la ventana.

Por fin llegamos al aeropuerto y en ese momento tenía que tomar la decisión de irme o quedarme.

"¿Por que me llevaste a tu casa después de la fiesta?" Dije rompiendo el silencio.

"Porque me gustaste," el contesto.

"¿Ya no te gusto?"

"Chula, me encantas pero ayer me porte horrible contigo y creo que irte será mi castigo." Ovidio respondió.

Sin pensar bese su mejilla. El sonrió para después arrancar la camioneta y manejar lo más lejos del aeropuerto.

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