XXV

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Había pasado un mes entero y sentía que había sido el mes más largo de mi vida. Todo el tiempo me la pasaba distraída pensando en Ovidio que no podía concentrarme en mi trabajo y Ricardo siempre me regañaba.

Las cosas con Alex iban empeorando cada día que pasaba. Siempre trataba de negarle los abrazos, besos y salidas. Aun no sabía cómo decirle que ya no quería estar con él así que mi mejor idea que se me ocurrió fue ser lo más fría posible con él para que el mismo decidiera retirarse.

Ovidio siempre me hablaba todos los días pero solo eran unos segundos porque él me había explicado que no podía estar mucho tiempo en el teléfono para evitar que lo pudieran rastrear.

Las chicas y yo estábamos en la sala de práctica platicando de cómo el dueño y Ricardo habían cambiado bastante, ahora eran menos estrictos con nosotras. No se pero tenía la corazonada que Ovidio estaba atrás de esto.

"¿Todo bien?" Violeta me pregunto sacándome de mis pensamientos.

"Si, todo bien." Reír nerviosa.

"Me puedes contar lo que sea," ella dijo.

Solo le regale una sonrisa.

"Te noto muy extraña desde que regresaste," Violeta insistió.

Ovidio me había dejado muy claro que nadie tenía que enterarse sobre nosotros ni siquiera mis compañeras porque él temía que revelaran lo nuestro.

"Estoy bien," dije.

"Te creo pero aquí estoy para ayudarte en cualquier cosa," ella dijo.

"Iré al baño," dije y después salí lo más pronto posible de la sala de ensayos.

Me eche agua en la cara para poder concentrarme mejor en la práctica y dejar de estar pensando en Ovidio.

Salí del baño y venía tan distraída que no me di cuenta que había una persona parada al frente de mi y obviamente choque con ella.

"Perdón," dije sin mirar a la persona.

"Así me vas a recibir cada que venga," escuché una voz familiar.

Levante la mirada y ahí estaba parado un hombre bien vestido. Tenía un pantalón negro de vestir, una camisa de vestir con un estampado llamativo, una cadena de oro, un reloj en la mano y zapatos negros de marca. La camisa la tenía desabrochada de los primeros tres botones dejando ver su pecho.

"¿Iván? ¿Que haces aquí?" Pregunté confundida al reconocerlo.

"Solo vengo a ver a mi socio, ¿algún problema?" El dijo.

"¿Tú socio?" Pregunté.

"No te puedo decir mucho pero esta empresa ahora le pertenece a los Guzmán," él contestó muy seguro.

"¿Y Ovidio viene contigo?" Pregunté emocionada.

Estaba completo emocionada porque había una posibilidad de que Ovidio estuviera aquí con Iván y eso significaba que lo podía ver y abrazar.

"Solo soy yo. Ovidio se esta encargado de otras cosas," Iván dijo.

Mi cara cambio completamente.

"Tan feo estoy que no te alegra verme," él dijo.

"No, no eres feo, eres guapo." Dije nerviosa.

Él solo se empezó a reír a carcajadas por mi nerviosismo.

"Es que pensé que Ovidio estaba aquí y como ya ha pasado un mes desde que lo mire me emocione," expliqué.

"Te entiendo pero Ovidio odia venir a lugares públicos y como sabrás su identidad es aún desconocida para algunos así que tratamos que no se exponga mucho," Iván explicó.

Entendía lo que se refería Iván, hace unos días había investigado sobre el cartel de Sinaloa y Ovidio pero no tuve mucha información de él. Lo único que había eran algunas fotos de él viejas y que la DEA daba una recompensa por información de él. Del que encontré mucha información fue de Iván. A él lo tenían como el líder del cartel después de la captura de su papá y que había estado algún tiempo en la cárcel y otra que alguna otra cosa más.

"¿Te tomas un café conmigo? Se que tienen una cafetería aquí en la empresa," Iván dijo.

"Tengo que regresar a mi práctica," me negué.

No quería que Ricardo me regañara y que las chicas se preocuparan por mi.

"Solo es un café y además ya soy el dueño," me guiño el ojo.

"Esta bien," sonreí.

Los dos nos dirigimos a la cafetería y como era de costumbre sus hombres venían atrás de él pegamos como chicles.

Los dos ordenamos un café y cuando nuestra orden estaba lista nos dirigimos a una mesa para sentarnos.

"¿Cómo está Ovidio?" Pregunté.

"Él está muy bien aunque te extraña mucho," Iván dijo causándome una pequeña sonrisa en el rostro.

"Yo también lo extraño mucho," dije tímida.

"Daila, te voy a pedir un favor." Iván dijo con un tono serio.

"Dime."

"Ovidio aveces puede ser muy terco y es la primera vez que se mete con una artista de tu nivel," él dijo.

"¿De mi nivel?" Pregunté confundida.

"Eres mundialmente reconocida, no eres cualquier cantante de pueblo. Todo el mundo tiene los ojos puestos en ti y lo que me preocupa es que Ovidio salga perjudicado, ¿si me entiendes?"

"Yo jamás delataría a Ovidio," proteste.

"Todos tenemos un precio."

"Pues entonces que Ovidio decida," dije enojado.

Como era posible que ellos fueron los que me están metiendo en esto y después piensen que soy una traidora. Y además Ovidio ya está bastante grandecito como para que su hermano se meta en su vida.

"Si tú piensas que soy una traidora, entonces vete de aquí porque pueda que te delate." Dije.

"Tranquila, plebe." Él se rio a carcajadas.

"It's no funny (no es divertido)" dije aun enojada.

"Solo que me preocupo por mis hermanos. No quiero que por una pendejada termine tras las rejas o peor aún que lo extraditen al gabacho," dijo él con un tono melancólico.

"¿Tú estuviste en la cárcel, cierto?"

Él solo asintió con la cabeza un poco demasiado.

Recuerdo a ver leído en una página de internet que un tío de él había sido asesinado en la cárcel hace algunos años.

"Lo único que quiero es protegerlo," Iván dijo.

"Yo jamás lo delataría, te lo prometo."

"También lo digo por tu seguridad," él continuó.

"Gracias por preocuparte por mi pero ya tome la decisión de estar con Ovidio."

Él le tome un trago a su café.

"Buena suerte," sonrió para después levantarse de la silla.

"Iván," dije.

"¿Que pasa?"

"Me puedes platicar de la esposa de Ovidio," dije sin pensar.

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