~Una Semana Después~
"¿Estas segura?" Iván preguntó por quinta vez.
"Ya te dije que si. Solo lo hago para calmarlo," respondí.
"Bueno, si ha estado actuando muy raro estos días. Él otra vez dejo ir a un pendejo que nos estaba robando mercancía para venderla por su cuenta," él explicó.
Mire a Iván confundida por unos segundos. Odio que me hable de sus negocios porque no quiero estar involucrada en eso y además no entiendo nada.
"El Ovidio de antes le hubiera dado un balazo en la cabeza por robarnos," Iván dijo.
"¿Y para ti eso es bueno?" Pregunté.
"Claro que no pero nosotros tenemos códigos y sabemos que hacer con los traicioneros."
Gire los ojos.
"Estaré aquí afuera por si me necesitas," sonrió Iván.
Me perdí en su mirada y en su sonrisa y no sabía el porqué. Desde hace unos días no dejo de pensar en Iván y tengo sueños raros con él. Él sueño más loco que he tenido con el fue hoy que está me da pena verlo a los ojos.
Le regale una sonrisa y después baje de la camioneta para entrar a la casa de seguridad de Ovidio. Sus hombres me dejaron pasar sin ningún problema y hasta me saludaron.
Entre a la casa y no había ninguna señal de Ovidio. Él no tenía idea de qué yo vendría así qué tal vez no esté. Salí al patio y ahí estaba sentado en la pequeña terraza escuchando música con unos grandes audífonos.
"Ovidio," llame su nombre pero no tuve ningún respuesta.
Camine así el para tocar su hombro pero este brinco del susto haciéndome gritar.
"Daila," él se quito los audífonos de inmediato.
No sabía ni que decirle ni que hacer así que solo sonreí y me quede parada ahí viéndolo. Su instinto de él fue abrazarme.
"Te extrañe," susurro a mi odio.
Me separé de él y reí nerviosa aún sin decirle nada aunque tenía ganas de reclamarle pero sentía algo atorado en mi garganta.
"Cumpliste tú promesa," Ovidio dijo con un tono melancólico.
"Yo si tengo palabra," dije.
Él bajo la mirada.
Los dos nos decidimos entrar a su despacho para que nadie nos interrumpiera.
Ovidio tenía un pequeño sillón en su despacho y los dos estábamos sentado ahí pero había una pequeña distancia entre los dos.
"Daila, ese día que me miraste con Adriana te lo juro que no pasó nada." Él rompió el silencio.
"Te mire en la cama con ella."
"Lo se pero solo fue un estupido beso y ya," él se excusó.
"¿Como se que cuando ibas por tus hijas no te acostabas con ella?" Sentí mis mejillas mojadas.
"Tienes que confiar en mi," Ovidio dijo.
"Confié en ti y mira como me pagaste," lloré.
Ovidio trato de agarrar mi mano pero me levante del sillón.
"Yo también confíe en ti y nunca me dijste sobre el bebé que estamos esperando," él dijo.
No podía creer que estaba comparando el engaño con la pérdida de mi bebé. Ovidio si que era imposible perdonarte.