LXV

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[NARRA DAILA]

Abrió los ojos y en cuanto me levante para sentarme en la orilla de la cama sentí mi cabeza explotar. Nunca me había sentido así, me dolía la cabeza, tenía ganas de vomitar, mi boca seca, mi cuerpo lo sentía débil y mareada. Si así se siente la cruda jamás en mi vida quiero volver a tomar.

Baje a la planta baja para buscar a Iván y pedirle una pastilla para el dolor de cabeza. Él estaba en el comedor desayunando y en cuanto me vio se puso un poco serio.

Para ser sincera no recuerdo muy bien lo qué pasó ayer lo único que recuerdo es haber tomado y creo que abracé de Iván pero de ahí todo esta muy confuso y borroso.

"¿Que tal la cruda?" Él preguntó.

Me senté en el comedor y puse mi mano sobre mi cabeza.

"Me duele mucho la cabeza," respondí.

Él se limpió la boca con la servilleta y después se levantó de su silla para después entrar a la cocina. Segundos después salió con una charola en sus manos. Sobre la charola había un vaso de agua, un suero, una pastilla y unos chilaquiles. Iván lo puso sobre la mesa al frente de mi.

"Desayuna porque te llevaré a la Ciudad de México en dos horas," ordenó.

"Gracias," dije apenada.

Tome la pastilla primero y minutos después comencé a comer los chilaquiles. Los chilaquiles estaban súper buenos un poco picosos pero deliciosos.

"¿Cocinaste tú?" Pregunté.

"¿Crees que por ser hombre no se cocinar?" Él dijo un poco a la defensiva.

"Yo no dije eso."

"Aprendí a cocinar para no depender de ninguna mujer," él respondió.

"Que genio," dije haciendo una mueca de disgusto.

"Mi mamá me enseño a cocinar," Iván dijo.

"Esta muy delicioso, gracias."

Los dos continuamos desayunando en silencio.

[NARRA IVÁN]

Sentí un poco de alivio de ver qué Daila no se acordaba de lo que había pasado ayer porque no quería perderla por nada en el mundo y menos nuestra amistad, si no puedo tenerla como mi mujer me conformo con tenerla como mi mejor amiga.

En todo el camino de regreso a la Ciudad de México nadie dijo ninguna palabra, supongo que aún sigue un poco cruda y más si es su primera vez tomando.

Los dos nos despedimos y yo me tuve que regresar a Sinaloa para hacer unas cosas y ver a Citlaly porque conociendo a Adriana ya le habrá dicho que estuve con Daila.

Entre a la casa que le había comprado a Citlaly para poder vernos más seguido. Puse las llaves, mi radio y mi arma sobre la pequeña mesa que había junto de la puerta. Todo estaba en silencio así que a lo mejor ella se encuentra con sus padres o sus amigas.

"¿Cómo está Ovidio?" Escuché una voz.

Giré para todos lados y ahí estaba parada con los brazos cruzados con una cara seria.

Me acerqué a ella para darle un beso pero ella movió su cabeza.

"No me digas, ya vino con el chisme tu amiga." Dije.

Ella se puso más seria al escuchar eso.

"Y antes que empieces a reclamar y pensar cosas que no son te voy a decir que solo lleve a Daila que hablara con Ovidio para que pudieran arreglar las cosas y regresar," expliqué.

Citlaly se quedó pensativa y sabía muy bien que estaba conectando todo.

"¿Y tú desde cuando eres el intermedio de ellos?" Citlaly pregunto.

"Ovidio es mi hermano y ella es mi amiga," dije.

"¿Por que no me dijste que estabas con ella?"

Puse mis manos en mi cadera y suspire profundo porque sabía que me iba a estar chingando.

"Sabes que no me gusta estar diciendo las cosas de mi familia," le respondí.

"¿Por que la llevaste con Alfredo y los demás? Yo soy tu novia no ella," ella reclamo.

"¡Puta madre! Tú sabes muy bien que ella también es amiga de Alfredo y él la invito."

Ella se quedó en silencio pensado que más preguntar y reclamar. Yo traté de actuar normal proque ella me conocía muy bien que cualquier cosa que hiciera o dijera me atraparía en cualquier mentira.

"Y de una vez te digo que no me gusta que le cuentes nuestras cosas a Adriana y ninguna de tus amigas," dije.

"Ella es mi amiga," ella la defendió.

"Mija, ella ahorita está amargada y quiere que todos lo seamos por eso quiere meter problema."

"Pero de todos modos me dejaste plantada por ella," ella dijo.

Me acerqué a ella y la tome entre mis brazos, bese su frente.

"Usted es mi reina y la dueña del corazón de Iván Archivaldo," dije.

Escuché que ella rio pero trato de actuar enojado.

"Ya te reíste así que ya te chingaste," dije y después bese sus labios.

Puse mis manos en su cadera y después sobre sus glúteos para apretarlos un poco. Empecé a besar su cuello.

"Iván, ya sabes que no me estoy cuidando." Ella dijo.

"Que importa, yo ya tengo ganas de un plebito."

"Ya habíamos hablado de eso," Citlaly me empujó un poco.

Ese tema siempre nos causaba muchos problemas. En un principio de nuestra relación Citlaly quería tener una familia pero yo no quería ya que no quería que mis hijos sufrieran lo que yo viví cuando era Niño.

"Tú siempre me dijiste que no querías tener hijos," ella dijo.

"Lo se pero ya lo pensé y no estaría mal tener uno mini Iván o una mini Citlaly," sonreí.

"Ósea que siempre es cuando tú quieres."

"No pero entiende que tengo miedo de ser como mi papá, quien fue un padre muy ausente," expliqué.

"Iván, no pienses en eso. Tu serás el mejor papá del mundo," Citlaly acarició la mejilla suavemente con la parte posterior de su dedo.

"¿Entonces le calamos?"

Ella asintió sonriendo.

Cargue a Citlaly para llevarla a nuestra habitación. Tal vez suene horrible pero ayer Daila me había calentado mucho que me moría de ganas de hacerlo.

Al llegar a la habitación recosté a Citlaly sobre la cama y después me quite la camisa para aventarla. Ella me ayudó desabrochando mi cinturón y en cuestión de segundos ya tenía mi miembro en su boca.

"¡Ay, así!" Gemí de placer.

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