[NARRA DAILA]
Tome un poco de aire y limpie mis lágrimas para evitara llorar más. Mis ojos estaban hinchadas y rojos por haber llorado toda la noche. No pude ni dormir después de lo que Iván dijo la noche anterior.
De la nada escuché que la puerta se abrió asustándome. Era Ovidio con una gran sonrisa. Ovidio había comprando un pequeño departamento en la Ciudad de México para poder vernos a escondidas.
"Amor," dijo al verme y después besó mi frente.
Lo abrace muy fuerte pero sentía que en cualquier momento me soltaría a llorar así que me aleje de él y le regale una pequeña sonrisa.
"¿Quieres algo de comer? Puedo hacer espagueti," Ovidio sugirió.
"No tengo hambre," respondí fríamente.
"Bueno, haré poco porque yo si tengo mucha hambre."
Ovidio estaba apunto de dirigirse a la cocina pero lo agarre del brazo.
"¿Que traes?" El pregunto riéndose un poco.
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
"¿Que tienes? ¿Por que quieres llorar?" Ovidio pregunto un poco preocupado.
Ovidio me llevo a sentar al sillón.
"Dime por qué quieres llorar," volvió a preguntar de nuevo.
La noche anterior había pensado todo lo que quería decirlo pero en mi garganta había un nudo atorado que no me dejaba hablar.
Ovidio al verme con los ojos llenos de lágrimas solo me abrazo y beso mi cabeza.
"Ya no llore mi bebé hermosa," dijo Ovidio hablando como niño chiquito.
"No quiero que te entregues a la DEA," por fin salió de mi boca algo.
Ovidio dejó de abrazarme y me miro sorprendido.
"¿De que hablas?" Preguntó un poco nervioso.
"Ya se cual es tu plan. Te quieres entregar a la DEA y no quiero que lo hagas," repetí.
Ovidio se levantó del sillón y pasó sus dedos por su cabello en desesperación y nerviosismo.
"Lo hago para poder estar contigo. Tu dijiste que también querías estar conmigo," protesto.
"Yo también quiero estar contigo pero no así. No estamos seguro si vas a quedar libre," dije.
"Un agente de la DEA me prometió que mi condena sería corta si confieso todo," Ovidio dijo.
Me levante del sillón y lo tome de la mano para poder sentarlo en el sillón a mi lado de nuevo.
"¿Vas a traicionar a tus hermanos?" Pregunté.
Ovidio solo negó con la cabeza.
"Yo quiero estar contigo pero no quiero que pases el resto de tu vida en una cárcel y mucho menos que traiciones a tus hermanos," añade.