XXXII

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Me desperté muy temprano y mire a Ovidio aun dormido en la cama junto a mi. Note que no traía camisa y que solo estaba en su bóxer y me sentí avergonzada.

Me levante de la cama rápido y me metí al baño para darme un ducha antes que Ovidio se despertara. Al salir me puse unos skinny jeans y una camisa que me quedaba un poco grande y mis convers negros. Me puse un poco de maquillaje y cepille mi cabello.

Cuando termine mire que Ovidio aun seguía dormido lo cual se me hizo raro con tanto ruido que hice. No quise molestarlo así que baje al patio trasero para tomar un poco de aire fresco mientras comía un poco de fruta picada que Doña Rosario me había cortado.

"Señorita Daila," escuché la voz de Rosario.

"Dígame," respondí.

"La busca la señorita Alejandrina," ella dijo.

Que raro, me busca a mi y no a su hermano Ovidio. ¿Acaso Ovidio olvidó algo ayer? No entiendo porque vendría a buscarme a mi.

Sin yo decir nada ella ya se encontraba afuera en el patio.

Venía vestida con unos skinny jeans, una camisa tipo de vestir con in estampado de flores, unos tacones, su bolsa de diseñador, y el maquillaje perfecto. Todo de ella era perfecto que te hacía sentir intimidada.

"Ovidio aún está dormido," dije.

"No lo vengo ver a él si no a ti," ella dijo sería.

Trague saliva.

Ella se sentó frente a mi en la pequeña mesa donde me encontraba desayunando.

"¿Quieres desayunar?" Pregunté.

"No, muchas gracias."

Al escuchar eso Rosita se retiró dejándome sola con ella. Sentía como mi apetito de había ido por completo.

"¿Si sabes que Ovidio está casado, verdad?" Ella dijo sin pelos en la lengua.

Me tomo de sorpresa que fuera tan directa que no sabía que contestar.

"Y además tiene dos hijas con su esposa," ella añadió.

"Yo no quiero problemas," dije un poco nerviosa.

"Entonces ¿por qué te estás acostando con un hombre casado?"

"Yo no me he acostado con Ovidio," revelé.

"La esposa de Ovidio está muy mal y sus hijas ni se diga," Alejandrina dijo.

"Ovidio dijo que ya no estaban juntos," proteste.

"Es hombre y con tal de llevarse a una mujer a la cama son capaces de mentir hasta por los codos," ella dijo muy segura.

Estaba dudando de Ovidio ya que su hermana parecía estar tan segura de lo que estaba diciendo y además ella lo conoce más que yo.

"Pero es tu hermano no se porque dices esas cosas del él," dije tomando un poco de valor.

"Pero también soy mujer así que te estoy ayudando para que no te vean la cara de pendeja."

"Te agradezco mucho tu ayuda pero creo que el problema solo es mío y de Ovidio," respondí.

Ella me dio una mirara retadora que sentía que en cualquier momento me soltaría una bofetada.

"Solo recuerda que estás arruinado a una familia," ella dijo para después ponerse de pie y marcharse.

Sentía que la culpa me estaba comiendo el alma. Alejandrina tenía razón, yo era la culpable de que Ovidio dejara a su esposa. Creo que si yo estuviera en el lugar de la esposa odiaría a la amante que está destrozando a mi familia.

Subí a la habitación de Ovidio y empecé a empacar mis cosas en la maleta mientras Ovidio aún seguía durmiendo. Quería aprovechar y buscar en su despacho mi pasaporte y mi teléfono para irme a escondidas.

Cuando termine de empacar tome mis maletas y me dirigí al despacho de Ovidio pero me detuve frente a la puerta. Estaba indecisa, pero tome un poco de aire y entré al despacho.

Busque por todos los cajones pero solo habían documentos que evite leer para no meterme en problemas con Ovidio. Había buscado por todos lado pero no había rastro de ellos.

[NARRA OVIDIO]

Abrió los ojos ya que la luz del sol que entraba por la ventana me estaba lastimando los ojos. Giré para el otro lado de la cama y me di cuenta que Daila no estaba. Supongo que ha de estar desayunando.

Entré al baño para lavarme los dientes y lavarme la cara para después salir y vestirme ya que me había quitado la ropa porque olía a cerveza y cigarro de la fiesta de ayer y no quería incomodar a Daila.

Salí de la habitación y baje al comedor pero Daila no estaba ahí. Entre a la cocina y tampoco había ninguna señal de ella. Subí de nuevo y pase por mi despacho pero escuché un ruido adentro. Puse mi oreja en la puerta y escuché como alguien abría los cajones y los cerraba. Sin pensarlo abrí la puerta de golpe.

"¿Que estás haciendo?" Pregunté al ver a Daila buscando entre mis cojones.

"Estoy buscado mi pasaporte para irme," ella dijo sin dejar de buscar.

Entre a mi despacho y mire la maleta.

"Ya sabes que no me gusta que se metan en mis cosas," dije.

"Y a mi no me gusta que me vean la cara de pendeja," ella dijo y después azoto el cajón.

Me acerqué a ella pero ella rodio el escrito del lado contrario.

"¿Que traes?" Pregunté.

No sabía si estaba en sus días o no se que le estaba pasando a esta mujer.

"Ovidio, yo no quiero meterme entre tú y tú esposa."

"Y dale con lo mismo. Ya te dije que hace tiempo que me separe de ella. Aun estoy casado pero ya no estoy con ella desde hace tiempo," expliqué.

"Pero aún están casados," ella dijo.

Yo traté de acercarme a ella pero ella me aventó el pequeño cojín que había en la silla. Traté de esquivarlo pero no pude y me pego en la cara.

"Relájate," dije.

"Tu hermana vino hablar conmigo y me dijo que tú esposa está muy mal y tus hijas también," ella explicó.

¡Pinché vieja metiche! Tenía una rara sensación que Alejandrina tenía algo que ver y ya lo comprobé. Supongo que Adriana le pido a ella que viniera hablar con Daila para alejarla. Pero el día que la vea no se la va a acabar.

Me acerqué a una pequeña caja fuerte que se encontraba escondida entre el librero. Puse la combinación sin que Daila la viera y saque su pasaporte y su teléfono para después ponerlos sobre mi escritorio.

"Si te quieres ir, adelante." Dije con una voz firme.

Ella solo miro el teléfono y el pasaporte y después me miro confundida.

"Aquí nadie te va a tener a la fuerza," añadí.

Ella tomó su pasaporte y su teléfono para después tomar su maleta y salir del despacho.

Me senté en mi silla y suspiraré.

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