Desperté y mire a Daila a mi lado completamente dormida y su cuerpo desnudó que solo lo cubría la sábana.
Bese su frente y mire como un su rostro se formó una pequeña sonrisa en sus labios.
"Buenos días, ratoncita." Susurre.
"Good morning," ella dijo.
Nos quedamos abrazados por un buen rato hasta que los dos nos metimos a bañar juntos.
Nos cambiamos a algo más cómodo y después bajamos a desayunar.
Estábamos tranquilos cuando entró uno de mis hombres a la casa.
"Señor, su mamá está afuera." Él susurro.
Sentí como se me atoro el pedazo de fruta que había tragado al escuchar la palabra "mamá." Creo que ella es a la única persona que le temo. A pesar de ya tener treinta años aún le sigo teniendo miedo a mi madre.
"Ovidio, ¿estas bien?" Dijo Daila dándome leves palmadas en la espalda cuando vio que me estaba ahogando.
"Si, creo que si." Dije al sentir que el pedazo de fruta ya había pasado por mi garganta.
Daila me dio un vaso con jugo y lo tome de inmediato.
"Mijo, porque tienes a tu mamá esperando." Escuché la voz de mi mamá.
Todos giramos y ahí estaba la mujer que me dio la vida y una de las mujeres más importantes de mi vida.
Me pare de mi silla de inmediato y corrí a darle un beso en la mejilla y abrazarla fuerte. Mi madre siempre se enojaba cuando no la saludaba apropiadamente.
"Me tienes abandona. Ahora tengo que ser yo la que venga a buscarte," ella dijo.
Sonreí nervioso y rasque mi nuca buscando una excusa perfecta para evitar que me regañara.
"Ama, es que... tenía cosas..."
"No vengas con tus excusas, para tu madre siempre hay tiempo." Ella me interrumpió.
"Con permiso," dijo el hombre y después salió de inmediato.
Daila se levantó de la silla y se quedó parada solo observándome con una sonrisa.
"¿Y esta muchachita, quien es?" Mi mamá dijo al ver a Daila ahí parada.
"Soy Daila, mucho gusto." Daila dijo extendiendo su mano así mi mamá.
Mi madre tomó su mano y las agitaron de arriba a abajo.
"Griselda, la madre de este maleducado." Mi mamá dijo.
"Mamá," dije cómo Niño chiquito.
"Ya lleva varios meses sin irme a visitar, el cabron." Ella dijo poniéndome en ridículo.
"¡AMA!" Volvía a quejarme.
"¿Quiere algo de tomar o comer?" Daila le preguntó.
Con lo educada y tierna que es Daila será fácil que se gane a mi mamá.
"No mija, muchas gracias. Solo vengo hablar con este cabron," mi mamá dijo.
Trague saliva nerviosa. ¿Hablar conmigo? ¿Ahora que hice? Tenía un presentimiento que tenía algo que ver con Adriana.
"Bueno, si se le ofrece algo me avisa y yo con mucho gusto se lo llevo." Daila dijo.
"Ama, vamos al despacho." Dije.
"Me dio un gusto conocerte, mija." Mi mamá le dijo a Daila y ella solo sonrió.
Mi mamá y yo nos dirigimos a mi despacho. Apenas cerré la puerta ya podía sentir su mirada sobre mi queriéndome dar unos sapes.
"Tú y tu padre son idénticos," ella dijo.
"Ama, usted fue quien decidió tener un hijos con él así que no se queje." Dije riéndome.
"Si Pero tampoco es para seas tan cabron como él," ella reclamó.
Me senté en mi silla mientras ella estaba sentada frente a mi.
"Supongo que ya te enteraste lo qué pasó con Adriana," suspiré.
"Mijo, no sea tan pendejo. Ella es su esposa y la mamá de sus hijas. No la dejes por cualquier muchachita bonita que vea en la calle," ella dijo.
Ya estaba arto que todo el mundo me dijera lo que tenia que hacer. Ya soy un hombre adulto y puedo tomar mis decisiones. ¿Que tiene de malo que quiere a Daila? Ella es una buena mujer y si dios me deja quisiera casarme con ella y formar una familia.
"Mire ama, las cosas con Adriana ya no estaban bien pero créame que jamás la engañe."
"Yo Adriana la quiero mucho pero tampoco quiero que los dos sean infelices en un matrimonio donde ya no hay amor porque será un infierno para las niñas," ella dijo.
"Yo jamás abandonaría a mis hijas. Ellas son todo para mi," sonreí al recordar el momento cuando las tuve entre mis brazos por primera vez.
"De eso no me cabe duda. Yo se que las amas demasiado," mi mamá me sonrió.
"Pero me gustaría que se diera la oportunidad de conocer a Daila. Es una buena mujer y la quiero mucho," dije con una sonrisa de oreja a oreja.
"Con esa sonrisa que traes diría yo que te trae bien pendejo."
Sentí mis mejillas calientes al igual que mis orejas.
"Para que le digo que no si si," rasque ni nuca para disimular mi nerviosismo.
Los dos salimos de mi despacho y miramos a Daila hablando con Rosario. En cuanto nos vio se despido de Rosario y se acercó a nosotros.
"¿Se quedará a comer con nosotros?" Daila preguntó.
"Pues ya que insiste, claro que si." Mi mamá sonrió.
Mientras llegaba la hora de la comida mi mamá y Daila se sentaron en el jardín a tomar limonada a conversar. Mi mamá le platicaba de todas las travesuras que hacía cuando era niño. Ahora siento como se sentía Daila cuando vinieron sus padres.
"¿Entonces eres de California?" Mi mamá pregunto.
"Si pero vivo en la Ciudad de México por mi trabajo," Daila respondió.
"Eres la artista que le fascina a mi nieta, Frida, ¿verdad?" Mi mamá preguntó.
"Si, el día que cante con ella fue maravillosa. Tiene mucho talento." Daila dijo emocionada.
"Mija, disculpa que te lo pregunté pero ¿acaso quieres tener un hijo con mi hijo?"
En ese momento escupí la limonada. Como se le ocurre a mi mamá preguntar semejante cosa. Jamás había hablado de eso con Daila. Ni siquiera sabía si ella quería tener una familia.
"¡AMA!" Dije limpiando la limonada de mi boca.
"No lo se. Creo que aún estoy muy joven para eso y además mi carrera está en su mejor momento," Daila respondió.
"Pero Ovidio quiere tener uno contigo," mi madre siguió avergonzándome.
Daila me miro sorprendida.
"¿Si o no, mijo?" Me pregunto mi mamá.
"Lo que quiera Daila para mi esta bien," sonreí nervioso.
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