XXXIII

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"Señor, la señorita Daila nos está ordenando que le dejemos salir." Escuché por la radio a uno de mis hombres.

"Déjala ir," dije.

"¿Seguro?"

Esta plebe aún no me conoce. Piensa que de verdad la voy a dejar ir así de fácil. Solo haré que su orgullo se le baje y ella solita regresara a mis brazos.

"Si pero dile a uno de los hombres que la siga sin que ella se de cuenta," ordene.

"Como ordené, señor." Él dijo.

Me levante y me serví un trago de whiskey para esperar la llamada de ella.

[NARRA DAILA]

Estaba completo en shock cuando Ovidio me dejó ir. No sabía si tenía un truco bajo la manga pero no quería a quedarme a investigar así que tome mis cosas y salí de ahí lo más pronto posible.

Cuando llegue al gran portón los hombres de Ovidio tomaron sus armas y se pusieron listos como para abrir fuego.

"Pueden abrir la puerta," dije intimida por las armas que tenían colgadas en sus pechos.

"No tenemos órdenes del señor Ovidio para abrirlas," un hombre dijo.

"Él me dejo salir," dije.

Él tomó su radio y se retiró de mi para poder hablar. Solo miraba que hablaba y me miraba de arriba a bajo.

Después de unos segundos él se volvió acercar a mi.

"Ábranle," el ordenó.

El gran portón se abrió y yo salí caminando lo más rápido que ponía con mi maleta. Como el camino estaba lleno de tierra y piedras era difícil jalar mi maleta.

Ya había caminado por varias horas pero solo había tierra, piedras, árboles y flores y aún no había ninguna señal de personas. Sentía que ya me había perdido. No tuve otra opción mas que tomar un descaso así que me senté debajo de un árbol. Tenía sed y un poco de hambre. Creo que no pensé muy bien las cosas.

"Ovidio, eres un tonto." Me queje irritada.

Tome mi teléfono con esperanza de pedir ayuda pero no agarraba señal.

Cerré mis ojos para poder pensar en un plan pero escuché un ruido por los arbustos así que me levante de inmediato y seguí caminando.

Camine y camine y el sol ya se estaba escondiendo, mire mi teléfono y ya eran las seis y media de la tarde.

Por estar jalando mi maleta en estas condiciones las pequeñas llantas se cayeron. Lo que me faltaba, ahora me costará cargar mi maleta.

Venía cargando mi maleta así que no podía ver por donde pisaba y sin darme cuenta resbalé y caí al lodo. Empecé a patalear como niña chiquita ensuciandome de lodo por completo.

Me quede ahí sentada en el lodo mirando a la nada porque no tenía ningún plan y para ser honesta ya estaba cansada y hambrienta. Odio decir esto pero desearía que Ovidio estuviera aquí para ayudarme.

De pronto mire una camioneta a lo lejos. Mi salvación. Si le pido ayuda tal vez para mañana ya esté en mi casa.

Me levante de inmediato y traté de limpiar el lodo de mi cara para que me pudiera reconocer.

La camioneta se detuvo pero como tenía los vidrios polarizados no sabía quién se encontraba arriba de ella.

Después de unos segundos el vidrio fue bajando despacio dejando ver quien se encontraba adentro y mi sonrisa desapareció por completo.

"¿Que haces aquí?" Pregunté.

"Solo pasaba por aquí," él contestó.

"Pues sigue tu camino," respondí enojada.

"Que genio. ¿Si sabes que está apunto de llover?" El dijo con una sonrisa burlona.

Mire al cielo y pude notar que las nubes estaban grises. ¡Maldita suerte la mía!

"Ovidio, no regresaré aunque truene."

"Nadie te dijo que regresaras. Solo te traje esto," dijo Ovidio y después saco una sombrilla.

"Thank you," dije tomándola.

En ese momento gotas comenzaron a caer y en cuestión de segundos comezón a llover muy fuerte. Abrí la sombrilla mientras Ovidio tenía la misma sonrisa burlona en su rostro. Quería darle un golpe para quitarle la sonrisa pero mejor decidí caminar.

Él me siguió en la camioneta y sabía que se estaba burlando de como estaba batallando con la sombrilla, la maleta y el aire fuerte que corría. El aire era tan fuerte que la sombrilla se volteó.

"¡FUCK!" Grite de lo frustración.

"Ya casi llegas al siguiente pueblo," Ovidio dijo.

"¿A cuánto está el siguiente pueblo?" Pregunté.

"En carro está a dos horas,"

La verdad ya estaba cansada de caminar, estaba hambrienta, estaba sucia y mojada y ya no sabía ni qué hacer.

"Tú sigue con tu plan de irte," el dijo.

No quería rendirme así que tire la sombrilla, cargue mi maleta y seguí caminando. Ovidio aún seguía siguiéndome arriba de la camioneta.

[NARRA OVIDIO]

Me encontraba en mi despacho cuando recibí la mañana de uno de mis hombres avisándome que Daila aún seguía caminado pero que pronto llovería así que no tuve otra opción más que ir por ella para evitar que se mojara y se enfermara. Usé otra de mis camionetas para evitar que me reconociera.

Cuando iba manejando a lo lejos mire a alguien tirado en el suelo. Cuando estuve lo suficientemente cerca me di cuenta que era Daila. Estaba llena de lodo. Me estaba muriendo de la risa al verla así pero me aguante.

Esta mujer si que era terca. A pesar de que estaba lloviendo y sin tener sombrilla siguió caminando. Yo solo la seguía en la camioneta.

"Tú puedes," dije para darle ánimos.

"¡SHUT UP!" Ella grito.

Ella continuó caminando por varios minutos pero el sonido de un gran trueno hizo que brincara del susto y cayera al suelo.

"¡OVIDIO!" Ella gritó asustada tapándose los oídos y cerrando los ojos.

Me baje de la camioneta y corrí así ella. La abracé muy fuerte sin importar que estuviera cubierta de lodo.

"Ya cálmate," dije al sentir como temblaba de frío y de miedo.

"Quiero ir a casa," ella dijo abrazándome fuerte.

La tome en mis brazos y la cargue para subirla arriba de la camioneta. Después regrese y subí su maleta. Me subí a la camioneta rápido para no mojarme más.

"Tengo mucho frío," ella dijo.

Prendí el aire caliente y jale una de mis chamarras para cubrirla.

Arranque la camioneta y maneje lo mas rápido posible para llegar y que Daila tomara un baño caliente y se acostara.

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