Capítulo 3: La iniciación de Maria

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— ¿Qué pretendías golpeando así a Iris? ¿Acaso has perdido el juicio, María? —le reprochó Nerea nada más cruzar la puerta de la habitación. María la ignoró y con total parsimonia se quitó la capa y la dejó sobre su cama— ¿Me estás escuchando?
— Por supuesto que te estoy escuchando, Nerea.
— ¿Y no piensas hacer nada?
María se encogió de hombros restándole importancia y comenzó a quitarse el vestido con la intención de darse un baño.
— ¿En serio qué no te preocupa que se lo diga a alguien? —volvió a cuestionarla con preocupación—.Piénsalo podría decírselo a tu padre.
— No lo hará —respondió María convencida mientras se metía en la bañera y se enjugaba los brazos—. Si lo hiciera sólo se delataría. Ambas hemos transgredido las normas y si se va de la lengua pues sólo confirmará que cómo yo ha estado fuera sin acompañante. Además, con el regalo que le he dejado no se atreverá a salir de su casa y mucho menos querrá arriesgarse a que le pregunten quién le ha partido la nariz.
María rió divertida al imaginarse la cara de Iris cuando se le ocurriera mirarse al espejo.
— Espero que tengas razón —respondió Nerea dándose por vencida. Cuando María estaba segura de algo, jamás daba su pie a torcer—. Aunque quiero dejarte claro que no estoy de acuerdo con tus métodos.
— Neri, por favor —dijo escéptica—. Se merecía mucho más, que agradezca que tenía prisa sino quien sabe cómo hubiera quedado—. Nerea quiso replicar, pero María fue más rápida y levantándose de la bañera, la interrumpió—. ¿Puedes pasarme una toalla?
Cómo vio que era Inútil seguir con la conversación, Nerea se limitó a guardarse su opinión y sin más dilación le pasó la toalla. María la recogió y comenzó a secarse pausadamente, cómo sino tuviera prisa, caso error porque hoy, al fin había llegado el día de la Iniciación. Salió de la bañera, se acercó al espejo y se miró detenidamente. Cuando alardeó frente a Iris, lo hizo segura de que lo que ella decía era cierto. Era hermosa y sus proporciones tan armoniosas le daban el aspecto de una mujer inalcanzable y eso era lo que ella pretendía la mayor parte del tiempo, a excepción del capitán Veryard, al que quería impresionar a como diera lugar.  Cogió el espejo de mano y observó su cabello rizado de color caoba que le llegaba a la cintura, su rostro níveo que cuando sonreía mostraba dos bonitos hoyuelos en sus mejillas y por último sus ojos celestes cómo el cielo de verano. No había nada de malo en ella y esta noche cualquier excusa que tuviera el capitán Veryad para no mostrarle sus atenciones se desvanecerían al verla tomar el paso para convertirse por fin en una cazadora.
— Nerea, pásame… —No pudo acabar porque frente a ella y en las manos de su amiga estaba lo que quería.
— Aquí lo tienes. ¿Es el que querías no? El vestido de color tinto con los bordes dorados.
— Eso, eso —dijo maravillada. Tomó el vestido y se lo probó por encima—. ¿No crees que es perfecto? Con esto el capitán Veryard no podrá resistirse.
Nerea puso mala cara al escucharla. ¿Por eso se había arriesgado esta mañana a que la pillaran? ¿ Por el capitán Veryard? ¿Cómo se le ocurría? Además, Nerea desde hacía un tiempo albergaba la sensación de que ese hombre escondía algo escabroso y cada vez que se encontraban en algún evento de las familias procuraba evitarlo cómo la peste. No podía evitarlo, su cuerpo lo repelía. No comprendía cómo María estaba tan fascinada con él.

— Dime que esta mañana no te has escapado para verle— María que aún se probaba el vestido y no podía evitar su fascinación, se paró en seco al escucharla. Elevó una de sus perfectas cejas contrariada.
— Por supuesto. Quería que me viera entre el público, ya que esta noche en la ceremonia no iba a tener tiempo para entablar una conversación a solas con él.
— ¿Una conversación a solas? ¿Para eso has ido esta mañana a la escuela de caballería, sola y arriesgándote a que te descubra tu padre?
Ella asintió y Nerea deseó tener una silla para poder sentarse de inmediato. Ante el estupor de su amiga, María se preguntó si algo iba mal con ella. Desde que conocieron al capitán Veryad, el rechazo de Nerea a su persona se fue haciendo más reconocible con el paso del tiempo y desconocía la razón de tanta animadversión. De hecho, le resultaba ridículo. A leguas se notaba que el capitán era un hombre íntegro y desde que lo conocía, jamás se le habían relacionado rumores mal intencionados ni mucho menos algo que lo tachara cómo alguien inadecuado.
— No me gusta nada ese hombre, María —le reconoció Nerea, ya más calmada—. Cada vez que pasa a mi lado, siento frío. Cómo si todo a mi alrededor se congelara y la vida se extinguiera.
¿Qué la vida se extingía? Por el amor de dios, si cada vez que María lograba estar a metros de él, lo único que notaba era calor. Un calor que le traspasaba y le llegaba hasta los dedos de los pies.
— No digas tonterías —le hizo señas para que la ayudara a vestirse—. Seguramente cada vez que te has encontrado con él, se ha dado la casualidad de que os ha azotado una ola de viento frío.
— No lo creo. Y aunque así fuera, no debes salir sola para ver a un hombre, María. Tu padre puede renegar de ti. ¿Eres incapaz de entender la gravedad del asunto?.
— Claro que lo entiendo — comentó mientras se atusaba el pelo y permitía que Nerea le recogiera el flequillo hacia detrás con una bonita tiara dorada—, pero no tenía nada que temer porque el capitán pronto dejará de ser soltero.
— ¿Qué quieres decir?
— Eso querida Nerea, lo responderá el tiempo —dijo misteriosa. Y los peores temores de Nerea comenzaron a cumplirse. Ahora, vámonos. No podemos llegar tarde a mi ceremonia de iniciación. Antes de que se me olvide — hizo una pausa y miró a su amiga que aún no se había movido—, haremos una parada en tu habitación, tengo que elegirte el mejor vestido. Una Vidal jamás desentona y eso también se te aplica Neri, así que venga, andando.

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora