Capítulo 38: María recibe una noticia muy impactante

12 2 0
                                    

— Tú hija va a matarme de un disgusto —se quejó Julieta al notar a su marido. Rafael que ya se imaginaba los motivos del encontronazo; suspiró con cansancio.

— Esa hija también es tuya Julieta ¡No lo olvides! —la mujer se sobó las sienes—. Me gustaría tener unos minutos de paz si es posible.

— ¡Por supuesto padre! —exclamó María—. Yo soy la definición de la paz.

— No juegues con fuego hija —le advirtió Rafael—. Aún no se me olvida que desobedeciste mis órdenes y te saltaste el castigo presentándote en el consejo Lumine, a sabiendas de que te estaba vetado.

María rodó los ojos.

— Si hubiera permanecido en mi alcoba, le puedo asegurar querido padre que nuestro título cómo líderes de los cazadores estaría hoy a punto de ser removido. Por lo que agradezca que aún lo ostenta.

Rafael, que no pudo contrarrestar esa afirmación y viendo que no iba a conseguir nada más que enzarzarse en otra disputa, se calló. A continuación, contempló a su mujer que en ese momento permanecía de brazos cruzados evitando mirarles y le preguntó:

— Ya le has informado sobre la petición del Capitán

— ¿Qué capitán? —preguntó María interesada.

— No he tenido la oportunidad porque cuando he llegado, la bárbara de tu hija casi me decapita.

— Yo no intentaba decapitarte, madre. Sólo estabas en medio.

— ¡Rafael!

— ¡Silencio las dos!-las acalló Rafael.

Ambas mujeres se callaron de inmediato.

— Lo que tu madre quiere decir María; es que llevamos un tiempo pensando en desposarte y habíamos estado barajando candidatos.

— ¿Habéis estado buscándome pretendiente sin consultarme? —preguntó descreída

— Hija, acabas de cumplir veinte años y pronto yo no podré hacerme cargo de tu protección y mucho menos de los cargos que ejerzo como líder.

— Para eso. Me basto y me valgo yo sola padre. No necesito a ningún hombre para protegerme, estoy mucho más capacitada que la gran mayoría. Muchos de ellos ni siquiera pueden batirse en duelo conmigo. Soy lo suficientemente hábil para hacerme cargo de los cazadores cuando tú no estés. ¿Qué es lo que no entendéis? —dejó caer su espada al suelo cansada de sostenerla. Julieta se sobresaltó—. No pienso desposarme con nadie.

— La que no entiendes eres tú, María. Eres una inconsciente y tu cabezonería nos va a llevar a la ruina. Necesitas a un hombre de tu lado, sino todos se aprovecharan de tu condición de mujer para arrebatarte el puesto aunque sea por la fuerza.

— Yo soy lo suficientemente fuerte —dijo exasperada.

— No lo eres —María arrugó el ceño—. ¡Piensa hija! Reconozco tu valía, pero eso no quita que físicamente hablando seas más débil que un varón. Quizás puedas ganarle a uno o a dos, pero y ¿Cuándo sean cientos? ¿Podrás con ellos?

— Claro que podré. Tendré a gente que me apoye.

— ¡Que ilusa eres! En estos casos un varón hubiera sido mejor

Las lágrimas asomaron por los ojos de María. Ya había tenido suficiente, primero su amiga y ahora su padre. Se mordió el labio para frenar las lágrimas que pretendían caer por sus rostro sin control. No iba a dejar que vieran que la habían herido. Cerró los ojos y respiró hondo. Al abrirlos se encontró frente a ella a la persona que menos deseaba que la viera sin arreglar. Se había topado de bruces con el capitán Veryard que la miraba con una profundidad en sus ojos color miel que la embrutecía haciéndola sentir torpe.

— ¿Interrumpo algo?

— Por supuesto que no Capitán —se acercó Julieta encantada por ver a su hija blanca como el papel—. Precisamente estábamos hablando de usted.

— Espero que lo que hablaran fuera bueno.

Julieta soltó una risita nerviosa, mientras María —quieta como una estatua— aún no podía creer que tuviera delante a lo que más deseaba en el mundo.

— ¡Pero qué cosas dice capitán! De sobra sabe que no se puede hablar mal de alguien como usted —lo aduló Julieta—. ¿No es así, querido?

Rafael, que también estaba estupefacto por la repentina aparición del capitán, reaccionó:

— Claro, todos aquí conocemos sus grandes hazañas y el respeto que le profesamos es sincero —explicó—. Nuestra familia siempre estará agradecida con la vuestra.

— Querido Rafael. El respeto es mutuo —contestó el Capitán—. Es un orgullo ser recibido en la casa de los Vidal.

— Aquí tiene su casa cuando lo requiera —se apresuró a aclarar Julieta—. Y dígame, milord ¿qué asuntos le llevan a visitarnos?

— Varios, mi señora, pero ahora mismo el que más atrae mi atención... —el capitán volvió a fijarse en María que había permanecido callada—, es el relacionado con su encantadora hija.

María estaba atónita. ¿De verdad había venido buscándola? ¿Sería posible que todos sus intentos por llamar su atención hubieran surtido efecto? No debía pensar en eso y mucho menos tal y cómo estaba vestida. Se arrepentía de no haber escuchado a su madre por una vez. Le avergonzaba que el capitán hubiese visto lo desarreglada que se encontraba. Intentó adecentarse lo mejor posible, pero fue inútil. Hasta el mozo de cuadras olía y vestía mejor que ella. "Que vergüenza. ¡Cómo desearía poder ocultarme ahora mismo!"

— ¿Hija, me estás escuchando? —la llamó Julieta sin ocultar la reprobación en su perfecto rostro.

- Discúlpeme, madre. Estoy algo indispuesta.

— Si me permite el atrevimiento mi lady, yo la encuentro soberbia —dijo el capitán.

El estómago de María se llenó de mariposas y sus mejillas se ruborizaron notablemente.

— Gracias, mi lord. Es usted muy generoso.

Sintió como su madre carraspeaba y le indicaba que hiciera una reverencia.

Ella, presta a caerle en gracia al capitán; no desobedeció.

— María, querida —dejó de fijarse en el capitán y puso atención a su madre—. El capitán Veryard ha venido a presentarnos sus respetos y ha pedirnos amablemente tu compañía para esta tarde.

¿Dónde había un asiento cuando se necesitaba? Sus piernas temblaban tanto que apenas podía mantenerse en pie. Por fin ese hombre al que tanto admiraba y del que sólo conocía sus ojos, la notaba.

— ¿María? —la llamó Rafael.

— Se...sería todo un placer —respondió a trompicones.

— Me place mucho que acepte mi invitación, mi lady —el capitán tomó la mano de María y la besó en el dorso—. Ahora, si me lo permitís debo retirarme. Mis hombres me esperan.

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora