Capítulo 34: Perdiendo la paciencia

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— ¡Eh, Galván! —le llamó. Galván dejó de presumir y le prestó atención—. ¿Dónde está Gabriel? Pensaba que había ido a pescar contigo.

— Sí, claro que vino conmigo, boss. Pero en cuanto vio que mis habilidades en la pesca eran mejor que las suyas, se sintió mal y me dejó allí con la ardua tarea. ¿Se lo puede creer, boss¹?

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1. Jefe en gaelico escocés
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Josep rodó los ojos ante la respuesta. Nadie cuerdo, creería que Gabriel iba a abandonar una tarea si esta era de máxima prioridad. Lo más seguro —y Josep daba su brazo derecho por ello— era que Galván hubiera comenzado con sus interminables diatribas con respecto a cómo conquistar a una dama y que su pobre amigo hubiera tenido que huir despavorido. Maddox, que apenas podía mantener la boca cerrada cuando de Galván se trataba, no tardó en intervenir.

— Si trabajaras con la boca cerrada y llevarás a cabo las tareas cómo deberías de hacerlas, quizás ahora no estaríamos preguntándonos por el boss Gabriel y mucho menos yo tendría que soportar tus dislates sin sentido. No me extraña que no le encontremos.

— Madd, amigo —se acercó hacia nosotros Galván, dejando atrás a sus nuevas conquistas. Pasó uno de sus brazos por uno de los hombros de Maddox que lo miraba perdonándole la vida—. ¿Alguna vez te diviertes? Te lo pregunto, porque de verdad me preocupa verte así, de esa forma tan...

— ¿Tan qué? —gruñó Maddox

— Pues, así...con esa cara tan poco favorecedora. A ver lo entiendo, no todos pueden nacer con una gracia como la mía. Yo expido feromonas por los poros, pero tú... Tu eres un mal chiste después de una buena velada. Si hasta los pocos niños del valle se asustan cuando te ven.

— Al menos conmigo aprenden algo... —dijo Maddox calculador—. Aprenden a ser íntegros y no unos bufones sin cerebro como algunos.

— Te puede la envidia, Maddie —le restregó Galván.

— ¿Envidia, yo? ¿De quién?

Josep se masajeó las sienes. ¿Cómo podían un día si y otra también seguir con la misma cantinela? Le tenían harto. El sólo necesitaba saber dónde demonios se había metido Gabriel.

— ¡Qué mal te sienta el saberte perdedor, Maddie! —siguió molestando Galván

— No me llames Maddie, bufón creído —se defendió Maddox.

— Es que me causa risa que tu única defensa sea que no le doy un buen ejemplo a los niños. Sólo mira a Elián, aprendió de mí y se ha convertido en un gran guerrero celta al servicio de los Dioses.

Elián, ajeno a la discusión, había aprovechado que discutían para colarse en la casa de Josep y una vez dentro se encontró con la sorpresa de que la anciana a la que salvaron hacia apenas unos días, se había adueñado del horno de leña de su boss. Allí, Puri, que se encontraba destrozada tras la perdida de su hermano se había impuesto como penitencia cumplir una de las últimas voluntades de su hermano; hornear cocas. Así que, cansada de llorar y verse derrotada, ignoró a todos los de esa reunión y se adentró en aquella casa como si fuera suya. Encendió el horno usando un hechizo para convocar el fuego y de un morral que llevaba colgado en el brazo, comenzó a sacar los ingredientes.

Mientras tanto, en la conversación que se llevaba a cabo afuera, los implicados seguían discutiendo, olvidándose de lo que de verdad corría más prisa.

— Elián dices —le respondió Maddox continuando con la conversación—, ese pobre chico sólo sabe usar la cabeza para una cosa. Y no es otra que perder el tiempo cómo lo haces tú.

— Claro, mi chico pierde el tiempo, pero el tuyo seguro que está esclavizado. Míralo, pobrecito... —señaló a Mael junto a Elián dentro de la casa de Josep—. Si no fuera porque se mueve diría que es finado.

Josep siguió el dedo con el que Galván señalaba a Mael. Grande fue su sorpresa al percatarse de que en su casa estaban la vieja desquiciada y los dos alumnos de sus hombres, uno de ellos comiendo cómo si no hubiera un mañana y el otro con rictus amargo llamándole la atención. La estampa parecía sacada del cuento de los hermanos Grimm. La bruja y Hansel y Gretel. ¿Por qué a su amigo se le había ocurrido desaparecer justo en ese momento? ¿Y eso que veía era a la vieja utilizando su horno? ¡Por Dagda! ¡Su casa parecía un asilo para los idos de mente! Deprisa, dio la espalda a los pesados de sus hombres y entró en la casa con la intención de echarles, sin importarle cómo le sentara a la anciana. Se apiadaba de ella por su pérdida, pero no hasta el punto de que llegara como dueña y señora y se pusiera a hornear sin control.

— Señora Puri. Esto está de muerte. ¿Podría hacerlas de otro sabor? —le preguntó Elián sentado en una de las sillas del vestíbulo mientras zampaba el dulce como un cerdo.

— Deja de comer Elián, te estas aprovechando de la pobre mujer. ¿No ves que ha perdido la cabeza? —le advirtió Mael a su lado.

Puri, que no atendía a razones, siguió horneando mientras sollozaba sin control.

— Gregorio, hermano. Espero que puedas perdonarme. ¡Ai, Gregorio! ¡Qué disgusto más grande! —decía mientras golpeaba la masa—. ¿Por qué nunca me hacías caso? Si es que eras demasiado cabezón y nunca me escuchabas. Sólo te quejabas y me dabas dolores de cabeza. ¡Gregorio, te estoy haciendo las cocas que tanto te gustaban! —se quejó en voz alta.

— Señora, a mí también me gustan —le recordó Elián. Josep golpeó al chico y este en seguido dejó de hablar. Mael que ya le había advertido en varias ocasiones, se limitó a negar con la cabeza.

— ¿Qué se supone que estáis haciendo? —preguntó Josep a los tres, o en este caso a los chicos porque Purificación seguía a lo suyo.

— Pues verás boss —empezó Elián—. Estaba en la reunión se lo prometo, pero de pronto me llegó el olor de algo que se horneaba y no pude controlar la tentación de saber qué era lo que hacían y bueno... cuando me di cuenta de que el olor venía de su casa, decidí entrar. No me malentienda —se apresuró a aclarar—, mi deber es mantener vigilado el valle incluido a sus habitantes, por eso entré en su casa señor, para asegurarme de que no ocurría nada extraño. Y eso fue lo que hice, al comprobar que sólo se trataba de la anciana. La dejé estar.

— ¿La dejaste estar? —gruño Josep sin creer lo que escuchaba.

— ¿Boss?

— ¿Cómo qué Boss? ¿Es que mi casa ahora es la taberna del valle o qué demonios?

— Te lo advertí, Elián. Te dije que a Josep esto no le gustaría un pelo —intervino Mael. Elián le fulminó con la mirada.

Josep se tocó el puente de la nariz.

— ¡Ya podéis poneros a recoger todo esto sino queréis pasaros horas extra limpiando los baños de los guerreros! —exclamó a gran voz—. ¡Señora, la advertencia también va para usted! —la anciana lo ignoró— ¡Señora! ¿Me oye? Hago el favor de parar y no se haga la sueca.

De pronto, Puri, levantó la cabeza de lo que sea que estuviera haciendo y le lanzó a Josep la masa de la coca en la cara.

— ¡Gregorio! —sollozaba a moco tendido— ¿Ahora que voy a hacer sin ti?

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora