Capítulo 70: Enemiga en casa

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— ¿Qué pretendes con esto, Gab? —interrogó Josep a su amigo. Casi no se creía lo que veía ante sus ojos y en su misma cama, pero el pelo rizado del color de las amapolas la delataba—. ¿Cómo se te ocurre llevar a nuestro enemigo a nuestro hogar? ¿De verdad, lo has pensado bien? Porque ahora mismo te desconozco y casi prefiero que hayas perdido el juicio.

— ¿Y qué querías que hiciera? —repuso Gabriel mientras le cambiaba los paños para bajarle la fiebre a la hija de los Vidal— ¿Dejarla allí tirada a su suerte?

— Si —aseveró sin dudar. Frunció el ceño al ver como su amigo atendía a aquella mujer de la que si por él fuera ya estaría criando malvas dónde él la había dejado—. Es lo que yo...

— Lo que tu hiciste, ¿no? —se mofó Gabriel interrumpiéndolo. Él no entendió la broma y por lo que suponía Gabriel tampoco se lo explicaría—. No somos como ellos y no nos comportamos como animales. Entiendo tu enfado y comprendo que para ti, tener a la hija del líder de los cazadores en nuestra casa sea la peor de las torturas, pero también sé que tu sed de venganza es la que habla ahora mismo por tu boca. Nosotros somos mejores. Tú eres mejor, Jo.

Gabriel volvió a mojar los paños y limpió el sudor de la chica con delicadeza, al extremo de que para Josep fue imposible mirar aquella escena de piedad que su amigo si era capaz de hacer. Giró la mirada.

— En efecto, soy mejor que esos carniceros porque si ese hubiera sido el caso, esa chica a la que atiendes habría llamado a Morrigan a voces por las torturas a las que la sometería y ni siquiera nuestra Diosa de la muerte se apiadaría de su alma. Dejarla allí, era mi muestra de piedad porque al menos habría muerto como todo hijo de vecino, naturalmente.

Gab se levantó del lado de la cama dónde había permanecido ayudando a la hija del líder de los cazadores y recogió la palangana en la que mojaba los paños para bajarle la fiebre. Josep lo siguió con la mirada, atento a cada uno de sus pasos.

— Ella es como nosotros, Jo. No podemos abandonarla.

— ¡Y una mierda!

— Eryx nos dijo que ha sido capaz de crear fuego de la nada. Sabes tan bien como yo, que ahora es una druid como nosotros y los nuestros no abandonan a los suyos.

— Esa mujer nunca será nada mío. Me niego a aceptar que por su venas corre sangre druida. La sangre de nuestros antepasados grita por esta blasfemia. No aceptaré esto, Gab. Y ten por seguro que tenerlas aquí nos va a traer problemas.

— Eso no pasará, te lo prometo —juró su amigo.

Josep le dio la espalda.

— Acuérdate de esta conversación cuando llegue el día en el que nos traicionen. Entonces te recordaré de que ya te lo advertí.

Salió de la casa que compartía con su amigo con la única idea en mente de pasar la noche en la intemperie. No soportaba la imagen de Gabriel socorriendo a aquella mujer, ya que por lo poco que había visto, su amigo tenía pensado utilizar magia curativa para mejorar su condición. Maldijo la hora en la que se acordó de ir por las hierbas medicinales en la zona de campo libre. Si tan sólo aquella mañana de hacía unos días, él no se hubiera fijado en que andaban escasos de ellas, no habría cometido la torpeza -luego de que Eryx les avisara del ataque- de salir a buscarla, topándose así con María Vidal.

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora