Capítulo 60: Ideando el plan

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La travesía al valle de Nigreos fue ardua. Tuvieron que cabalgar durante días y reposar por las noches porque la fatiga del viaje no les permitía seguir. María se encargó de que a ninguno de sus hombres les faltara de nada y que estuvieran atendidos en todo momento. Elena, la joven de la familia Monroe, siempre la mantenía actualizada con respecto a la salud de todos y una vez que ella le daba el parte, María descansaba. Apenas se permitía cerrar los ojos porque era su deber proteger a todos y cada uno, pero cuando su cuerpo se rendía, Julián le cubría las espaldas. Siempre le pareció un coqueto y un tanto pomposo con respecto a ella, pero con los años se dio cuenta de que era el único de la familia Salazar que valía realmente la pena. En el séptimo día de camino, María decidió que acamparan para poder enviar a Aarón Chenery y a Arthur Elford para que investigarán a la secta de la que tenían que hacerse cargo. Les corría bastante prisa que obtuvieran la información sobre aquellos hijos del diablo; todo lo que consiguieran sería imprescindible: comportamientos, horarios, si habían mujeres y niños, si los hombres tenían algún conocimiento sobre armas, si eran un pueblo nómada o sedentario...Todo era importante.

Al atardecer, Aarón y Arthur regresaron y enseguida María se ocupó de reunir a los demás para que pudieran escuchar lo que sus compañeros habían descubierto en su incursión. Se reunieron en la tienda de María que se situaba en el centro de aquel campamento improvisado. Apenas se preocuparon por la comodidad y todas las tiendas se habían montado con las pocas pieles que cargaban a cuestas.

María entró primero y luego la siguieron los demás. Un fuego ardía en la improvisada hoguera a la entrada de la tienda y que cuando todos entraron dejó de calentar el interior de la carpa. Se situaron alrededor de una mesa de madera que algunos de los hombres de su padre construyeron mientras esperaban noticias de los exploradores. A la izquierda de la mesa, se encontraban las pieles que hacían de cama para María y apoyada en una de las esquinas de la tienda, permanecían sus armas. María siempre mantenía un ojo sobre ellas. Demasiados episodios de robo de armas por el enemigo a los doce de los Lumine, la habían hecho precavida.

Arthur extendió un mapa sobre la mesa. Durante el tiempo que espiaba a sus enemigos se había encargado de cartografiar un mapa de la zona del valle. Era preciso, tanto que María supo que no se había equivocado eligiéndolo. Todos los detalles que precisaban se encontraban allí. María, aún asombrada por la habilidad del hijo de los Elford, preguntó:

-¿Qué podéis contar?

-Nada nuevo que no sepamos ya-respondió Aarón acercándose al mapa-. No son muchos, apenas unos pocos hombres, mujeres y niños.-Señaló una zona del mapa-. Aquí es dónde viven. Son chozas. No parecen poseer nada de valor. Es probable que se dediquen a la tierra.

-¿Son campesinos?-preguntó Elena desconcertada.

-Eso parece-confirmó Arthur-. Todo lo que les rodea son campos de cultivo. Han aprovechado el delta del río para plantar arroz.-Arthur señaló el delta para que los demás lo vieran claramente-. No parecen demonios.

-Nunca lo parecen-repuso María-. Sólo es un disfraz. Cuanto más vulnerables nos parecen más aprovechan ellos para utilizar su hechicería. Que no os engañe su apariencia.

-¿Cuál va a ser el plan entonces?-preguntó Julián con el ceño fruncido por la concentración. Todos miraban el mapa como si fuera a resolver sus dudas.

Aarón intervino.

-Lo mejor es pillarlos de improviso. Diría que el mejor momento para llevarlo a cabo sería durante la madrugada.-sugirió mientras miraba a María-. No he visto nada que nos indique que tengan trampas o algo parecido. Así que si logramos interceptarlos mientras duermen y colocarles los grilletes de hierro en las manos y en los pies, estarán prácticamente incapacitados. Solo nos faltaría que alguien los envenene con una sobredosis de hierro suficiente que les haga imposible que usen sus maldiciones.

-Julián se encargará-decidió María. Julián no se opuso, sabía exactamente para qué había venido.

En uno de los muchos interrogatorios que la Santa Iglesia ejercía a los hijos del diablo, se descubrió que una intoxicación por hierro, aparte de casi acabar con la vida de esos monstruos, también les hacía sufrir déficit de poder. Sus encantamientos y maldiciones diabólicas no surtían efecto. Desde entonces, en cada misión los Lumine lo utilizaban para inhabilitarlos completamente.

María habló de nuevo:

-Ahora qué sabemos cómo debemos actuar. Nos organizaremos de la siguiente manera: Los mellizos-dos sombras a la espalda de los reunidos a la mesa-, nos cubrirán la retaguardia con sus catapultas, que mantendrán ocultas hasta que alguno de nosotros les de aviso. Julián, se encargará de envenenar a cada uno de ellos, no importa el método que utilice, terminará por esposarlos con los grilletes. Luego, Yo, Aarón y Arthur nos ocuparemos de llevarlos a los carros y meterlos en las jaulas una vez que todos estemos incapacitados. Y por último, pero no menos importante, Elena se quedará en el campamento para que si se necesita ayuda médica alguno de nosotros pueda avisarla mientras se mantiene segura. ¿Se ha entendido?

Todos asintieron.

-Pongámonos en marcha-ordenó María.

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora