Capítulo 82: Eres mi juguete

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Advertencia, este capítulo tiene cosas violenta

El olor a orín fue lo primero que captó al abrir los ojos. Intentó enfocar la vista para averiguar dónde estaba, pero el fuerte dolor de cabeza apenas y la dejaba pensar. Pasó la mano por el lugar que más le molestaba y se encontró con un bulto que no tenía buena pinta. Podría tener una conmoción cerebral. Si Nerea hubiera estado con ella podría haberla ayudado. ¿Cómo estaría ahora? ¿Se preguntaría dónde estaba ella? ¿O ya ni siquiera le importaba?

Los puntos negros que la impedían ver se difuminaron y se sorprendió al notar que estaba encerrada. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía en una celda como si fuera una criminal? El dolor de cabeza se hacía cada vez más molesto y no iba a permanecer encerrada allí. En cuanto descubriera al culpable iba a recibir un buen castigo.

Con esfuerzo se levantó del frío suelo lleno de suciedad y que ella prefirió ignorar y se dirigió a los barrotes decidida a pedir ayuda.

— Hola, ¿hay alguien ahí? Por favor, puede oírme alguien —alzó la voz.

Sólo se escuchaba su respiración.

— Por favor, ¿podéis escucharme? Soy la hija de Rafel Vidal, no entiendo que hago aquí.

Cuando ya empezaba a cansarse de gritar, oyó unos pasos. Parecían ser de varías personas. Intentó mantener la calma, seguro que todo esto era una equivocación. Su corazón se apretó en su pecho cuando se percató de quienes eran los recién llegados.

— ¿Papá? ¿Mamá? ¿Qué significa esto? —inquirió perdida

Julieta bajó la mirada.

— ¿Qué se supone que significa esto? —volvió a insistir María con un sentimiento parecido a la desesperación.

— Cállate —ordenó Rafael.

María se tensó de inmediato y sus respiración se hizo más pesada.

— Papá...

—No te atrevas a llamarme así —dijo furioso.

Su madre sollozó dolorosamente.

María sentía como poco a poco ese mal presentimiento que había tenido antes de escaparse del escondite de los hijos de diablo se convertía en algo tangible.

— Padre, por favor —suplicó

— No soy tu padre ni ella es tu madre. Nosotros no tenemos ninguna hija fruto del diablo.

— Papá, perdóname —los ojos de su padre se volvieron oscuros y el odio se apoderó de ellos. Cada vez le costaba más respirar—. Te prometo que no sé lo que pasó. Yo no lo entiendo.

— No hay que entender, bruja —respondió airoso. María cayó al suelo por la sorpresa—. ¿Te ha gustado burlarte de nosotros por tanto tiempo? Estoy seguro que los malditos diablos se están riendo en sus tumbas en este momento. Intercambiarte a ti, un engendro por el corre la brujería por nuestro verdadera hija.

— ¿Qué dices, padre? Soy tu hija. Soy yo, María. Por favor, padre —imploró sobre el suelo. Sus piernas estaban sin fuerzas.

— Tu no eres nuestra hija. Eres un engendró —soltó su padre—. Un engendro del que me voy a deshacer de inmediato.

El espanto se apoderó de María y un temblor hasta ahora desconocido para ella se hizo cargo de su cuerpo, como un capitán con su barco mientras la tormenta arreciaba.

Escuchó como abrían la celda y luego el dolor en su cabeza se intensificó cuando su padre la agarró con fuerza del pelo.

— Rafel, por favor. Para —suplicó su madre—. Es nuestra hija

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora