Capítulo 13: Un desayuno desastroso

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El desayuno estaba servido.

Los sirvientes salieron en fila de las cocinas y fueron dejando las bandejas llenas de pan recién hecho sobre la mesa del comedor, dónde María que hacía poco que había despertado evitaba quedarse dormida.

A su lado, Nerea intentaba llamar su atención con pequeños toques sobre su pierna, pero aún así los ojos de su amiga permanecían entrecerrados al igual que hacía escasos minutos. Minutos que Nerea no deseaba repetir. Levantar a María le había supuesto toda una odisea. De hecho, esperaba que tardaran en arreglar el cuarto de su amiga porque en ese momento parecía más una cuadra que la habitación de una señorita. Menuda mañana les esperaba.
María -ajena a las preocupaciones de Nerea- volvió a bostezar mientras terminaban de llenar las jarras con zumo. La noche anterior no había dormido tan bien cómo solía hacerlo, la verdad era que tampoco el baile por el que había suspirado por tanto tiempo había llegado a estar a la altura de sus expectativas. Y no porque no fuera el evento del año, que sí que lo había sido. Los bailes, los invitados, la diversión a raudales, incluso la satisfacción de haber visto a Iris con la nariz rota -que sin lugar a dudas había sido lo mejor de la noche-, no le quitaba la desazón que sentía por no haber podido bailar ni siquiera una pieza con el capitán Veryard. ¿Cómo podía ser?

De entre todas las mujeres casaderas, ella era la mejor opción. Siempre lo era. Porque para María no existía la competencia. Y mucho menos pensaba que alguna de las otras chicas pudieran destacar más que ella. No le cabía en la cabeza que alguien como el capitán, que parecía ser un hombre con gustos exquisitos, aún no se hubiera percatado de su presencia. Que no se acercara en las reuniones, lo aceptaba; porque bueno no dejaban de estar de servicio, pero en un evento oficial en el que se le había otorgado el rango de cazadora y donde ella conformaba el papel principal le extrañaba demasiado. Es más, incluso se había acercado la insoportable de Iris con la nariz rota acompañada del rancio de su hermano mayor... Y eso no fue lo peor -lo horrible no fue que el capitán no la notara no-, lo peor había sido toparse con aquel insulto de caballero que había insinuado que ella distaba mucho de ser una dama.

¿Cómo se atrevía siquiera a insinuarlo?

¿Acaso estaba ciego?

No había nada mal con ella. Además, aunque lo hubiera, habría sido una descortesía decirlo así tan abiertamente, y no sólo por eso sino porque le estaba faltando el respeto a la hija de su líder. Se jugaba mucho con ese comentario y sin embargo, desafió las reglas sin importarle las consecuencias. Ahora que caía, nunca lo había visto entre los miembros de las principales familias. ¿Sería alguien nuevo? No lo sabía a ciencia cierta, porque apenas había logrado ver sus ojos que eran de color verde, un verde jaspeado que a ella le recordaba al jade.
Notó cómo Nerea llamaba su atención de nuevo. No había parado desde que se sentaron a la mesa. ¿Qué mosca le picaba?

— María, compórtate por favor —susurró Nerea entre dientes—. Tu madre no te quita ojo desde que estamos aquí. Al menos haz un esfuerzo por aparentar que estamos en familia.

— No podría importarme menos lo que piense ahora mismo mi madre, Nerea. Tenía que haberme quedado en la cama durante toda la mañana, así se me habría pasado el disgusto que tengo encima.

Justo después de su intervención, la madre de María que en ese momento se servía un vaso de zumo no se hizo de rogar y tal y cómo supuso Nerea, las reprendió.

— ¿Qué estáis susurrando señoritas? Espero que podáis repetirlo en voz alta para que todos nos enteremos.

— No es nada importante señora Julieta, tan sólo le recordaba a María que debía darse prisa en desayunar, ya que las clases con el profesor de etiqueta empiezan en pocos minutos.

Julieta se secó los labios con una servilleta y miró de reojo a María, que ajena a la discusión que se llevaba a cabo en la mesa, seguía pensando en la desagradable velada de la noche anterior.

— María—llamó su atención su madre sin éxito. Julieta comenzaba a perder la paciencia y lo que Nerea temía desde que se sentaron a desayunar parecía estar a punto de cumplirse.

—María—volvió a llamarla Julieta. Esta vez con enfado, señal que hizo que por fin María le prestara atención.

—Sí, madre.

—Jesús, María. ¿Qué te hace estar en las nubes a estas horas? —la reprendió—. Pareces ida, hija. Y mírate esas ropas, ¿qué crees que pensará la servidumbre al verte de esas guisas?

— Pues pensarán que estoy en casa, madre—contestó con parsimonia mientras cogía una tostada de pan y la untaba—. Sólo tú pondrías el grito en el cielo por no ir emperifollada a las siete de la mañana.

María se fijó en cómo iba vestida su madre y suspiró hastiada. Llevaba un vestido azul petróleo de un lino de la mejor calidad con bordados en oro en la zona del escote. Un collar de perlas esterlinas adornaban su cuello de cisne mientras que su pelo cobrizo semi recogido caía en ondas sobre su espalda ¿De verdad era necesario vestirse cómo si fuera la coronación del próximo rey? Tan sólo estaban en casa.

— María no seas insolente—la regañó su padre-. Tu madre sólo intenta ayudarte y aconsejarte para el día de mañana.

— ¿Y tiene que hacerlo también en el desayuno, padre? Me asfixia con tanta pomposidad.

— Rafael, ¿la escuchas? ¿Cómo puede hablarme así? Dime qué he hecho para merecer esto. Una niña díscola que no sabe comportarse y que además me desafía. Creo que me va a dar migraña.

— Yo la tengo desde que has empezado con tu sermón—dijo María ofuscada, dejando de lado su desayuno. Nerea le pateó la espinilla por su osadía, cosa que hizo que María la mirara con mala cara.

— María contéstale bien a tu madre—volvió a insistir su padre hastiado.

Si había algo que Rafael odiaba eran las quejas de Julieta sobre el comportamiento de María, porque se llevaba todo el día con aspavientos que le provocaban dolor de cabeza. Y el comportamiento de María en ese momento iba encaminado a que su tarde de tranquilidad y paz se viera afectada. Tenía que arreglar la situación cómo fuera.

—Es ella la que ha empezado. Yo estaba muy tranquila, padre.

—María, creo que deberíamos irnos a clase, ya sabes que al profesor no le gusta que lleguemos tarde—intentó calmar los ánimos Nerea de nuevo.

—¡Qué espere!

—María, ¿qué formas son esas? —dijo presa del pánico Julieta-. Rafael tienes que hacer algo. Esta niña va a acabar conmigo.

Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora