Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)

Capítulo 31: Hundida

Nerea corrió y corrió. Tenía el corazón destrozado y estaba muy dolida con su amiga. ¿Por qué no era capaz de entenderla?. Empezó a sentir el deseo de no querer vivir más con los Vidal e independizarse y alejarse para siempre de Luna Nova, no quería saber más nada de los cazadores. En el fondo le dolía que se rompiera su amistad con María, pero no soportaba ver cómo le quitaban la vida a una persona y ellos tan campantes, ¿Es que no tenían piedad?. Por una parte se le vino a la mente que nunca habían estado un día con ellos, en donde vivieran, quizás no eran malas personas y sólo deseaban convivir con los no brujos, en definitiva, nos los conocian cien por cien.

De repente sintió cómo si se hubiera chocado con alguien y cuando alzó la vista, estaba situada encima de un hombre con cabello negro que le miraba. Nerea se sonrojó y se levantó de repente.

— Lo siento muchísimo, joven, le ruego acepte mis disculpas —hizo una reverencia a la misma vez que ayudaba al chico a levantarse.

— Tranquila, no se preocupe, estoy bien, no ha sido nada —sonrió el muchacho.

— Entiendo —dijo Nerea a la misma vez que soltó una pequeña risa.

Ahora que lo observaba mejor, Nerea pudo apreciar la belleza del chico moreno, se quedó embobada durante algunos minutos.

— ¿Y ahora qué pasa? —la voz del joven la sacó de sus pensamientos.

— Nada, disculpa, he perdido la noción del tiempo, he de seguir mi camino —Nerea empezó a alejarse.

Estanque de Cassiopeia

Después de una larga caminata, Nerea tomó la decisión de detenerse en el estanque y descansar un poco. Lo primero que hizo fue beber un poco del agua cristalina donde se podía reflejar el brillante sol. Empezó a notar un poco de calor, se notaba que el verano estaba a la vuelta de la esquina.

Aún seguía dolida y enfadada con María. No sabía si harían las paces cualquier día y si le perdonaría lo de tirarle la pulsera al fuego de la chimenea. Desde pequeña le han inculcado que siempre debía decir lo que pensaba, aunque fuera malo y le pudiera doler a la otra persona. Desde que tenía uso de razón, su miedo fue la reacción de la gente, pero cómo le dijo su cariñosa madre, no le iba a agradar a todo el mundo. En ese momento echaba de menos el abrazo de alguien que la consolara y le dijera que todo estaba bien y que no se preocupara por nada, que el tiempo lo curaba todo y ponía a cada uno en su lugar.

Más estaba sola en aquel paisaje digno de un bosque de hadas y elfos, así que se conformó con consolarse a ella misma. Su único deseo era que María llegara a abrir los ojos que llevaba vendados con los malditos ideales de los cazadores.

De pronto, un ruido que venía detrás de los árboles la devolvió al mundo real.