María se llevó las manos al cuello con la única intención de protegerse de aquel hombre que se había atrevido a atacarla de la manera más cruel y retorcida que existía. Ni siquiera ella se aprovecharía de una situación de debilidad para acabar con la vida de alguien. La presión que sentía tanto en la garganta como en el pecho la alertaban de que con tan sólo un poco más de tiempo ella ya habría pasado a mejor vida.
Un ataque de tos la sobresaltó en ese instante. Iba y venía igual que las olas, y a cada segundo que pasaba se le hacía más difícil contener las ganas de pedir el agua que tanto necesitaba para aliviar la quemazón que se extendía por su garganta irritada.
Con una voz que apenas reconocía como propia se enfrentó a su verdugo.
— ¿Por qué no me matas? ¿Ya no es lo mismo sino estoy vulnerable?
Él prorrumpió en carcajadas. Algo que a ella le resultó vergonzoso y humillante. ¿De verdad su pregunta era tan divertida? María pensaba que su reacción era la de un cobarde y como tal no debía de catalogarlo como una burla a su valía, pero su orgullo le impedía que lo clasificara así.
— ¿Te hace gracia mi pregunta? —preguntó en un hilo de voz que esperó que sonase amenazante.
— No, princesa. Tú eres la que me hace gracia. Ni siquiera al borde de la muerte puedes dejar de dictar órdenes, ¿no?
Si antes en su confusión logró reconocerlo, ahora con la visión mucho más nítida que antes, María lo confirmó.
— Eres tú. El patán que se coló en mi fiesta de iniciación y que luego perpetró el ataque en mi propia casa.
Aquel imbécil se atrevió a tocar las palmas como si ella hubiera resuelto una adivinanza.
— La verdad es que me sorprende que no se haya dado cuenta hasta ahora, princesa —Gruñó ante el odioso apelativo y murmuró entre dientes que no la llamara así. No tendría nada de princesa cuando le rebanara el pescuezo—. Ha tenido numerosas oportunidades para reconocerme y en ninguna de ellas he hecho demasiado esfuerzo para ocultarme.
— Tu insolencia y bravuconería son vomitivas —repuso ella.
— Lo único vomitivo aquí es tu presencia chiquilla.
María casi pudo saborear el odio que ese hombre despedía por todo su cuerpo. Cada poro de su piel lo gritaba. Sus ojos que antes parecían estar vedados a su vista se tornaron de un verde oscuro pantanoso. Era un hombre peligroso y tendría suerte si por algún casual le quitaba los ojos de encima, cosa no muy probable.
Permaneció escrutándolo a conciencia: Tenía el pelo del color del ónix y semirrecogido en numerosas trenzas que partían de sus sienes y que ella juraría que acababan en su nuca. Sus facciones varoniles aunque severas dejaban entrever unos pómulos altos y angulosos, cuyo mentón dibujaba la sombra del bello incipiente que ya comenzaba a extenderse por su rostro. Casi podía escuchar el grito que proferiría si su madre hubiera estado allí, la reprendería por tamaña desfachatez impropia de una señorita, pero ¿a quién demonios le importaba el respeto en una situación de vida o muerte?
Siguió su recorrido y de nuevo por poco perdía el poco aire que había conseguido reunir. Su corazón latía como un cervatillo recién nacido y sus ojos que hasta entonces luchaban por detenerse en su rostro, perdieron la voluntad y cayeron en la trampa; su verdugo estaba desnudo y muy mojado. El agua caía como gotas de lluvia que resbalaban por su piel morena —cubierta de tatuajes que desconocía— y que recorría aquel torso —que por más que María lo negara en su cabeza— ocupaba gran parte de sus pensamientos. Ella notó como el calor se apoderó de su rostro y deseó con todas sus fuerzas que sus mejillas no se ruborizaran. A pesar de que siempre estuvo rodeada de hombres corpulentos, se sintió intimidada por el hombre frente a ella, que aunque no era tan musculoso como los guardias de su padre, parecía estar tan en forma como ellos. Lo deducía por las líneas de su abdomen perfectamente cinceladas y la uve de su estómago que se veía y que llegaba a...a
Todos sus pensamientos se esfumaron en cuanto sus ojos confirmaron que ese hombre no sólo estaba desnudo y muy mojado, sino que también tenía sus vergüenzas al aire.
María profirió un grito ahogado que apenas sonó a un resuello y se tapó con lo primero que alcanzó: una toalla para bajarle las fiebres.
Su verdugo habló por fin.
— Espero que te haya resultado agradable el paseo, princesa.
— No sé de qué hablas —repuso María.
Sus risas llenaron la habitación y la vergüenza la inundó aún más por sentirse descubierta. Enfadada arremetió contra él.
— ¿Pretendías violarme antes de matarme?
El aura de tensión que se originó entre ellos casi podía cortarse con un cuchillo.
— ¿Eso es lo que hacéis, cazadora? —La pregunta la confundió—. Os encargáis de capturar a las mujeres de nuestro pueblo y las sometéis a violaciones.
— ¿Qué? No, nosotros...
— ¿Vosotros qué, Vidal?
— Nosotros nunca haríamos algo semejante.
— ¿Estás segura de eso?
María se quedó en silencio. La furia de aquel hombre la ahogaba.
— ¿Por qué no contestas, princesa? ¿Tienes miedo de algo? ¿O sólo tienes miedo de reconocer que no tienes idea de nada? Que lo que pensabas puede que no fuera del todo cierto —oyó como sus pasos se acercaban de nuevo a ella. Retiró la toalla de su rostro y la tomó del mentón en un agarre suave que la sorprendió—. Nosotros, princesa. Aunque te cueste creerlo no somos los monstruos de los que los cazadores hablan. No violamos mujeres ni matamos a niños e inocentes. Mi desnudez es sólo mera casualidad de un baño tardío. Llevas casi una semana dormida. Si esas hubieran sido mis intenciones ya las habría perpetuado hace mucho tiempo.
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Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)
ActionPrecuela/Spin Off de la Tercera Generación en España. Druids (magos) y Lumine (Cazadores) en una lucha desde tiempos antiguos. Los Druids quieren vivir en paz, pues no hacen mal a nadie ni a la naturaleza, mientras que los Lumine constantemente busc...