Origin; Libro 1: Initium(En Proceso De Edición)

Capítulo 29: Celebración

Todos estaban consternados en la plaza por aquella niebla que había aparecido de repente y que luego se empezó a desvanecer.

— Padre Emmanuel —dijo uno de los guardias— el cuerpo no está, ha desaparecido.

— Vaya, quizás esto ha sido obra de algún brujo para llevarse el cadáver de ese anciano decrépito, bueno, no importa. Un hijo del diablo menos —bajó de la tarima.

Mientras volvían a la Masía, Nerea se quedó muy pensativa debido a lo sucedido anteriormente. Juraría haber visto a dos hombres montados en caballos huyendo de Luna Nova.

— Quizás haya sido mi imaginación —pensó.

Al rato agarró a María suavemente por el puño de su vestido.

— María.

— Dime, Nery.

— ¿Has visto lo mismo que yo?.

— ¿A dos personas montando a caballo?, sí, pero ha sido de refilón.

— Entonces no ha sido producto de mi imaginación —susurró.

— Seguramente sean brujos, les daremos caza.

Nerea miró al horizonte muy seriamente. No quería volver a ver a alguien morir, aún no se había recuperado del estado de shock de ver a Gregorio siendo ejecutado. Era una de las cosas más horribles y macabras que le había tocado ver en su vida como cazadora. Una sensación de culpa nacía en su interior. ¿Y si ese hombre tenía una familia?, ¿Qué sería de esa esposa o hermana el saber que él no volvería nunca al calor de su hogar?. Esas y otra serie de preguntas eran las que se hacía mentalmente.

Una vez dentro de la mansión, Nerea y María fueron a darse un baño de agua caliente y a cambiarse de vestidos. El de Nerea era de color violeta y el de María de color rojo escarlata con bordes en dorado.

— Bueno, mis queridas cazadoras, enhorabuena por vuestra misión —dijo Rafael.

— Sabía que lo conseguirías —dijo Julieta con una bonita sonrisa.

— Gracias padre y madre, pero no lo habría conseguido sin la ayuda de Nerea.

Nerea sólo se limitó a observar la escena.

— Ha sido un placer ayudarte —dijo Nerea intentando esbozar una sonrisa.

Aunque María se dió cuenta de que no parecía estar bien y que algo le ocurría.

— Bueno, juntemos nuestras copas —exclamó Rafael— por los cazadores y por que os asignen más misiones.

Los cuatro chocaron sus copas de vino entre ellas.

— Nerea, subamos a mi habitación —Maria se levantó de su silla— si nos disculpais.

Cuando subieron las escaleras, María tomó a Nerea por el brazo y entraron en el dormitorio. Acto seguido, María cerró la puerta.