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LIAM

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A pesar de no encontrarse abierto a esas horas, sabía que los chicos ya estarían dentro preparándose para la jornada. Covent Garden siempre tenía movimiento, y eso Harvey lo sabía muy bien. Criado allí y con un piso propio justo encima del local, su sueño siempre había sido ser el dueño de uno de los muchos pubs que iluminaban las calles y alegraban los días a sus transeúntes.

Cuando consiguió las escrituras del bar, cumplió su sueño, y con él, el de muchos de sus vecinos que no veían el día en el que Lamb & Flag volviese a abrir sus puertas.

Que yo estuviera trabajando allí no había sido más que una casualidad, parecida a la que me había hecho toparme con Maia la noche anterior. Simplemente pasaba por allí, estaba cansado de no saber qué hacer con mi vida, vi el cartel de nueva apertura y... entré a probar suerte.

Tres años después, aquel sitio se había convertido en mi hogar.

Y, por supuesto, su gente formaba ya parte de mi familia.

Aparqué y esperé a que fuera ella la primera en salir. Una vez fuera, cruzamos la carretera y anduvimos por Rose Street los pocos metros que nos separaban de su pintoresca y famosa entrada.

Me volví hacia Maia.

—¿Preparada?

«Cojonudo, Liam.»

Me di cuenta tarde de la tontería que acababa de preguntar, al ver que ella no respondía y tan solo me había mirado de reojo tragando saliva. Sacudí la cabeza e ignoré mi traspiés. Antes de entrar, retiré el papel de la puerta en el que se podía leer "SE NECESITA CAMARERO/A", sí, con mayúsculas, porque, cuando Harvey necesitaba algo, lo necesitaba pronto. Era un tío serio y quizá un poco agrio cuando lo conocías, pero, con el paso del tiempo, empezabas a darte cuenta de que no era más que un trozo de pan.

Dejé que Maia cruzara el umbral antes que yo y, en cuanto la puerta volvió a cerrarse, cuatro pares de ojos se volvieron hacia nosotros.

Bien, empezaba el interrogatorio...

O no.

Porque Harvey apareció por la trastienda antes de que ninguno pudiera abrir la boca.

—¡Coño, Liam, ya era hora!

Efectivamente, era el último en llegar. Bueno, mejor dicho, éramos...

El caso es que aquel día, como todos los de la semana, mis compañeros y nuestro dueño ya estaban a punto de empezar a preparar las comidas que serviríamos esa mañana. No esperaba que Maia fuera a incorporase inmediatamente; sabía que necesitaría algo de práctica y, sobre todo, familiarizarse con el establecimiento. Sin embargo, sí me había parecido buena idea que conociera a los chicos antes de empezar y que pudiera ver cómo funcionábamos.

Aunque Harvey tenía otros planes.

—Hoy vamos a tener más trabajo... Aún no ha venido nadie por la oferta, y me temo que Megan sigue necesitado algo de ayuda en la barra...

Cogí aire antes de hablar.

—Ya lo he solucionado, Harvey.

Mi jefe frunció el ceño. Supuse que no entendía nada...

Hasta que, por fin, se dio cuenta de que no estaba solo. Y su entrecejo se relajó.

—Esta es Maia. —Aproveché el momento de silencio para presentarla y mirarla yo también. Al ver el recelo en sus ojos, pensé que quizá habría sido demasiado precipitado traerla tan de repente, sin avisar a nadie... Pero ya no había marcha atrás. Así que carraspeé para seguir hablando—: Necesita el trabajo y... Podría empezar ya mismo.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora