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JULIO

2019

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MAIA

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Qué subjetivo es el paso del tiempo.

Desde que habíamos regresado de París, sentía que los días se solapaban unos con otros. Las horas se difuminaban y parecían convertirse en minutos. Llevábamos una semana en Londres, pero para mí no había sido más que un suspiro.

Tras la visita de la hermana de Liam, habíamos vuelto a la rutina. El bar, las tareas de la casa, las visitas de los chicos, las noches jugando a los dardos. Todo había vuelto a su cauce y yo me sentía increíblemente bien.

Quizá que Liam y yo hubiésemos empezado a dormir juntos tenía algo que ver.

Esa mañana me desperté cubierta por su brazo. El calor ya había llegado, pero no era algo que nos importase cuando se trataba del que nace de dos pieles rozándose. Le había dicho adiós al pijama; Liam me había dejado un par de camisetas y yo no pude negarme al ver cómo me miraba. Por supuesto, no perdí la vergüenza de un día para otro, pero era algo en lo que, con su ayuda, estaba trabajando. Me encogí en su abrazo y noté cómo se estiraba. Sonreí con los ojos cerrados cuando encontró mi mano.

—Buenos días —le saludé en un susurro.

Él me besó el hombro y, a pesar de la tela, sentí un escalofrío.

—Buenos días. —Me mordí el labio ante el sonido ronco de su voz y, entonces sí, me giré, aún sin soltarlo. Abrió los ojos lentamente y una sonrisa irresistible se dibujó en su cara—. Así mejor.

No nos besamos, pero nos quedamos tan cerca que tampoco hizo falta. Le acaricié la mandíbula con la otra mano y volvió a cerrar los ojos. Bajé un poco más. Liam soltó el aire cuando llegué hasta su pecho. No llevaba camiseta.

—¿Qué tal has dormido? —me preguntó después de aclararse la garganta. Yo seguí trazando espirales en su piel y él seguía con los ojos cerrados.

—Muy bien. ¿Y tú?

Me detuve antes de llegar al pantalón. Levanté la vista para ver cómo fruncía el ceño. Apreté los labios, escondiendo la sonrisa.

—Perdón, ¿qué me habías preguntado?

Negué con la cabeza y me reí por lo bajini. Él apretó mi mano con un poco más de fuerza antes de soltarla y agarrarse a mi cintura.

—Me estás desconcentrando... —murmuró muy cerca de mi oreja.

—Ya te has despertado desconcentrado.

Soltó un gruñido que me puso la piel de gallina.

—Mierda.

Se movió para colocarse encima de mí. Lo miré con los ojos de par en par por la sorpresa y él se limitó a sonreír. Tragué saliva por lo mucho que había implícito en esa sonrisa...

—Así que me he despertado desconcentrado.

Asentí sin poder hacer otra cosa. Se acercó peligrosamente a mi boca y cerré los ojos, deseando un beso que no llegó. Volví a abrirlos para comprobar que, efectivamente, me estaba provocando. Intenté alcanzar sus labios, pero se alejaba cada vez que estaba a punto de hacerlo. Dejé caer la cabeza en la almohada y, consciente de que nuestros cuerpos ya habían terminado de despertarse, levanté la pelvis para rozarlo. Liam bajó la mirada y apretó la mandíbula. Repetí el movimiento y él terminó por pegarse a mí. Gemí.

—Joder, Maia. —Giró el rostro para comprobar la hora y resopló—. Es tarde...

Era cierto. Desde que dormíamos juntos, se nos pegaban las sábanas más que de costumbre. No solía costarme demasiado salir de la cama, pero con él en mi espalda, rodeándome con sus brazos, perdía por completo la noción del tiempo. De nuevo, cada rato que pasábamos juntos me sabía a poco, se me hacía corto... Pero tenía razón. Aún teníamos que prepararnos. Solté el aire por la nariz e, ignorando el deseo que había empezado a crecer en mi vientre, asentí.

—¿Te duchas tú primero? —le pregunté mientras se separaba de mí para levantarse de la cama. En cuanto sus pies tocaron el suelo, me miró. Allí estaba esa sonrisa otra vez...

—¿Nos duchamos juntos?

Y, con apenas tres palabras, consiguió volver a encenderme.

• • •

—¡Hola, hola!

Emily me abrazó nada más cruzar la puerta. Me resultaba envidiable la facilidad que tenía para sonreír y, sobre todo, para contagiar su felicidad al resto. Se parecía tanto a Liam en ese aspecto que no me extrañaba que hubiese llegado a cogerles tanto cariño. Ellos desprendían toda la energía que a mí, al menos cuando los conocí, me faltaba. Megan y los chicos entraron después, cargando unas bolsas que me llamaron la atención. Jack levantó una con una sonrisa.

—Hoy nos tocaba invitar a nosotros.

Liam los saludó con una palmada en la espalda y abrazó a las chicas. Emily le guiñó un ojo al separarse y yo aparté la mirada. Por Dios, ¿tan evidente era? Me acerqué hasta la cocina para coger unos platos y él vino detrás de mí. Se inclinó un poco y me susurró:

—A lo mejor es buen momento para contárselo.

Me giré rápidamente, no porque me disgustase la idea, sino porque me había sorprendido. Tragué saliva y asentí sin dejar de mirarlo. Él me respondió con una sonrisa y un suave apretón en la cintura. Eché un vistazo al salón, comprobando que no nos habían visto. Solté un suspiro y volvimos con ellos.

La noche iba pasando y Liam no abría la boca. Tampoco sabía si quería que lo dijéramos los dos, si estaba esperando el momento adecuado... Pero ¿cuál era el momento adecuado? No tenía ni idea. Solo deseaba que fuese él quien diera el paso, porque de repente estaba sintiendo toda la vergüenza que había empezado a desaparecer con él a mi lado.

Emily nos hablaba del último chico con el que había estado y yo la miraba sonriendo. Aunque tampoco podía evitar pensar en lo que me había confesado Liam hacía semanas. ¿Y si se lo tomaban mal? ¿Y si pensaban que era demasiado precipitado? Las chicas nunca me habían oído hablar sobre lo atractivo que me parecía Liam o sobre lo mucho que empezaba a necesitar su cariño. ¿Y si me decían que estaba loca por interesarme por alguien que lo acababa de dejar con su pareja? Había tantos «y si» que en algún momento desconecté y dejé de escucharla.

Cuando ya habíamos terminado de cenar, los chicos recogieron los restos y fueron a la cocina a por más cervezas. No voy a mentir, me tensé un poco al ver que me quedaba sola con ellas... Y, sobre todo, al ver cómo me miraba Emily.

«Ahí va...»

—Bueno... —Carraspeó—. ¿Y qué tal por la ciudad del amor?

El corazón me dio un vuelco pero decidí ignorarlo y opté por mostrarme confundida; al fin y al cabo, ya les habíamos contado todo lo que habíamos hecho en París... De puertas para fuera del hotel, por supuesto.

—Ya os hemos hablado del viaje...

Emily sonrió. No me hizo falta nada más para cerciorarme de por dónde iba aquella conversación.

—No, no. Yo quiero saber por qué estás tan contenta desde que habéis vuelto.

Sin saber cómo escapar de allí, miré a los chicos de reojo. Mike y Jack me daban la espalda y, al parecer, estaban más pendientes de ellos que de nosotras... Agradecí que la televisión estuviera encendida y que Emily hubiera hablado en un tono de voz bastante bajo. Pero me tensé igualmente y noté cómo se me encendían las mejillas.

Liam tenía razón...

Era momento de sincerarse.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora