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MAIA
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El lunes por la tarde fuimos a mi antiguo piso. Y sí, digo «fuimos» porque Liam cumplió su palabra. Me llevó en coche hasta allí y aparcó a unos metros del edificio. Apagó el motor y quitó la llave. Supuse que estaba esperando a que abriera la boca, pero no sabía qué decir... Al final fue él quien se aclaró la voz para hablar.
—Puedo esperarte aquí si quieres.
Todas mis alarmas se encendieron.
No, no quería. Por supuesto que no quería...
Pero aquella era mi vida. Liam no tenía ninguna obligación, suficiente había hecho llevándome hasta allí, cuando podría haber ido en metro sin ningún problema. Hasta entonces me había prestado su ayuda en todo momento, pero no podía depender de ella eternamente. Había puertas que debía cerrar yo sola.
Aún me costó unos segundos, aunque acabé asintiendo.
—Enseguida vuelvo.
Abrí la puerta fingiendo una entereza que ni de lejos sentía. El frío me recibió en cuanto puse los dos pies fuera. Cerré suavemente y me resguardé en mi abrigo todo lo que pude mientras echaba a andar hacia el edificio. Con las manos en los bolsillos y una parsimonia impropia de mí, no podía dejar de pensar en la persona que acababa de dejar en el coche. Tenía la vista clavada en el frente, pero mi cabeza me pedía que diera media vuelta, me resguardase a su lado y me olvidase de las pocas cosas que había dejado en ese apartamento. Total, siempre podría comprarme otras...
El miedo venció al valor cuando solo me quedaban unos metros para llegar a la puerta.
Apenas medio minuto después, volvía a estar en el asiento del copiloto, envuelta por un silencio denso y pegajoso.
Me negaba a mirarlo, así que cerré los ojos. Debía de pensar que era una cría, una cría tonta e ingenua que esperaba que todo cambiase si lo deseaba con la fuerza suficiente. Lo suponía porque así había funcionado hasta el momento. Si mis padres se enfadaban, me encerraba en mi habitación para no tener que escucharlos; si mi hermano discutía con ellos, hacía lo mismo. Cuando mis antiguas compañeras de piso montaban una fiesta en el salón, me metía bajo las sábanas hasta que los invitados se marchaban. Siempre evitaba los problemas. Me escondía, los rehuía, intentaba no hablar del tema, intentaba no pensar siquiera en ellos... Hasta que desaparecían. Muchas veces no se iban, seguían conmigo, adheridos a mi piel, a mis entrañas, pero yo conseguía ignorarlos. Así ocurrió con la muerte de mis padres y con la mudanza de mi hermano. La ausencia seguía allí, por mucho que yo me obligase a no pensar en ello. Había conseguido vencer el duelo, aceptar la marcha de Oliver, pero la realidad golpeaba de nuevo cuando menos me lo esperaba. Una realidad que no me gustaba, que me hacía querer gritar por lo injusta que había sido conmigo. Una realidad que siempre me pillaba desprevenida...
Como aquella tarde.
No quería salir del coche. ¿Por qué debía hacerlo? Me parecía mucho más sencillo volver a nuestro piso, conseguir ropa nueva, olvidarme de sus caras y... no tener que verlas nunca más.
Ahora me doy cuenta de que ese no es el camino adecuado, de que siempre debemos afrontar los problemas de cara, por mucho que nos duela y por mucho que nos cueste. Pero por aquel entonces yo era inmadura. Estaba muy asustada, y el miedo te paraliza. Tendría que haber andado esos metros, tendría que haber recuperado mis cosas y haber dejado el tema zanjado para siempre. Pero no, no lo hice.
Y no solo eso...
Dejé que Liam lo hiciera por mí.
—Maia, ¿quieres que vaya yo?
No debí decir que sí. No debí dejar que luchase esa batalla por mí. No debí mirarlo y dejarme llevar por la seguridad que parecía desprender su mirada.
Pero lo hice.
Me quedé en el coche mientras él llamaba a su puerta y ellas le tendían un par de cajas de cartón. Me encogí en el asiento al ver cómo volvía hacia mí. Cerré los ojos cuando guardó mis cosas en el maletero y los abrí al notar que se sentaba a mi lado.
—Ya está —susurró en un tono suave aunque no hiciera falta. Porque sí, ya estaba hecho. Por fin lo había solucionado...
Y yo, sin poder hacer nada por evitarlo, acababa de entregarle una parte de mi corazón.
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Alas para volar ✔
RomanceMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...