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LIAM
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A esas alturas, era obvio que había perdido el juicio por completo.
¿Quién no quiere invitar a una desconocida a pasar la noche en su casa? Es algo absolutamente normal...
No, joder, pues claro que no lo es. Es una auténtica estupidez...
Pero a mí no me lo pareció cuando pensé en Lily.
Si mi hermana hubiera estado en la misma situación en la que se encontraba Maia, habría movido cielo y tierra para estar con ella. Habría hecho lo que hubiera estado en mi mano para ayudarla. Siempre lo haría. Y Maia... Me recordó a ella. No aparentaban la misma edad, desde luego, pero vi en sus ojos algo que me hizo preocuparme por ella hasta el punto de ofrecerle mi apartamento. La vi indefensa. La vi como a mi hermana pequeña, como si me necesitase, como si tuviera que rescatarla, como si solo yo pudiera arreglar el desastre de noche que debía de estar pasando.
Así que las palabras salieron solas. Fui incapaz de callarme. No podía. Maia me había hecho pensar en mi hermana, y aquello era algo que simplemente no podía ignorar.
Tenía que ayudarla.
Pero solo si ella se dejaba ayudar.
—¿Cómo...? ¿Cómo dices?
Solté el aire por la nariz y giré el cuerpo levemente hacia ella, dispuesto a explicarme.
—Mira, sé que acabo de proponerte una locura, pero... Tú has visto lo mismo que yo —admití, refiriéndome al hotel del que acabábamos de salir—. Aunque hubiera habido una habitación libre, creo que incluso la calle habría sido mejor opción. Si te he traído aquí es porque no conozco ningún otro, pero ahora me arrepiento. Podemos seguir buscando si lo prefieres... Aunque dudo mucho que vaya a haber suerte. Si este estaba lleno, no quiero ni pensar cómo estarán los que son más decentes...
Sus ojos, que aún estaban algo vidriosos, no abandonaron los míos en ningún momento. La preocupación podía leerse en cada centímetro de su rostro, por lo que seguí hablando.
—¿Sabes si hay algún otro hotel por aquí? —Ella negó rápidamente con la cabeza e intenté suavizar un poco la situación—. Bueno, ¿qué otras opciones nos quedan entonces?
Me preparé para su negativa; al fin y al cabo, seguía siendo un completo desconocido.
Pero no fue aquello lo que me dijo.
—No me conoces de nada.
El hecho de que remarcase que no la conocía en vez de afirmar que era ella quien no me conocía a mí me sorprendió. ¿Le preocupaba más lo que yo pudiera pensar de ella? Joder. Quizá si le decía que me recordaba a mi hermana pequeña se tranquilizase... O quizá incluso sonase mucho peor.
Fuese como fuera, decidí no mencionar a Lily y tomarme la libertad de bromear.
—¿Tienes algún otro hobbie poco ortodoxo que deba conocer, o con lo de pegar patadas a coches ajenos es suficiente?
Maia se encogió en el asiento. Sí, me había pasado. Sacudí la cabeza y volví a empezar.
—Vale, está claro que no nos conocemos en absoluto... Solucionemos eso. —Frunció el ceño y yo le tendí la mano derecha con un ligero carraspeo—. Liam Black.
La forma en la que abrió los ojos me hizo sonreír. Seguro que no daba crédito de lo que estaba ocurriendo, pero, para mí, ya no había vuelta atrás. Si quería robarme el coche o algo peor ya no me preocupaba en absoluto. Entonces solo podía pensar en mi hermana, en lo mucho que la echaba de menos y en la promesa que le hice años atrás.
En que siempre cuidaría de ella.
Maia no pronunció palabra alguna durante unos segundos. Cuando al fin lo hizo, extendió la mano muy despacio y estrechó la mía.
—Maia. —Hizo una breve pausa para tragar saliva—. Williams.
Asentí ligeramente con la cabeza.
—Encantado de conocerte, Maia Williams. Ahora... —Alargué el brazo para abrir la guantera. Ella se apartó un poco. Saqué la cartera y le tendí el documento que siempre llevaba conmigo—. Aquí tienes mi identificación.
Me miró como si estuviera loco pero, como no dijo nada, proseguí.
—Con esto no quiero obligarte a que me enseñes la tuya ni nada por el estilo. Solo quiero que veas que soy de fiar y que no me arriesgaría a darte mis datos personales si mis intenciones no fueran buenas.
Maia apretó los labios y llevó la vista hacia abajo, hacia la tarjeta.
—Cumples años el mismo día que mi hermano.
Aquella confesión me dejó de piedra. En el buen sentido.
Y sonreí.
—No jodas. —Juro que se me escapó, pero la forma en la que lo había dicho, la forma en la que simplemente lo había soltado, me había sorprendido tanto que no pude evitarlo.
Ella me observó antes de devolvérmela.
—Y tenéis la misma edad —añadió.
Carraspeé mientras volvía a guardarla.
—Así que tienes un hermano. —Asintió—. ¿Vives con él?
Su gesto se tornó más serio.
—No, él no vive en Londres. Vivía, pero... —Se detuvo un segundo, no supe si tratando de dar con las palabras adecuadas o si porque se estaba asegurando de que yo no fuera a usar aquella información en su contra—. Tuvo que mudarse por trabajo.
Solté el aire.
—Yo también tengo una hermana —le dije. Me parecía lo justo, ya que ella, sorprendentemente, ya me había hablado sobre el suyo—. Se llama Lily y está en Irlanda. Cumple dieciséis este año.
Maia volvió a asentir antes de sumirse en el silencio. Tan solo el sonido de la lluvia nos acompañó durante los minutos siguientes.
Cuando empezaba a pensar que aquello no estaba sirviendo de nada, su voz me llegó en un susurro.
—¿De verdad me dejarías pasar la noche en tu casa?
Me giré para mirarla. Tenía la vista perdida en su regazo y la cabeza ligeramente agachada, por lo que el pelo mojado le caía a ambos lados del rostro. Dejando a un lado el rastro de las lágrimas, no tenía mal aspecto. Parecía una chica normal y corriente que tan solo había pasado un mal día. No podía juzgarla por lo poco que había visto, pero Maia no daba la imagen de una persona indecente. Es más, todo lo contrario; parecía una cría, alguien que nunca ha roto un plato, alguien al que aún le falta mucho por conocer. Casi como a mi hermana...
Hablé sin pensármelo dos veces:
—Mañana puedes buscar un hotel en condiciones, pero hoy es muy tarde y el tiempo es una mierda... No tengo ningún problema con que duermas en mi apartamento. De verdad.
Maia levantó el rostro.
—No sé ni qué decir...
—También puedo dejarte el coche si lo prefieres. —Echó un vistazo hacia la parte trasera y tragó saliva—. Seguro que los asientos son más cómodos que la calle.
Cuando volvió a mirarme, no sé cómo, pero lo supe.
Supe que había tomado una decisión.
—De acuerdo.
Alcé las cejas al ver que no añadía nada más. Estaba a punto de decirle que lo del coche solo era una broma cuando volvió a abrir la boca para pronunciar cinco palabras:
—Me quedaré en tu casa.
Cinco palabras que lo significaron todo.
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Alas para volar ✔
RomansaMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...