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MAIA
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«No me arrepiento, Maia.»
¿De verdad esperaba que sus palabras no me afectasen?
¿De verdad pensaba que no iba a darle vueltas?
Bueno, hasta yo lo creía...
Pero entonces me presenté en su puerta y lo hice. Me lancé. Y él me recibió con los brazos abiertos... Literalmente. Machacando todo lo que nos habíamos dicho, olvidando lo de «pasar página» en el momento exacto en que sus labios tocaron los míos. ¿Cometiendo un grave error? Era lo más probable... Pero uno que sabía a gloria.
Liam me sujetó el rostro con las manos mientras amoldaba su boca a la mía. Había sido yo la que había buscado el beso, aunque, sin duda, el control fue suyo desde el principio. A juzgar por cómo lo hacía, estaba claro que él tenía más experiencia que yo... Así que me dejé llevar y, sobre todo, guiar. Con las manos sobre sus hombros, me puse de puntillas e intenté profundizar el beso. Intenté, porque al final fue él quien lo hizo. Llevó una mano a mi nuca para acercarme más y creo que yo suspiré sobre su boca. Agarré su camiseta con fuerza y aquello lo incitó a moverme. Solo un par de pasos, pero suficientes para que Liam pudiera cerrar la puerta y pegar mi espalda contra ella.
Seguimos besándonos con nuestros cuerpos demasiado cerca, nuestros labios demasiado ansiosos... Y entonces me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. ¿Acaso me habían besado así alguna vez? Mierda, claro que no. Y Liam me estaba provocando demasiado; demasiada hambre, demasiadas ganas... Algo que yo desconocía hasta el momento pero que, con él, no había tardado nada en aparecer.
Me atreví a poner una mano en su cuello y él también movió la suya hasta mi cintura. Fruncí el ceño y me pegué aún más, porque eso era lo que necesitaba, más. Más, más, más. No era capaz de pensar en nada, tan solo podía actuar. Y se me ocurrió entreabrir un poco los labios. Liam cerró los dedos con fuerza y noté que hacía lo mismo. Juntó su lengua con la mía y me temblaron las piernas. Quería más. Más, más, más...
Pero su boca se separó sin avisar.
Aturdida, abrí los ojos. A lo mejor sí que se había arrepentido... Me sorprendí al ver que una pequeña sonrisa adornaba sus labios. Él tenía los ojos cerrados, así que me detuve a observar aquel gesto, completamente embobada y con la respiración todavía agitada, hasta que de ellos salió un susurro que me puso la piel de gallina:
—Así que olvidarlo...
Sentí que me ardían las mejillas al momento. Y su pulgar acariciando una de ellas no ayudaba. Olvidarlo, sí... Eso es lo que debería haber hecho. Tragué saliva.
—Perdona, no quería...
—¿Besarme?
Entonces sí, conectó su mirada con la mía. Se me atascó la lengua y él sonrío con más ganas, consciente de que me había dejado sin palabras. Tan solo llegué a murmurar un:
—Sí...
Y él pegó su frente a la mía, robándome un suspiro que chocó con su boca.
—Pues menos mal que lo has hecho sin querer.
Apreté los labios y volví a cerrar los ojos. Acabábamos de besarnos, él estaba bromeando como si nada, y yo... Yo aún estaba tratando de entender qué narices había pasado.
—Liam... —Sacudí levemente la cabeza. Bajé la vista porque, de repente, me costaba un mundo mirarlo—. No sé por qué lo he hecho...
Me obligó a levantar la cabeza con los dedos y me derretí un poquito al ver su sonrisa.
—Porque puede que, en el fondo, sí quisieras hacerlo.
—Pero... Antes iba en serio.
No me perdí el movimiento de su nuez cuando tragó saliva.
—Entonces... ¿A qué ha venido esto?
Su voz me hizo cosquillas e inconscientemente me mordí el labio. La respuesta estaba allí, esperando a que tuviera el valor de dejarla salir. Pero nadie nace sabiendo, y a mí, sin duda, aún me quedaba mucho por aprender. Aún me sentía pequeña a su lado y no me atrevía a sincerarme tan pronto. Quizá no lo hiciera nunca... Pero, por el momento, preferí quedarme con lo que habíamos hecho. Lo físico, lo externo. Nada de indagar de más. Solo eso.
—Supongo que el otro día me supo a poco... —Y aquello no era del todo mentira, solo que escondía muchas más cosas.
Por suerte, a Liam pareció bastarle con mis palabras. Bueno, más que bastarle... Creo que le gustaron. Y mucho. Vi cómo se humedecía la boca y sus ojos, hambrientos, bajaban hasta la mía. ¿Aquello estaba ocurriendo de verdad? Me sentía en una nube, todavía atrapada por sus brazos, apoyada en la puerta, con las manos muy cerca de su rostro y la lengua algo entumecida por culpa de sus besos.
Sí, estaba ocurriendo de verdad.
—Creo que en eso estamos de acuerdo los dos —admitió tras unos segundos de silencio. Su mirada era tan intensa que me abrumaba.
—Y, ahora, ¿qué hacemos? —le pregunté en un susurro, consciente de que no íbamos a poder olvidar tan fácilmente.
—No lo sé... Pero no quiero que sigas evitándome como estos días.
Mierda. Claro que se había dado cuenta... De repente volví a sentirme como una cría que evadía los problemas hasta que se solucionasen. Llevaba tanto tiempo haciéndolo... Y, por primera vez, alguien lo decía en voz alta. Mis padres y mi hermano me dejaban mi espacio, nunca me pusieron pegas, y allí estaba él, pidiéndome que no lo hiciera, que afrontara la situación y le plantase cara. Porque Liam no dejaba de demostrar que me sacaba años de ventaja, y en mis manos estaba aprender de ello o comportarme como siempre había hecho...
El cosquilleo que sentía por todo el cuerpo me ayudó a escoger una opción. Y es que, con él a mi lado, la expectativa de dejarse llevar parecía demasiado fácil.
—¿Me perdonas? —Me respondió con una sonrisa que enseguida provocó la mía—. Prometo no volver a hacerlo.
Suspiró.
—El caso es que yo no puedo prometer no volver a hacer esto...
Bajó la mano hasta mi cuello y entonces la que suspiró fui yo. No, yo tampoco podía... Y, aunque no tuviera ni idea de en qué situación nos dejaba eso, no quise preguntárselo. Preferí quedarme con las sensaciones, con lo que me estaba provocando con solo rozarme, y me atreví a pronunciar en voz alta:
—Podemos... tomarnos unos días para pensar.
—Pensar —repitió. Yo asentí—. Pero esta vez sin ignorarme.
Noté que me sonrojaba y agaché la cabeza para esconderla en su cuello. Liam se rio suavemente y su pecho vibró. Llevé la mano hasta él por inercia y mi corazón comenzó a latir con más fuerza al ver que el suyo no se quedaba atrás.
—Esta vez sin ignorarte.
Volví a mirarlo. Me fijé en los lunares que cubrían su rostro y él sonrió antes de hablar.
—Además, mañana hay partido. Tenemos que verlo juntos.
Y, así, de repente, todo volvió a su cauce. Podíamos seguir siendo dos amigos que compartían piso, trabajaban juntos y, los domingos, se sentaban en el sofá para ver el fútbol. Podíamos recuperar la rutina. Nuestra relación no tenía por qué cambiar.
Me encerré en mi cuarto poco después, sonriendo como una idiota. Pensé en lo distinto que había sido aquel sábado del anterior, cuando los recuerdos no me dejaron tranquila en todo el día y mi hermano me contó que no podría ir a hacerme una visita... Me di cuenta de lo distinto que había sido, y todo por él. Porque, si no hubiera sido por Liam, me habría estancado en el dolor. Me habría encerrado en mí misma y quizá no habría sido capaz de salir de allí... Pero, con él, todo estaba siendo distinto.
Con él, empezaba a abrirme de nuevo.
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Alas para volar ✔
RomanceMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...