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ABRIL

2019

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MAIA

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La primera mañana de abril me levanté con una energía impresionante. Sí, sorprendentemente, estaba feliz. Muy feliz... Porque, a pesar de acercarse el aniversario de la fecha que cambió mi vida para siempre, en dos semanas era Pascua, y eso solo significaba una cosa...

Que por fin iba a poder ver a mi hermano.

Salí de la habitación incapaz de esconder la sonrisa y fui directa al baño. Incluso juraría que lo hice dando saltitos... Por suerte, no me vio nadie. Y no me di cuenta de aquello hasta que cerré la puerta. No me había visto nadie, porque Liam aún no había salido de su cuarto... Y eso sí que era raro.

Normalmente solía ducharse antes que yo, pero los últimos días había estado bastante distante. Esquivo, incluso. Y no solo conmigo, no, sino que también se estaba comportando de manera distinta con sus amigos. En el trabajo hablaba menos con ellos, tan solo para pasarles las comandas, y en casa la situación no iba a mejor... Cenábamos prácticamente en silencio, excepto por las pocas palabras que conseguía sacarle con mis intentos de entablar una conversación. Y, al acabar, se encerraba en su cuarto. Nada de televisión, nada de invitarme a ver una película con él, nada de ponerse el resumen de algún partido mientras yo leía.

Nuestras pequeñas rutinas se habían alterado tan rápido como habían comenzado, y yo no sabía cómo narices sentirme al respecto.

Bueno, sí, claro que lo sabía, porque la alegría con la que me había levantado se evaporó en cuanto Liam salió de su cuarto.

—Hola.

Lo saludé de vuelta, aunque no me dio tiempo a decir nada más porque enseguida desapareció en el baño. El agua de la ducha empezó a sonar al momento y solté un suspiro, cansada. Aquella situación, sin duda, no iba a cambiar de la noche a la mañana. Había pasado casi una semana desde lo de Jessica y la cosa seguía igual. Al parecer no había nada que yo pudiera hacer, tan solo esperar y esperar...

Media hora después ya nos habíamos duchado, desayunado y nos encontrábamos en el coche de camino al bar. Sin embargo, cuando apenas llevábamos cinco minutos de trayecto, Liam se desvió por una calle perpendicular. Fruncí el ceño ligeramente pero preferí no abrir la boca. En cambio, fue él quien lo hizo cuando estacionó a un lado de la carretera.

—Voy a sacar algo de dinero. Enseguida vuelvo.

Asentí y lo seguí con la mirada en lo que salía del coche e iba hacia el banco. Me dediqué a cambiar de emisora unas cuantas veces hasta que di con una canción que me gustaba. Apoyé la cabeza en el respaldo y, con los ojos entrecerrados, eché un vistazo a la acera, a la gente que pasaba por allí, a los portales...

A la chica rubia que salía de uno de ellos.

Al chico que la acompañaba, le sujetaba el rostro con las manos y...

La besaba.

Abrí los ojos, completamente anonadada, y tragué saliva por lo incómoda que me resultaba la situación. No era un beso tímido, corto e inofensivo; era mucho más... profundo, intenso. Mucho más sentido. Y eso que yo no tenía mucha idea de ese tipo de besos... Pero no hacía falta ser un lince. Se estaban besando con ganas, y yo lo estaba presenciando...

Aunque, al menos, solo yo.

La parejita se separó y empezó a caminar por la acera, afortunadamente alejándose del coche... y del banco por el que salía Liam tan solo unos segundos después.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora