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MAIA

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No dejaba de mirarla.

Era fácil notarlo cuando lo tenía justo delante de mí; podía ver cómo llevaba los ojos hacia mi espalda, al sitio exacto en el que se encontraba su novia. No había dicho nada al respecto, aunque sus amigos tampoco se habían interesado. Y yo, por supuesto, no me atrevía a preguntar. Ya me estaba costando un mundo mirarlo de reojo sin que él se diera cuenta. Pero es que era inevitable. ¿Qué les habría pasado? Su cambio de humor era tan evidente que las preguntas me arañaban la garganta. De ahí que estuviera bebiendo más que de costumbre.

Apenas llevábamos media hora en el pub y yo casi me había terminado la jarra. Claro que era la que menos hablaba, así que tenía más tiempo para llevarme la cerveza a la boca.

—Venga, Em, te toca.

Miré hacia mi derecha, dispuesta a ignorar a Liam. Estábamos jugando a una especie de juego en el que uno de nosotros proponía dos situaciones y el resto debía escoger una. La minoría bebía. Hasta el momento yo me había conformado con responder lo mismo que casi todos porque aún no me había tocado hacerlo la primera, pero Emily me dedicó una sonrisa que evidentemente traía cambios.

—Maia, ahora contestas tú primero. —Me encogí un poco pero acabé asintiendo—. ¿Qué preferirías...? —hizo una pausa para pensárselo—. ¿Dormir en casa de un desconocido o en casa de un ex?

Me tensé. No me esperaba una pregunta tan directa... Pero lo cierto era que yo nunca había salido con nadie, así que tampoco tenía dónde elegir. Mike soltó una risa en lo que yo pensaba.

—Hombre, es que depende de cómo hayas acabado con el ex...

—Responde Maia —le cortó Emily, divertida.

Supuse que Mike tenía razón. Intenté ponerme en las dos situaciones, aunque, obviamente, era mucho más fácil imaginar la primera, teniendo en cuenta que ya la había vivido... No me hice más de rogar y contesté.

—Dormir en casa de un desconocido.

Y me resultó tremendamente irremediable volver a observarlo. Al que un día, no hacía tanto, había sido un desconocido, pero que, a medida que pasaba el tiempo, lo notaba cada vez más cercano. Más... Más «amigo» y menos «conocido».

Tragué saliva cuando él también me miró y me dedicó una sonrisa torcida. Creo que no supe correspondérsela como era debido, pero al menos lo intenté.

De lo que sí estoy segura es de que no volvió a mirar hacia otra mesa.

Todos menos Liam y yo respondieron que preferían dormir en casa de un ex, sobre todo Mike, que lo dijo con mucha convicción, así que él y yo bebimos. No sabía si había entendido muy bien las reglas de aquel juego, que en realidad me parecía que se acababan de inventar, pero entonces me tocaba a mí lanzar una pregunta.

Y, cómo no, se la lancé a él.

—Vale, Liam... —Enarcó una ceja y yo decidí centrarme en mi posavasos. Tardé un poco en pensar qué narices podía proponerle, pero finalmente me di cuenta de que lo tenía en la palma de mi mano—: ¿No volver a ver ningún partido de fútbol... o no volver a ver, nunca más, El señor de los anillos?

Se rio. Se rio con tantas ganas que hasta me sorprendí. Aunque también me vine un poquito arriba. Había sustituido el ceño fruncido por una gran sonrisa... Y era yo la que lo había conseguido. No estaba mal.

—Joder, qué difícil me lo pones... —murmuró mientras se rascaba el mentón. Sus amigos lo miraban como si estuviera loco. Al parecer solo yo entendía la devoción que sentía por esas películas—. ¿Nunca más?

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora