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MAIA
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Emily y Megan acababan de irse cuando Liam volvió a casa. Lo cierto era que me lo había pasado estupendamente. Me habían enseñado sus últimas compras, habíamos quedado en ir a renovar mi armario la semana siguiente y habíamos hablado de todo. Pero, sobre todo, nos habíamos reído. Y qué bien me había sentado...
Solo que mi humor cambió por completo nada más verlo.
Estaba serio, algo demasiado raro en él. Y apenas me había hablado. Entró y fue directo a la cocina para preparar la comida, pero que no me preguntase qué tal había estado con las chicas me extrañó. Así que yo fui la que se interesó.
—¿Cómo ha ido?
No se volvió ni un poco para responder.
—Bien, ha ido bien.
Me quedé observando su espalda unos segundos. Aquello no era propio de él, darme la espalda. De hecho, si alguno de los dos evitaba la mirada del otro esa era yo. Cada vez lo hacía menos, pero aún seguía intimidándome un poco. Y, sin embargo, aquel día nos cambiamos los papeles.
—¿Solo bien? —le pregunté con una sonrisa mientras me acercaba. Me apoyé en la encimera, justo a su lado, y conseguí que me mirase. A punto estuve de dejar de sonreír.
¿Estaba cabreado?
Soltó el aire por la nariz y se humedeció los labios antes de bajar la vista.
Mierda, estaba cabreado.
—Liam...
—Me he encontrado con Jessica.
Bum. Ahí estaba. Por mucho que rehuyese mi mirada, por mucho que intentase evitar el tema, lo soltaba y punto. Sin rodeos. Directo y conciso. Precisamente lo que yo nunca había sido.
—¿Estás bien? —Aunque quería empezar a serlo—. ¿Te apetece hablar de ello?
Volvió a mirarme, esa vez con el entrecejo arrugado. Deseé meterme en su cabeza para ver qué estaría pensando. Era evidente que ver a su exnovia le había afectado, pero ¿hasta qué punto? Por suerte, Liam me leyó el pensamiento; dio media vuelta, se apoyó en la encimera al igual que yo y se cruzó de brazos.
—No iba sola. Estaba con un compañero de trabajo.
Recordé de inmediato cómo había sido la última vez que vi a Jessica. Aquel beso... No se lo había contado a Liam pero, al parecer, ya no hacía falta. Tragué saliva y dejé que continuara.
—No me ha molestado, solo... Me ha extrañado. —Asentí. La intensidad que desprendían sus ojos me apabulló por un momento, pero no vacilé—. Lo que sí me ha afectado es... —Apretó la mandíbula—. Lo que ha dicho Jack.
—No tienes que contármelo si no quieres.
Negó con la cabeza.
—Lo que no quiero es joderlo todo.
Aquella palabra me sorprendió, no voy a negarlo. Las cosas entre nosotros iban bien, todo parecía haber vuelto a su cauce, de ahí que no entendiera a qué venía su reacción. Jessica y él habían roto, así que... ¿Qué era lo que no quería joder?
—¿A qué te refieres, Liam? —me atreví a preguntar.
—A que si ella es una cabrona por estar con alguien... ¿Dónde me deja eso a mí?
Y entonces lo comprendí. Estaba hablando de mí, de... nosotros. De lo que los dos habíamos hecho. Porque yo ya había caído antes de que ellos cortasen, pero Liam... Liam acababa de salir de una relación larga. Y aquello no estaba bien. No estaba nada bien.
Me incorporé para alejarme un poco. De repente sentía que lo necesitaba.
—Tienes razón —conseguí pronunciar con un nudo en la garganta—. Lo mejor es dejarlo estar.
De nuevo me encontraba prometiendo lo que ya había prometido. ¿Por qué narices iba a creerme? Hasta yo dudaba del control que tenía sobre mis decisiones. Si no había tardado ni cinco minutos en romper esa promesa, ¿qué me aseguraba poder hacerlo entonces, cuando había vuelto a probar su boca?
Estaba hecha un lío, pero él tampoco se quedaba atrás.
—Joder, Maia, no lo sé. —Se pasó las manos por el rostro y echó la cabeza hacia atrás—. Lo cierto es que entiendo su postura. La de Jack, quiero decir. Si supieran lo que ha pasado entre nosotros... Probablemente fliparían. —Sí, yo también flipaba... Carraspeó—. Pero luego me olvido de ellos y pienso solo en nosotros.
Me ablandé y lo miré a los ojos.
—Nosotros.
—Sí —Sonrió—, tú y yo.
Noté cómo se me aceleraban las pulsaciones.
—Nada de esto entraba en mis planes, Maia. Simplemente... ocurrió. No sé si soy un cabrón o si en realidad le estoy dando más importancia de la que tiene... El caso es que aquí lo único que cuenta es lo que opinemos nosotros. ¿No crees?
Vale, me había hecho una pregunta. Pero ¿cómo no iba a embobarme si me miraba de ese modo? Y su sonrisa... Maldita sea, le habría dicho que sí a cualquier cosa. Así que eso hice.
—Sí.
«Sí, sí, sí y mil veces sí.»
A la mierda todo lo demás.
Éramos Liam y yo, ¿qué más daba el resto?
—Vale, entonces pensamos igual. —Soltó un suspiro y me quedé mirando sus labios hasta que él también se separó de la encimera. Avanzó un par de pasos y aguanté la respiración cuando alargó la mano para tocarme—. Yo opino... que me está costando no besarte ahora mismo.
Cerré los ojos. Moví los dedos y le rocé la palma con las yemas. Pero quería más.
—¿Y tú, Maia?
Los abrí y levanté la cabeza. Estábamos tan cerca... Pero necesitaba más.
—Yo opino que deberías hacerlo.
Sus comisuras se curvaron hacia arriba.
—¿Ya has tenido suficiente tiempo para pensar?
—A lo mejor todavía necesito unos días...
Sonreí. Aquello sí que no se lo esperaba.
Aunque sin duda yo tampoco que, en un abrir y cerrar de ojos, me sujetara el rostro con las manos y juntase al fin nuestros labios. Suspiré y lo agarré por la sudadera. No fue un beso demasiado largo, pero desde luego sirvió para confirmar lo que ambos ya suponíamos.
Que nos estábamos metiendo en la boca del lobo...
Y que allí se estaba condenadamente bien.
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Alas para volar ✔
RomanceMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...