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MAIA
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Estaba nerviosa. Llevaba toda la mañana haciéndome a la idea de que me tocaba empezar a trabajar por las noches, pero aún no me veía preparada. Harvey me repetía una y otra vez que sí, que podía con eso y más, aunque yo no estaba tan segura...
Liam, en cambio, trataba de infundirme seguridad de una forma distinta.
—Es tu primer día, no tiene que salir perfecto. Todos hemos pasado por esto y sé lo que me digo, Maia. —Esbozó una sonrisa para tranquilizarme—. Hoy solo va a ser una prueba. Tienes que ver cómo funciona el local a estas horas, pero no quiero que tires la toalla si la noche se te complica. Megan y yo vamos a estar en la barra, contigo, así que puedes pedirnos toda la ayuda que necesites, ¿vale?
Asentí, incapaz de pronunciar palabra alguna. Y no solo por los nervios, sino porque un simple «gracias» no me parecía suficiente para reconocer lo mucho que apreciaba su apoyo.
Estaba siendo mi salvación.
Observé a Megan de reojo y me regaló una sonrisa que yo le devolví. También se estaba portando genial conmigo; era una chica encantadora, y lo cierto es que habíamos congeniado muy bien. Pasábamos mucho tiempo juntas, teniendo en cuenta que las dos nos encargábamos de la barra, y eso había hecho que la conociera más que al resto. Mike estaba en la cocina, por lo que apenas hablaba con él, salvo por las comandas que me pasaban Liam, Emily o Jack, y con ellos me ocurría más de lo mismo. Sin embargo, a pesar del ajetreo que solía haber en el bar, estaba disfrutando de aquel trabajo.
Solo esperaba poder decir lo mismo del turno de noche.
Por lo que me habían contado, a esas horas solo servíamos bebidas, nada de comidas. Por eso mismo, la cocina se encontraba cerrada, y Harvey solía marcharse a casa. Ya me habían avisado de que entre los cinco se entendían bien; entonces éramos seis, no tenía por qué pasar nada grave.
Como Liam dejaba de atender las mesas para estar en la barra con nosotros, Mike pasaba de ser el cocinero a ayudar a Emily y Jack con el servicio.
—¿Qué tal, Maia?, ¿nerviosa?
Mike siempre estaba con una sonrisa en la cara. Le gustaba hacer bromas y era, sin duda, el que más se divertía usándolas conmigo. Liam me había advertido, y aunque aún me chocaba un poco, ya empezaba a acostumbrarme.
Sin embargo, mi ángel de la guarda quería protegerme a toda cosa:
—Venga, Mike, no pinches tanto.
Emily apareció de repente y agarró a su amigo por los hombros y lo apartó un poco de la barra.
—Que no me entere yo de que la molestas, grandullón —avisó, poniéndose a su lado—. Hoy Maia tiene que estar tranquila, y tú puedes llegar a ser muy pesado.
El susodicho rodó los ojos.
—Cuánto amor.
Al final consiguieron que mi sonrisa se agrandase. Todos se preocupaban por mí, y aquello me hacía sentir realmente afortunada. Había pasado por tantas cosas malas... que conocer a esas personas me parecía incluso irreal. Como si estuviera soñando y fuera a despertarme en cualquier momento. Todavía me costaba creérmelo, pero entonces aparecía Liam para asegurarme que, por surrealista que pudiera sonar, en menos de tres semanas el destino me había dado una segunda oportunidad. Y eso fue lo que me dio fuerzas para afrontar el turno.
Un turno que empezó puntual.
Los jueves, viernes y sábados no cerraban a mediodía, por lo que, tras el descanso que teníamos después de las comidas, volvía a reanudarse el servicio. A eso de las cinco y media, empezaron a llegar los primeros clientes. Todos ellos pedían cerveza, aunque hubo alguno que se atrevió con algo más fuerte. Como el local aún se encontraba bastante tranquilo, Liam aprovechó para enseñarme lo básico. Por supuesto, yo ya había echado un ojo a todas las botellas que tenían detrás de la barra, así como a los diferentes combinados que servían, pero ponerlo en práctica con su ayuda me vino muy bien.
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Alas para volar ✔
RomanceMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...