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MAIA

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Liam hablaba con Harvey en el otro extremo de la barra y yo era incapaz de apartar la mirada. Estaba terminando de secar la vajilla, pero mi mente se encontraba en otra parte. En sus manos, su boca, su cuerpo... Tenía que morderme el labio constantemente, cada vez que los pensamientos de la noche anterior decidían atacar. Y lo hacían con mucha frecuencia...

Por desgracia, no era la única que lo había notado.

—Maia, necesito la cuenta de la ocho.

Me volví rápidamente hacia ella. Emily me miraba con una ceja levantada y a mí solo se me ocurrió repetir lo único que había llegado a oír.

—La cuenta.

—Sí, de la ocho —añadió y yo solté el aire.

—Marchando.

Me acerqué a la caja y le tendí el papel con una sonrisa, intentando que olvidara lo distraída que acababa de pillarme. Porque sí, estaba claro, sabía lo mucho que me afectaba su amigo. Y, antes de salir a la terraza, se inclinó un poco sobre la barra para susurrar:

—Tranquila, seguro que él no se ha dado cuenta de que te lo comes con los ojos.

Salió del bar sin dejar de sonreír y yo esperé unos segundos a que mis mejillas recuperasen su color habitual. Mike me sacó del ensimismamiento cuando hizo sonar el timbre. Me giré, agradecida por tener algo que hacer que no fuera... comerme a Liam con los ojos, y cogí los platos que acababa de sacar.

—Para la cinco.

Cogí la bandeja y seguí los pasos de Emily hasta una de las mesas exteriores. El cliente estaba de espaldas, así que no le vi la cara hasta que estuve justo delante de él. Me sorprendí.

—Hombre, hola, Maia.

Charlie se quitó las gafas de sol y me dedicó una sonrisa. Se la devolví.

—Hola, Charlie.

Dejé su comida en la mesa y agarré la bandeja con el codo, dispuesta a marcharme. Tampoco sabía de qué hablar... Aunque él, al parecer, sí.

—¿Qué tal la vuelta? —se interesó mientras abría la hamburguesa para ponerle kétchup.

—Bien, se nos hizo corta... —Mis ojos me traicionaron y fueron solos hasta la puerta del bar, donde Liam acababa de aparecer. Él no me había visto, así que volví a la mesa—. En realidad todo el viaje se pasó volando.

Charlie asintió. Fruncí el ceño al ver la gran cantidad de salsa que se había echado.

—Sí, es una pasada... Yo volveré en unos días para seguir trabajando.

Sonreí cordialmente y moví un pie. No me dio tiempo a separar el otro del suelo.

—Oye, sé que no es mi incumbencia, pero... ¿Hay algo entre Liam y tú?

Me dejó sin palabras. Solo conseguí abrir y cerrar la boca sin que de ella saliera un mísero sonido. ¿A qué venía esa pregunta? No, claro que no era de su incumbencia... Apenas lo conocía, por el amor de Dios. Y, sin embargo, siguió hablando.

—Perdona, es que... La última vez que nos vimos estaba con esta chica... ¿Cómo se llamaba?..., sí, Jessica.

Escuchar su nombre fue como si me hubiera tirado un jarro de agua fría encima. Hacía semanas que no pensaba en ella, pero allí estaba. De un modo u otro, seguía estando...

¿Quizá también para Liam?

Empecé a sentirme tan incómoda que hasta él debió de notarlo.

—Bueno —Volvió a sonreír—, no te preocupes. Ya te digo, solo era curiosidad.

«Pues métete tu curiosidad por donde te quepa.»

Al momento me arrepentí de ponerme de ese modo y me despedí de él sin decir nada más. Necesitaba dejar de darle vueltas. ¿Por qué había sacado ese tema? Liam había vuelto dentro y casi que lo agradecí. Fruncí el ceño, confundida por mis pensamientos, y Emily me detuvo antes de cruzar la puerta.

—Cariño, ¿estás bien?

La miré e intenté recomponerme.

—Sí, sí... —Pero no se me ocurrió nada. Nada. Era incapaz de pronunciar palabra. Y ella lo notó.

—¿Ese cambio de humor no tendrá algo que ver con la persona a la que acabas de servir?

El nudo que tenía en el estómago se hizo más grande y abrí los ojos, sorprendida. ¿Cómo narices se había dado cuenta?

Emily sacudió la cabeza al ver que había dado en el clavo.

—Liam tenía razón —murmuró echando un breve vistazo por encima del hombro. Se acercó un poco más—. Estuvo comiendo aquí el día que tuvisteis que salir antes para recoger a la hermana de Liam. Bueno, el caso es que intenté... ya sabes, hacerme notar, porque, las cosas como son, está como un tren... —Tragué saliva—. Pero, vaya, que lo de dentro deja mucho que desear —añadió mientras se señalaba la cabeza.

Yo fruncí el ceño sin llegar a entenderlo del todo.

—¿A qué te refieres?

—A que el pobre tiene más pocas luces... Además, no hacía más que dárselas de machito, y a mí eso no me va nada.

Asentí y cambié el peso de una pierna a otra.

—Me ha preguntado si hay algo entre Liam y yo —acabé confesando en un susurro. Emily también se sorprendió.

—Venga ya... ¿A él qué le importa?

Me encogí de hombros.

—Ni caso, tía. La próxima vez le atiendo yo.

Sonreí un poco. Adoraba a Emily. No la dejaba ver tanto como Liam, pero ella también tenía una faceta protectora que ya llevaba tiempo mostrando conmigo. Los dos eran unos auténticos regalos.

—Gracias, Em.

Me guiñó un ojo y entró al bar. La seguí sintiéndome más aliviada. Me obligué a olvidar lo que había ocurrido, asegurándome encerrar bajo llave dudas que no deberían haber aparecido y preguntas que no me hacían ningún bien.

Dejé la bandeja en la barra y lo busqué con la mirada. Estaba a pocos metros, sirviendo unas cervezas, hasta que sus ojos encontraron los míos. Sonrió con ellos antes que con la boca. Y ya estaba. No necesitaba más. Una sonrisa para sentirme en casa. Una sonrisa para sentir que todo iba bien. Una sonrisa para recordarme lo afortunada que era.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora