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MAIA
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—Nolan está sobrevalorado.
Liam volvió a resoplar.
—Em, ¿por qué te gusta tanto hacerme sufrir?
Ella se encogió de hombros antes de coger otra patata del bol.
—Sabes que tengo razón...
—Calla. No sigas hablando.
Intenté disimular mi sonrisa, aunque acabó saliendo a la luz cuando Emily me guiñó un ojo.
Era viernes, habíamos salido puntuales y a Liam le apeteció invitar a sus amigos a ver una película en casa. Película que él estaba eligiendo, claro. Ellos no pusieron pegas, pero era cierto que a Emily le encantaba picarle. Yo disfrutaba de esas pequeñas discusiones, siempre más en broma que en serio, y prefería mantenerme al margen. Aun así, aquel día, sin duda, estaba de parte de Liam; adoraba las películas de Nolan... Sin embargo, la mayoría optó por poner otra, una de acción que tenía buenas críticas, así que le tocó ceder.
Yo aproveché los créditos iniciales para levantarme a por otra cerveza.
—¿Alguien quiere?
Todos negaron, excepto Liam, así que cogí su botellín vacío de la mesa y fui a la cocina. Los tiré a la basura y saqué otros dos de la nevera. De vuelta en el salón con los botellines ya abiertos, le tendí a Liam el suyo. No fue más que un segundo, pero me rozó los dedos al cogerlo y sentí un hormigueo inevitable. Me senté, casualmente a su lado, e intenté centrarme en la película sin darle más importancia a cosas que no la tenían.
Pero para mí empezaban a tenerla.
A pesar de tener poca experiencia en ese terreno, tampoco era tonta. El sábado había pasado algo. Algo tan simple como mirarnos, sí, pero es que yo no miraba a Mike o a Jack como había mirado a Liam aquella noche. Además, había vuelto a tocarme. Probablemente sin tener ni idea de lo que provocaba con eso, pero lo había hecho. Y no, no había ocurrido solo una vez. Eran roces prácticamente imperceptibles para cualquiera, aunque no podía ignorar que a mí comenzaban a afectarme.
Tampoco era inmune a sus sonrisas, de nuevo presentes desde que se hubo sincerado con sus amigos acerca de Jessica. Aún se veía algo de escozor en ciertas reacciones, pero ya no estaba resentido. Hablaba de ello sin aparente problema, y yo agradecía que hubiera vuelto a ser el chico alegre que conocí hacía dos meses.
Se me escapó una sonrisilla al darme cuenta de que, efectivamente, llevaba dos meses viviendo allí. ¿Se acordaría él también?
No sabía por qué, pero, en esa ocasión, me apetecía decírselo.
Así que, dos horas después, cuando los chicos ya se habían marchado y estábamos recogiendo todo, no pude resistirme.
—¿Sabes que hoy hace dos meses que nos conocemos?
Liam me miró, al principio extrañado, hasta que comprobó la fecha en su reloj y alzó las cejas.
—Joder, es verdad. —Esbozó una sonrisa mientras sacudía la cabeza—. Se me ha pasado volando.
Su confesión me sorprendió porque me hizo pensar que, en realidad, a mí también. Y aquello era todo un logro, teniendo en cuenta que, desde que mi hermano se había mudado, los días e incluso las semanas se sucedían en una rutina lenta, tediosa, que no hacía más que recordarme lo bien que podría haber estado con él y lo mal que estaba en su ausencia.
¿Cuántas noches había conseguido dormir sin derramar ni una lágrima desde que vivía con él?
Acababa antes si contaba las que sí lo había hecho. Y eso era increíble.
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Alas para volar ✔
RomantizmMaia lo ha perdido todo. Perdió a sus padres hace cinco años y, ahora, su hermano mayor ha tenido que dejar el piso que compartía con ella para marcharse a trabajar al extranjero. Por si eso fuera poco, acaban de despedirla y, en un arrebato, decide...