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LIAM

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Maia y yo volvimos a dormir juntos la noche siguiente, pero no hicimos nada. Sabía que había sido su primera vez, y no quería forzar las cosas. Aunque ella tampoco me lo puso fácil... Buscó mi boca en cuanto nos tumbamos y me provocó demasiado rápido con sus besos. Rescaté la poca fuerza de voluntad que me quedaba para decirle que parásemos. Ella me pidió perdón y yo me derretí por lo adorable que era.

Sin embargo, aquella noche Maia también se desnudó. Emocionalmente.

Al igual que el día anterior, habíamos visitado la ciudad por la mañana, y a pesar de encontrarnos algo cansados de vuelta en el hotel, nos quedamos hablando incluso después de apagar la luz. Hablamos de lo que más nos había gustado, de los planes que teníamos para el último día allí, de lo mucho que nos había sorprendido la propuesta de esa noche en el festival. Hablamos de cosas sin importancia. Pero, entonces, cuando se tumbó de espaldas a mí y yo la abracé por detrás, lo soltó.

Y me destrozó por dentro.

—Mis padres murieron hace cinco años. El día que cumplí dieciséis años...

Sentí que se me paraba el corazón.

Entendí tantas cosas en ese momento... Y solo quise cambiarme con ella. Borrar aquello de su vida, ponerme en su piel y que nunca hubiera tenido que pasar por eso. Pero no podía. En realidad, no podía hacer nada. Me quedé paralizado y no reaccioné hasta que noté que se sacudía levemente.

Joder.

La estreché con fuerza entre mis brazos y dejé un beso en su hombro.

—Maia... —Cerré los ojos al darme cuenta de que estaba llorando—. Maia, lo siento... Lo siento muchísimo.

Volví a besarla y me dediqué a abrazarla mientras se tranquilizaba.

—Estoy aquí, ¿vale? —No se me ocurrió qué más decir. Tenía un nudo en la garganta y la sensación de que nada de lo que hiciera serviría. Pero entonces le hice una promesa—. Estoy aquí, ¿vale? No pienso irme a ningún sitio.

Promesa a la que ella no respondió. 

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora