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MAIA

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Creo que mi corazón se saltó un par de latidos al bajarme del avión.

Habíamos llegado. Estábamos en París...

No me lo creía.

El vuelo no había ido tan mal, sorprendentemente, y conseguí aterrizar en la capital francesa de una pieza. Liam intentó que estuviese tranquila durante el viaje, aunque también se había divertido de lo lindo a mi costa. No se lo podía tener en cuenta. De hecho, no podría haberme enfadado con él ni aunque hubiera querido. Estaba en París, por el amor de Dios, ¿quién querría molestarse en una ciudad como esa?

Cogimos un taxi desde el aeropuerto y yo fui incapaz de despegar la nariz de la ventanilla. Cada calle, cada edificio... Todo me parecía una absoluta maravilla. Porque sí, adoraba Londres y adoraba vivir allí, pero aquello era otro mundo. O al menos así lo sentía yo. Y eso que no había visto nada... Liam también estaba encantado y no se perdió ni un solo detalle del recorrido hasta el hotel.

Merci beaucoup —le sonrió al conductor cuando nos ayudó a sacar las maletas del maletero.

El idioma era otro tema al que ni siquiera le había prestado atención. Liam me comentó que él lo hablaba un poco, pero yo apenas conseguía enlazar una palabra con otra. Los dos estuvimos más que de acuerdo en que fuese él quien se relacionase con la gente, pidiese información o preguntase por las direcciones. Yo me conformaba con admirar todo lo que tenía alrededor.

El hotel se encontraba cerca del cine en el que se llevaba a cabo la mayor parte del festival. Era un edificio precioso, de un estilo similar al de las casas colindantes, pero destacaba sobre el resto por su altura. Abrí la boca sin poder evitarlo cuando entramos al vestíbulo.

—Madre mía... —murmuré, completamente embobada.

Escuché su risa a mi izquierda, aunque no me importó. Aquello tenía que ser un maldito sueño... ¿De verdad íbamos a hospedarnos allí? No, no podía ser real. En algún momento me despertaría y...

—¿Quieres que te pellizque? —Me volví.

—¿Es que tú no estás flipando? —le pregunté con los ojos muy abiertos—. Esto es...

—¿Liam?

Los dos nos giramos al oír una voz con el mismo acento francés que yo; es decir, nulo. No lo había visto más que un par de veces, pero me acordaba de él.

—Charlie...

—¡Joder, Liam, qué sorpresa! —El tal Charlie se acercó a nosotros para darle un par de palmadas en la espalda a Liam. A mí, sin embargo, me miró de arriba abajo antes de hablar—. ¿Trabajas con él, verdad? —Asentí, algo cohibida—. Yo soy Charlie.

—Maia.

Me dio dos besos que me pillaron desprevenida y busqué la mirada de Liam inconscientemente cuando se apartó.

—Me alegro de verte, tío. —Y otra palmada—. No me digas que habéis venido al festival...

—Bingo —le respondió él.

—¡No jodas! Qué bien, qué bien... Yo también me quedo aquí, en la última planta. ¿Qué habitación tenéis vosotros?

—Aún no nos hemos registrado...

—Oh, claro. Os dejo, entonces. Nos vemos esta noche. Encantado, Maia.

Sonreí.

—Igualmente.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora