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LIAM

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Mi despertador marcaba la una de la mañana, y yo seguía despierto.

Volví a rodar sobre mí mismo para colocarme boca arriba. Aún no había conciliado el sueño, y lo peor era que no sabía por qué.

Por fin me había sincerado con todos. Se lo había contado a los chicos, que Jessica y yo ya no estábamos juntos, y a decir verdad, me había quitado un peso muy gordo de encima. De ahí que no entendiera por qué narices no conseguía quedarme dormido.

Quizá era que la mañana no había sido lo suficientemente ajetreada, pero los días en los que trabajábamos de noche acababa tan agotado que apenas aguantaba unos minutos despierto en la cama. No, no podía ser culpa del curro. Ni de los remordimientos por no abrirme con mis amigos. Ni las ganas que tenía de volver a saber de Jess, porque la mañana anterior me había hablado para interesarse por mí. Una conversación corta, pero suficiente.

Así que el insomnio había decidido atacar sin motivo alguno.

Cojonudo.

Estiré el brazo hacia la mesilla y cogí mi móvil. Lo desbloqueé y la luz me obligó a entrecerrar los ojos unos segundos. Cuando me acostumbré abrí una de las aplicaciones a las que tan poco uso daba de cara a los demás pero que, en realidad, me mantenían entretenido durante más tiempo del que me habría gustado admitir. Eché un vistazo por encima a las últimas publicaciones hasta que una en particular me llamó la atención. Y con razón, porque era de Megan.

Pulsé sobre ella para poder verla con mayor detenimiento. Me fijé en que era de ese mismo día, de esa misma noche. La foto estaba hecha en la trastienda, lejos de ojos cotillas, y solo salían Maia y ella. Se intuía una taquilla abierta a sus espaldas, y de ella salía algo de ropa. Probablemente era la de Megan; siempre tenía todo manga por hombro... Maia, en cambio, era muy organizada, tanto con sus tareas como con las de los demás. En la barra siempre era la más quisquillosa de todos con el orden de los vasos, las tazas y demás utensilios. Lejos de tener un carácter mandón, nos ayudaba a mantener el equilibrio. Maia podía no ser la mejor camarera, ni la más rápida, ni la más carismática, pero lo cierto era que, desde que había empezado a trabajar en el bar, todo fluía mejor.

Sacudí un poco la cabeza al darme cuenta de que había empezado a divagar con tan solo una fotografía. Estaba a punto de volver a la página de inicio cuando reparé en otra cosa.

Maia sonreía poco, pero cuando lo hacía...

Fruncí el ceño y, entonces sí, cerré la publicación. Recargué la página principal y...

Volví a la foto.

La amplié con los dedos.

Y, poco a poco, acabé sonriendo yo también...

Porque qué guapa estaba Maia cuando lo hacía.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora