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LIAM

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La primera semana de abril supuso un antes y un después por dos motivos: eran mis primeros días soltero desde hacía casi dos años y, por primera vez en mucho mucho tiempo, era a mí al que más le apetecía salir de fiesta. Y aquello fue importante porque, a decir verdad, lo que realmente marcó un antes y un después fue esa noche.

Eran casi las dos y ya iba algo contento. Mike y Jack también estaban disfrutando de lo lindo, e incluso me habían contagiado su entusiasmo hasta el punto de unirme a ellos en la pista de baile. Por supuesto, ninguno de los tres llevaba bien el ritmo. Parecíamos más patos mareados que otra cosa, pero el alcohol empezaba a hacer efecto en mi cuerpo y las carcajadas salían solas cada vez que Mike se chocaba con las personas que tenía a su espalda y este les pedía perdón.

—¡Vas a sacarle un ojo a alguien!

Mi amigo se encogió de hombros por mis palabras. Yo negué con la cabeza y dejé que siguiera "bailando".

Al rato me di cuenta de que las chicas estaban tardando mucho en pedir, así que fui a la barra para ver qué ocurría. Aquella noche nos habíamos decantado por Printworks, uno de los clubes más conocidos de la ciudad. Se encontraba en la otra orilla del Támesis, algo lejos de las zonas por las que solíamos movernos, pero me apetecía tanto algo de electrónica que no pude resistirme. El ambiente, la música y la gente era de lo mejorcito que tenía Londres. No íbamos mucho pero, cuando lo hacíamos, disfrutábamos como nunca.

Llegué hasta las chicas sin dejar de mover la cabeza al ritmo de la canción que sonaba en esos momentos. Megan se volvió hacia mí y me devolvió la sonrisa.

—¡Esto está a tope! —Asentí al ver la gran cantidad de gente que se agolpaba a su alrededor.

—¡Hazme un hueco, anda!

Megan se hizo a un lado y me coloqué delante de ella, con Maia y Emily a mi derecha. Las dos me miraron con el mismo gesto.

—Creo que necesitáis algo de ayuda —le comenté a Maia, sonriendo. Ella frunció la boca antes de volver a girarse hacia el camarero, que, por otra parte, no parecía hacerles mucho caso.

Eché el cuerpo hacia delante, apoyé un codo en la barra y traté de llamar su atención con la mano. Tardé más de lo que me habría gustado, pero finalmente conseguí que nos hiciese caso. Pedí lo que las chicas querían y aproveché para rellenar mi bebida. Pagamos las consumiciones y salimos de allí en dirección a la pista de baile. En cuanto repararon en el numerito de Jack y Mike, se echaron a reír.

—¡A darlo todo, chicos!

Emily comenzó a silbar y, aunque fuera difícil escucharla por encima de la música, Mike le lanzó un beso. Las tres se acercaron, pero sin duda era a Maia a la que más le costaba seguirles el juego a mis amigos. Ni Emily ni Megan se habían separado de ella en lo que llevábamos de noche, y aunque yo hubiera prestado más atención a los chicos que a ellas, también estaba pendiente de Maia. Porque era la primera vez que salía en serio con nosotros, la primera vez que íbamos a una discoteca, nada de bares tranquilos en los que poder sentarte a tomar algo y no tener que gritar para que tus acompañantes te escucharan. Allí era distinto, y por lo que ya me había contado desde que nos conocíamos, Maia no era mucho de salir de fiesta. Y, sin embargo, había aceptado la invitación.

Bebí un trago de mi copa y anduve hasta ponerme a su izquierda.

—¿Estás bien? —No tuve que gritar mucho para que se girara hacia mí; estábamos uno al lado del otro, algo apartados del resto, y entre mi boca y su oreja apenas había unos centímetros de distancia.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora