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LIAM

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Jess me miraba con cara de no entender nada a medida que nos acercábamos a ella. Claro que tampoco me esperaba otra cosa; acababa de salir del coche con una chica a la que no había visto en su vida, era lógico que su primera reacción fuera esa. Aun así, intenté tranquilizarla con una sonrisa cuando me coloqué delante de ella.

—Hola, Jess. —Sus ojos echaron un rápido vistazo a las dos personas que me acompañaban antes de volver a posarse sobre los míos. Sonrió y yo señalé hacia mi derecha con la mano—. Esta es Maia. Ha empezado a trabajar con nosotros.

La susodicho esbozó una pequeña sonrisa.

—Encantada.

Jessica hizo lo propio.

—Igualmente, Maia. —Se acercó un poco para poder darle dos besos. Observé a Megan por encima del hombro, pero ella no me miró; estaba pendiente de Maia—. ¿Qué tal?, ¿te gusta el trabajo?

Volví la vista hacia mi novia. Llevaba la ropa que casi siempre utilizaba para trabajar, camisa blanca, falda de tubo negra y americana a juego, y se había puesto un abrigo por encima. Nunca se maquillaba demasiado, pero aquella mañana estaba especialmente guapa. A lo mejor era el pelo. Sí, lo llevaba como recién salido de la peluquería... No me di cuenta de que me había quedado embobado hasta que Maia abrió la boca.

—Sí, de momento estoy muy a gusto.

Jess asintió con la cabeza, pero acabó frunciendo el ceño y me miró.

—No sabía que ya habíais encontrado camarera.

«Mierda.»

Ahí empezaba mi turno.

Le lancé una mirada rápida a Megan que enseguida comprendió.

—Bueno, nosotras nos vamos dentro. —Agarró suavemente a Maia del brazo y se disculpó con una sonrisa—. Ya nos veremos, Jess.

Se despidieron y entraron al bar.

Jessica ladeó la cabeza de la forma que hacía siempre cuando quería explicaciones de algo. Y sobre todo cuando estaba segura de merecerlas. Aquel día se las merecía, sin duda.

—Acaba de empezar. Ha estado esta semana de prueba, y Harvey la controlaba para ver qué tal le iba. —Aproveché la pausa para acercarme un poco más—. Al final parece que le ha gustado. La verdad es que no se le da mal.

Sus labios se convirtieron en una línea y apartó la mirada. Lo sabía, sabía que aún había una incógnita que debía resolver, tan solo rezaba por que el brillo que desprendían sus ojos no fuese algo que empieza por «c».

—¿Por qué iba contigo en el coche?

La pregunta del millón.

Porque no, claro que no iba a preguntarme por Megan; ellas dos se conocían, Jess sabía dónde vivía y no le importaba que hubiera tenido que pasar por su piso para recogerla.

Lo único que le chocaba, y con razón, era que una desconocida hubiese venido conmigo.

Y en aquel momento me sentí como una mierda.

Había metido en casa a Maia sin comentárselo siquiera a mi novia.

La había cagado pero bien.

Solo me quedaba decírselo sin joderla aún más.

—Verás, Jess...

«Así no empieces, capullo.»

Carraspeé y volví a intentarlo:

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora