8

68 10 2
                                    

ㅤ⠀ㅤ

MAIA

ㅤ⠀ㅤ

Apenas había dormido. Mis ojeras en particular y mi aspecto en general lo dejaban bastante claro.

Por eso me resultó hasta irónico que Liam hubiera creído que había pegado ojo.

—Maia. —Se sorprendió al verme tan cerca de la puerta—. Pensaba que seguirías durmiendo.

Aparté la mirada porque no sabía qué otra cosa hacer.

Eran las nueve menos cuarto. Me había levantado de la cama hacía quince minutos. Había guardado el pijama en la maleta y había sacado un par de prendas para ponerme. Con más cuidado que nunca, había hecho la cama y había dejado todo tal cual estaba la noche anterior. Había salido del cuarto y, con el corazón en un puño y el abrigo bajo el brazo, me había acercado sigilosamente a la entrada, dispuesta a marcharme.

Pero él había sido más rápido que yo.

Como veía que no decía nada, siguió hablando.

—¿Ya te vas?

Y yo seguí ignorándolo.

Porque sí, era obvio que pretendía irme.

Pero ¿a dónde? A dónde demonios iba a ir...

Suerte que Liam no me hubiera preguntado eso.

No, no me lo preguntó...

Lo afirmó.

—Entonces intuyo que ya tienes un sitio donde quedarte.

No lo había dicho de malas maneras, pero me obligué a mirarlo.

Llevaba una sudadera gris y un pantalón azul marino, supuse que de pijama. Estaba al lado de la puerta de su habitación, que se encontraba abierta y dejaba entrever parte del interior. Aun así, lo que me llamó la atención no fue aquello, sino que a él también se le marcasen unas ojeras profundas. ¿Habría pasado tan mala noche como yo?

Enseguida me di cuenta de la tontería que se me había pasado por la cabeza. Había dormido pared con pared con una desconocida; era más que evidente que a él también le habría costado pegar ojo.

Pero, sin embargo, Liam parecía mucho más entero que yo. Seguramente se debiera al ligero detalle de que él estuviera bajo su techo y yo me encontrara hecha un lío, sin un sitio al que llamar hogar y sin saber a dónde ir.

Quizá por ello, por el cansancio que llevaba acumulado, por su aparente preocupación y por toda la ayuda que me había brindado en solo una noche, me sorprendí diciendo la verdad.

—No, pero ya encontraré algo.

No sé si lo soñé o si ocurrió de verdad. Probablemente hubiera sido mi imaginación... Pero creí ver cómo se le iluminaba la mirada. Y aquello me descolocó por completo.

Porque, desde luego, habría sido imposible adivinar lo que Liam dijo a continuación:

—Puedes quedarte aquí.

Tardé unos segundos en analizar sus palabras. Qué digo segundos; tardé un minuto entero. O dos. O incluso tres...

Solo recuerdo que el silencio nos envolvió y que ni el ruido que empezaba a haber en la calle me hizo reaccionar.

Lo que sí lo hizo fue él acercándose a mí. Y yo, como por acto reflejo, retrocedí un par de pasos hasta que mi espalda tocó la puerta. Liam se dio cuenta de mi negativa e intentó calmar la situación.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora