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LIAM

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Hay momentos que seguimos recordando por mucho que pasen los años. No hace falta que sean significativos, simplemente se te graban en la memoria y ya. Por lo que implicasen en ese momento, por lo que trajesen después... Momentos que, por la razón que sea, no te abandonan.

Yo aún recuerdo aquella mañana de junio. Aquella llamada. Aquella oportunidad...

De entre cientos de personas, yo había conseguido la entrada. De entre cientos de personas, yo había sido el afortunado. Una jodida suerte.

Fue el mismo director de la Academia quien se puso en contacto conmigo para felicitarme y explicarme la situación en detalle. Solo acudiría cuatro días ya que los gastos corrían de su cuenta, pero para mí aquello era más que suficiente. De hecho, me habría bastado con poder asistir un mísero día... Era uno de los festivales más prestigiosos de Europa, joder, incluso ir de camarero me habría parecido bien.

Y, sin embargo, lo que consiguió acelerarme el pulso vino después: podía llevar a un acompañante.

Colgué el teléfono, decidido. Porque estaba hecho, no tenía ninguna duda. Porque su nombre había sido el primero en el que había pensado y aquello no podía ocurrir de otra forma... Momentos que, aunque no parezcan importantes, aunque no sean la clave de nada, nos marcan de tal forma que aún años después seguimos rememorando con una sonrisa.

Y sonriendo me giré hacia ella cuando la vi salir de su cuarto.

—Maia, ¿alguna vez has estado en París?

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora