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MAIA

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Listo. Vacaciones, allá vamos...

Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que temí hacerme alguna herida.

¿Cuántos han sido al final?

Siete.

Siete... Dios mío. Dios mío, Dios mío, Dios mío... Estaba a puntito de ponerme a saltar en la cama.

Sí que se han portado bien...

Bueno, me los debían. Llevo desde Navidad pringando como un cabrón.

En eso tenía razón. De hecho, no habíamos podido vernos en Pascua por todo el curro que debía de haber tenido. Sí, mi hermano se merecía esas vacaciones más que nadie...

Y ahora la pregunta del millón... ¿Cuándo vienes?

Porque era oficial: Oliver iba a hacernos una visita. Por fin... Después de tantos meses sin vernos, por fin iba a poder estar con mi hermano. Y aquello era un jodido sueño.

Tuve muy en cuenta lo que me propuso Liam al dejar a su hermana en el aeropuerto y, simplemente, se lo comenté a Oliver. Menuda sorpresa me llevé cuando me dijo que él ya lo había pensado e incluso que ya había estado mirando algún hotel. Lo llamé en cuanto leí su mensaje, completamente anonadada, porque necesitaba escucharlo en voz alta para cerciorarme de que era real... Y lo era. Vaya si lo era...

Unos días después, aún me sentía eufórica.

Comencé a morderme la uña del pulgar, expectante. Mi hermano seguía sin responder. A lo mejor estaba echando un vistazo al calendario... El caso es que me moría de ganas de saber la fecha. Tenía que prepararme mentalmente... Aunque lo más seguro era que me pusiera a chillar y a llorar como una loca fuera el día que fuera.

Vi que estaba escribiendo y aguanté la respiración.

Sorpresa, hermanita.

Tardé un poco en reaccionar, pero acabé sonriendo como una idiota. ¿A quién no le gustan las sorpresas? Dios. Que Oliver pudiera aparecer por allí en cualquier momento no iba a ser bueno para calmar mis nervios, desde luego, pero merecería la pena, de eso estaba segura.

Le respondí incapaz de borrar la sonrisa.

Te quiero y te odio mucho, hermanito.

Bloqueé el móvil y volví a guardarlo en la taquilla. La cerré y apoyé en ella la frente. Cerré los ojos, apreté los labios... Tenía ganas de gritar, pero conseguí contenerme. Seguía estando en el bar, no quería que la gente se asustase. Además, me apetecía decírselo a Liam para compartir mi emoción con él. Debía saberlo.

Salí de la trastienda y me sorprendí. Apenas quedaban clientes... Entonces comprobé la hora en el reloj que colgaba de la pared y me di cuenta de que quizá había estado más tiempo del que pensaba hablando con Oliver... Pero había sido por una buena razón. Una buenísima...

Me acerqué a la barra y me puse delante de Liam. Estaba terminando de secar unos vasos y frunció el ceño al verme.

—¿A qué viene esa cara? —También sonrió un poquito, aunque mi sonrisa ganaba, sin duda.

Cogí aire antes de hablar:

—Va a venir. Mi hermano va a venir...

Levantó las cejas sorprendido.

—¿Lo dices en serio?

Asentí con la cabeza tantas veces que le hizo gracia.

—Vaya, Maia... Eso es genial.

Volví a morderme el labio y miré a Emily cuando pasó por detrás de Liam. Ralentizó un poco el paso y nos observó a los dos mientras entrecerraba los ojos.

—¿Y a vosotros qué os pasa...?

Compartimos una breve mirada y me dije que ellos también tenían que saberlo. Todos. Necesitaba compartir mi alegría con las personas que más me importaban en esos momentos, contarles que me hacía muchísima ilusión que conocieran a mi hermano, que su visita era la mejor noticia que me habían dado en mucho tiempo...

Pero no me dio tiempo a decir nada.

La campanita que avisaba de que alguien acababa de entrar me llamó la atención y me giré.

Noté que se me paraba el corazón.

Todo a mi alrededor desapareció. Todo, excepto él...

—Hola, enana.

Los ojos se me llenaron de lágrimas sin poder evitarlo. Aquello tenía que ser un maldito espejismo... No podía ser él...

—¿No me das un abrazo?

Sollocé al notar que se me mojaban las mejillas y desperté del trance para ir corriendo a sus brazos. Dios. Nada podía compararse con lo que sentí al tocar a mi hermano. Nada. Cerré los ojos con fuerza cuando me envolvió. Lo apreté y respiré hondo. Olía a Oliver... Olía a casa.

No sé cuánto tiempo estuve prácticamente asfixiándolo, pero al final fue el quien se separó, sonriendo.

—Oliver... —Sorbí por la nariz.

—Qué guapa estás, hermanita.

Rompí a llorar de nuevo y volví a abrazarlo con una sonrisa inmensa en la cara. Me colgué en su cuello y levanté los pies del suelo unos centímetros. Escuché su risa y me sentí completa. Dos piezas que se habían reencontrado después de mucho tiempo pero que seguían encajando como siempre. Porque eso éramos mi hermano y yo. Siempre encajábamos. Éramos familia, pero aquello siempre había ido mucho más allá de únicamente compartir la misma sangre. Él siempre lo había significado todo para mí, y volver a sentir su tacto me hizo darme cuenta de lo muchísimo que me hacía falta. De lo muchísimo que lo había echado de menos. Y, sobre todo, de lo muchísimo que lo necesitaba a mi lado.

Pensaba en todo ello cuando oí un leve carraspeo a mi espalda. Oliver me dejó en el suelo y me obligué a girarme, aunque en esos momentos solo quisiera resguardarme en los brazos de mi hermano.

Pero allí estaba él. La persona que me había enseñado a volar sin su ayuda, la persona que me había robado el corazón y que, por motivos muy distintos a los que me unían a Oliver, se había convertido en un pilar fundamental.

—Liam. —Sonreí entre lágrimas—. Este es Oliver, mi hermano.

Las dos personas más importantes de mi vida dándose la mano. Las dos personas más importantes de mi vida conociéndose al fin.

Las dos personas más importantes de mi vida. Tan cerca...

Pero tan lejos.

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora