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—Regresé— Avisó Charles, acercándose y mirándolos a ambos, extrañado. —¿Qué haces aquí, Betty? ¿Que sucede aquí?—

Betty no sabía que decir, y sin saber por qué, miró a Jughead mientras éste se veía muy relajado.

—Ella quería practicar un poco y yo se lo permití. Por cierto... es muy buena. Parece que heredó ese talento de ti— Admitió Jughead.

Charles miró a su amigo, serio, y luego a su hermana. —Te dije que no te acercaras mientras estamos entrenando, niña—

—¿Cual es tu problema? Yo solo quería jugar un poco. ¿Acaso no puedo?— Le preguntó Betty a su hermano, ya cansada.

—Perdona que me meta pero... no veo inconvenientes. Ella puede quedarse a mirarnos y si quiere hasta puedo enseñarle algunas cosas. No veo ningún problema en eso—Opinó el ojiazul.

Charles los miró a los dos y suspiró. —Bien... puedes quedarte Elizabeth. Pero no estorbes. Por ahora solo observa—

—Claro, no te preocupes. Ni siquiera notarán que estoy aquí— Aseguró Betty, feliz, saliendo del medio para sentarse sobre el césped a mirar.

Aunque sólo estaba mirando, Betty estaba feliz de que su hermano la dejara al menos observar cómo practicaban.

Y aunque no lo admitiera, muy en el fondo se había quedado para mirarlo a él; Jughead Jones. 

Ese cuerpo y músculos de chico deportista la volvían loca. Su cabello negro pegado a su frente por el sudor le parecía extremadamente sexy. Tanto así que por poco se muerde el labio.

—Oye Betty— La llamó Jughead, sacándola de sus interesantes pensamientos. —Ya estamos por terminar. ¿Quieres lanzar un poco?—

Betty asintió, feliz, y corrió al centro del área del tablero y Jughead le pasó el balón mientras Charles solo miraba.

Ella lanzó el balón al tablero cinco veces seguidas sin fallar, dejando a los dos mayores con la boca abierta.

—Valla... nada mal, hermanita— Admitió Charles, sorprendido. —¿Como es que nunca supe que eres tan buena?—

—Eres un poco tonto— Respondió Betty, divertida, ganando que su hermano la mirara mal.

—Betty... si quieres puedes practicar con nosotros. Jugaremos juntos casi todas las tardes, en el mismo lugar y a la misma hora— Avisó el chico, guiñándole un ojo.

Betty sonrió, soltando un suspiro. —Claro que quiero—

Jughead también sonrió, mirándola a ella para luego acercarse a Charles. —Buen juego, hermano. Hay que entrenar duro para el juego del próximo mes—

—Estaremos en el mismo equipo y somos buenos. Hasta mañana viejo— Se despidió Charles, palmeando la espalda del ojiazul.

Jughead sonrió y se retiró, no sin antes echarle una mirada rápida a la rubia; esa mirada hizo que el corazón de la chica se acelerara levemente.

—Ahora tú y yo hablaremos, pequeña— Le dijo Charles a Betty, tomándola de la mano y haciendo que ella se girara a mirarlo.

—¿De que vamos a hablar? ¿De que no te agrada que yo entrene contigo? Eres malo, Charles. Malo— Lo acusó la ojiverde, cruzando los brazos.

—Ya cállate porque suenas como niña pequeña, Betty. No es que yo no quiera que tú juegues con nosotros. Es solo que quiero protegerte. Quiero protegerte de cualquier chico que se atreva a mirarte con otros ojos— Se justificó, mirándola fijamente.

•Mi Corazón Es Tuyo• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora