Betty despertó y estaba desorientada: no sabía en donde estaba, no sabía qué hora era y su cerebro estuvo procesando lo qué pasó anoche hasta que lo recordó un poco.
Se sentó sobre la cama, sobresaltada, hasta que vio a Jughead ahí, en esa habitación, mirándola con una sonrisa.
Eso la calmó. Eso era lo que él le transmitía. Seguridad y tranquilidad.
—Por fin despertaste. Ya me estaba asustando—Confesó Jughead, acercándose a ella con una enorme sonrisa. —¿Como te sientes?—
—Siento que un auto me arrolló ayer, pero me siento bien— Aseguró, soltando un suspiro. —Mi mamá me va a matar—
—Ya tengo eso resuelto, pequeña. En el baño y en esta habitación está todo lo que podrías necesitar. Puedes ponerte el gran abrigo que dejé en el baño. Hará frío— Avisó, retirándose de la habitación y dejando la puerta cerrada.
Betty suspiró, pasándose ambas manos sobre la cara y entró a aquel baño para ducharse, lavarse los dientes y al mismo tiempo aprovechar para recordar mejor los sucesos de anoche.
En unos quince minutos, ella salió de la habitación, caminó por el pasillo y cuando llegó a las escaleras encontró a Jughead abajo, esperándola.
—Ese abrigo te queda enorme Betts. Eres tan pequeña...— Admitió Jughead, mirándola con ternura.
Betty soltó una pequeña risa burlona. —Pequeña la tendrás...
—¿Betty?— Preguntó JB, apareciendo al lado de Jughead de la nada y con una gran sonrisa al verla. —¡Betty!—
Betty sonrió y bajó las escaleras para saludar a la menor con un cálido abrazo. No habían hablado mucho, pero ya tenían una conexión.
—No pensé que te vería tan pronto— Admitió Betty, separándose del abrazo y mirando a la ojiazul más chica con una sonrisa.
—Tampoco yo— Admitió JB, mirándola con una sonrisa. —Aquí entre nosotras... ese abrigo te queda mejor a ti que a mi hermano—
—Oigan... estoy aquí— Avisó Jughead, divertido.
—¿Betty?— Preguntó Gladys, la madre de Jughead, acercándose a ella con una sonrisa. —Por Dios... estas aquí— Admitió, aún sonriendo.
Betty sonrió tímidamente. —Sí, pero ya debo irme—
—¿Ir a donde? Ven a comer algo, cariño. Está prohibido irse de aquí con el estómago vacío— Advirtió Gladys.
—No. Yo tengo que...
—Ya oíste a mamá. Está prohibido irse con el estómago vacío de aquí. Ven— Invitó JB, tomándola de la mano y guiándola a la mesa.
—Martha, Betty debe estar hambrienta. Chocolate caliente con dos tostadas de jamón, por favor— Le pidió el chico a su ama de llaves.
En pocos minutos, ya los integrantes de la familia Jones habían obligado a Betty a sentarse a comer con ellos.
—Vamos, tomate todo el chocolate, está rico— Aseguró JB, dándole un sorbo a su chocolate mientras miraba a Betty del otro lado de la mesa. —¿Estas bien? Te ves... ¿Te sientes bien?—
Betty asintió con una sonrisa. —Estoy bien, gracias por preocuparte—
—Bien, porque creo que no te he contado la historia de cuando salve a un gatito de una feroz serpiente— Empezó JB, muy animada.
Gladys se puso de pie después de observar a Betty por un rato y le sonrió a la rubia. —Tomate todo el chocolate, linda. Vengo enseguida mis niñas— Avisó, acercándose a su hijo. —Jughead, quiero hablar contigo—
Jughead asintió y miró a las dos chicas. —Vuelvo enseguida niñas— Avisó, retirándose a otro rincón de la casa con su madre.
Madre e hijo se separaron de Betty y Jellybean mientras las dos hablaban y reían como si no hubiese un mañana.
—¿Que hiciste, Jughead?— Le preguntó Gladys a su hijo, en voz baja, seria. —¿Tú embriagaste a esta niña?—
Jughead negó rápidamente. —Fue un accidente. Salí con ella y con nuestros amigos y traté de evitar que ella tomara de más, pero lo hizo a mis espaldas y terminó muy ebria. Era muy tarde, la traje a pasar la noche aquí, pero te juro que la cuidé mucho. No la toque ni le hice nada malo, lo juro— Susurró.
Gladys lo miró por un momento y asintió lentamente. —Solo te dire una cosa. Se lo que sueles hacer con las mujeres, pero por favor no lastimes a Elizabeth. Jughead, ella es como JB, la veo tal y como veo a mi hija. Por favor, por favor no la arruines—
Jughead asintió, mirando a su madre. —Preferiría morir antes de hacerle algún daño, mamá. En un rato la llevo a su casa—
Gladys sonrió y besó cariñosamente la mejilla de su hijo. —Preferiría que la dejaras aquí, pero soy madre y se lo preocupada que debe estar su mamá—
Betty se quedó un rato más en la mansión Jones, y después de que Fp llegó y también conversó con ella un rato, Jughead subió junto a ella al auto para por fin llevarla a casa.
Ella se sentía cómoda con la familia de Jughead; sentía casi como si estuviera en su propia familia.
Extrañaba esa unión familiar, porque su padre había fallecido y su hermano ya no pasaba mucho tiempo con ella.
—Lo siento tanto Betty...— Se disculpó Jughead tras encender el auto, mirándola. —Fue una noche desastrosa. Perdón—
—Perdóname a mi. No debí desobedecerte— Se disculpó también la rubia, mirándolo.
—No se, es que... eres aún muy joven y siento que te estoy llevando a un ritmo muy acelerado— Expresó Jughead, empezando a conducir, enfocado en el camino. —Te llevaré más lento. Aún tienes mucho por aprender—
Betty sonrió y el resto del camino fue silencioso hasta que llegaron a su destino. Al llegar, Betty le iba a entregar el abrigo al chico, pero él insistió en que ella lo conservara.
Al entrar a su casa, después de despedirse de Jughead con un abrazo, su madre la esperaba en la sala de estar, impaciente.
—Oh Elizabeth... hasta que por fin llegas mi niña— Dijo Alice, acercándose a su hija y abrazándola. —Si te vas a ir con tus amigas hasta las cuatro de la tarde, por favor avísame de antemano mi amor—
Betty asintió con una sonrisa y volvió a abrazar a su madre. —También te extrañé, mamá—
Alice le preparó una rica merienda a su hija, porque la había extrañado, y luego Betty se dedicó a responder mensajes de sus amigos, quienes estaban preocupados por ella.
Ya dentro de poco visitaría Italia por primera vez.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
