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Durante las siguientes semanas, Betty y Jughead mantuvieron un tipo de romance secreto; a escondidas se besaban, salían juntos y cada momento que podían lo aprovechaban para estar juntos, aunque en el trabajo tuvieran que mantener su distancia.

No había nadie más atento, caballeroso y cariñoso como Jughead, aunque casi nadie conociera eso de él.

Sábado en la tarde, y Betty tuvo una pequeña escapada romántica con Jughead, como solía hacer últimamente; caminaban juntos a la orilla de una playa al otro lado de la ciudad, descalzos, tomados de las manos.

La cálida arena entre los dedos de sus pies, la brisa fresca y el relajante sonido del mar... eso no tenía precio.

De repente Jughead se detuvo, y Betty también, girándose a mirarlo hasta que ambos quedaron frente a frente.

—¿Por que nos detenemos? ¿Te cansaste de caminar?— Preguntó Betty, divertida.

Jughead negó con una sonrisa, dejando un beso rápido en su frente. —Mira esto— Pidió.

Betty le prestó atención, y vio cuando el ojiazul se agachó y recogió una caracola de mar grande y con un color anaranjado muy llamativo, o se podría decir que era casi dorado.

—Me parece que esta es la caracola más grande que he visto hoy en esta playa— Admitió Jughead, entregándosela. —Por eso quiero que la tengas. Es la mas hermosa de esta playa, pero no se compara a ti. Cualquier caracola aquí se moriría de envidia contigo presente—

Betty sonrió y tomó la caracola, abrazándolo. —¿Por que tienes que ser tan lindo todo el tiempo?— Se separó, dejando un dulce beso en su mejilla.

—Porque te lo mereces, mi pequeño pedazo de sol— Aseguró Jughead, besando con dulzura sus labios.

Betty sonrió y lo volvió a abrazar, hasta que el celular del pelinegro empezó a sonar y tuvieron que separarse.

—Maldición... es mi padre— Murmuró Jughead, mirando su celular y luego a Betty. —Nena, voy a ver qué quiere y te prometo que regreso contigo de inmediato. ¿Si?— Le preguntó, acariciando su mejilla.

Betty asintió y Jughead tomó algo de distancia para hablar por teléfono, y cuando terminó, se veía algo sorprendido.

Se acercó a ella soltando un suspiro y Betty tomó su rostro entre sus manos. —¿Pasó algo malo, Jug?—

Jughead negó. —No, pequeña. Es solo que... es solo que mi familia está en esta misma playa y quieren verme—

Betty asintió, con toda su atención en el. —Pero eso no es nada malo. Es perfecto que vallas a ver a tu familia. Yo puedo irme...

—Oye, no— Negó Jughead, tomándola de la mano y mirándola fijamente. —Tú vendrás conmigo y conocerás a mi familia—

—¿Que?— Preguntó Betty, mirándolo. —¿Conocer a tu familia?—

—A mis padres y a mi hermanita. Algo me dice que se llevarán muy bien. Betty, ellos te amarán. Estoy seguro— Aseguró el chico, sonriéndole.

Betty sonrió y asintió; él le daba una seguridad que nunca antes nadie le había dado, cosa que le asustaba porque lo que sentía por él se fortalecía cada vez más y ya no sabía si simplemente le gustaba o había algo más.

Jughead la tomó de la mano y continuaron caminando por la playa, pero a otra dirección que Betty no lograba adivinar.

—¿Y donde está tu familia?— Preguntó la rubia, mirando a su alrededor.

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