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Jughead negó con la cabeza y se sentó a su lado en el sofá, abrazándola. —Es la última vez que te dejo tomar alcohol—

—¿Por que?— Preguntó, mirándolo con sus ojos grandes y curiosos.

—¿Como que por qué? Mira cómo te embriagaste cuando te pedí que no tomaras más. Me desobedeciste— La regañó, mirándola, serio.

Betty lo miró y amenazó con llorar, sus ojos verdes llenándose de lágrimas. —Te enojaste conmigo. Me estás hablando feo—

Jughead suspiró y la abrazó, pegándola más a él, besando su cabeza. —No princesa, no me enojé ni te hablé feo. Perdón... es que me asusta que algo malo pueda llegar a pasarte— Confesó.

Betty se limpió las lágrimas que ya había derramado sin dejar de mirarlo. —¿Entonces aún me quieres?—

Jughead le sonrió con ternura. —Es imposible dejar de quererte, pequeña traviesa—

Betty sonrió, aferrándose a él con las pocas fuerzas que poseía. —Eres lindo, pero la cabeza me da muchas vueltas—

—Por eso y por otras razones no quiero que vuelvas a tomar demasiado. ¿Quieres que me levante a prepararte algo?— Preguntó Jughead mientras aún la rodeaba con sus brazos.

—Yo solo te quiero a ti— Contestó la ojiverde, alzando la cabeza para mirarlo, centrándose en sus labios. —Maldición... qué guapo eres. Quiero besarte—

—Nena, eso puede esperar— Se negó el chico, con algo de diversión.

Betty no le hizo caso y en un abrir y cerrar de ojos, se sentó a horcajadas sobre él y atrapó sus labios en un beso tan ardiente que no supo cómo reaccionar a eso.

La deseaba como a nada, pero lo único que le interesaba en este momento era su bienestar después de haber tomado tanto alcohol.

Por eso se separó de repente y la miró con firmeza. —No, Betts. Ahora lo que debes hacer es descansar—

Betty negó, con la respiración agitada, tomando el rostro de Jughead entre sus manos. —Pero yo te deseo, Jug. Quiero... quiero hacerlo contigo esta noche—

Jughead abrió los ojos como platos por la petición de la rubia, pero negó rápidamente. —Aún no estás lista—

—Te deseo en este momento Juggie— Repitió, apresurándose a besarlo nuevamente.

Jughead al principio correspondió, porque lamentablemente los labios de la rubia eran su peor debilidad; besarla era uno de sus mayores placeres.

Igual a él no se le olvidaba que ella solo estaba ebria aún.

Por eso se separó, ya con la respiración agitada, y la miró, acariciando su rostro. —No, hermosa. No estás lista—

—¿No quieres estar conmigo?— Le preguntó, con los ojos cristalizados.

—No es eso. Es que no estás lista para esto todavía. Cuando estés lista lo voy a saber y entonces sí vamos a hacerlo, preciosa. Paciencia— La tranquilizó, besando con dulzura su cabeza y abrazándola.

Ella aún estaba sobre el, pero lo que le importaba era tenerla así, bien cerca, sentir su calor cerca de él de él.

—Vamos a la cama. Me iré— Avisó, sin mirarla.

Betty inmediatamente levantó la cabeza y lo miró, negando rotundamente. —No, no te vallas, Jug. Quédate. Quédate conmigo—

Jughead suspiró, mirándola, pero ella lo miraba a él con una insistencia que le impedía decirle que no. 

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