Los días parecían deslizares suavemente después de todo lo que había sucedido. Lynn, aunque ya no se obsesionaba tanto con entrenar, aún encontraba consuelo en su rutina diaria. Sin embargo, había algo que no podía sacar de su cabeza. Una idea que surgió cuando vio a Amelia jugando con Lily en casa. Algo que sentía que le faltaba, algo personal, algo para marcar su propio camino.
Estaba sentada en su escritorio esa tarde, mirando fijamente la pantalla de su teléfono mientras pasaba de una imagen a otra. La idea seguía dando vueltas en su mente: un tatuaje. Pero no era cualquier tatuaje, era uno que representaba su conexión con Amelia y con su vida actual. Lo pensó durante días, pero finalmente decidió qué quería.
La silueta de Amelia, vestida con su uniforme de porrista, se dibujaba en su mente con claridad. La imagen era simple, pero poderosa, como una figura que representaba la pasión, la energía, la fuerza que Amelia ponía en cada uno de sus movimientos. Y alrededor de esa figura, justo debajo, estaría una pequeña estrella fugaz, símbolo de los sueños que ambas compartían, de la idea de que la vida, aunque difícil a veces, siempre seguía brillando. Lo imaginó en su costado, cerca de su cadera, un lugar que era discreto, pero con un toque de elegancia.
Sin embargo, había algo más que quería agregar. Algo personal. El nombre de Lily. No solo como su hermana pequeña, sino como una parte esencial de su vida. Quería llevarlo siempre con ella, en una parte de su cuerpo donde pudiera verlo, sentirlo, recordarlo. Decidió que escribiría su nombre en el medio de su espalda baja, justo en la zona donde su piel era más suave. Nadie podría verlo a menos que ella decidiera compartirlo, pero siempre sería un recordatorio de su amor por Lily, el vínculo inquebrantable que compartían.
Lynn sonrió mientras pensaba en ello. Sabía que era un secreto, algo que no iba a mostrar a nadie por el momento. No necesitaba que los demás lo supieran, no aún. Este era un acto personal, una forma de reclamarse a sí misma, de marcar su camino. La idea de hacerlo la emocionaba, pero también la hacía sentir un poco nerviosa. ¿Qué pasaría cuando se lo contara a Amelia? ¿Y qué pensarían sus amigos?
Pero por ahora, no quería pensar en eso. Solo quería disfrutar de la idea de tener algo tan suyo, algo que nadie más entendiera del todo. Con una sonrisa satisfecha en el rostro, Lynn guardó su teléfono y se recostó en la cama, pensando en cómo sería el día que se hiciera ese tatuaje.
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Esa noche, después de una cena tranquila con su familia, Lynn se encontraba con Amelia en su habitación, charlando sobre cualquier cosa mientras escuchaban música suave. La luna brillaba por la ventana, iluminando el cuarto con una luz cálida y reconfortante. Amelia, como siempre, estaba relajada, tranquila. Mientras Lynn le contaba sobre su día, no podía evitar distraerse un poco con la idea del tatuaje, el diseño, la ubicación.
“Estoy pensando en algo,” dijo Lynn, mirando a Amelia con una sonrisa en el rostro.
Amelia levantó una ceja, curiosa. “¿Qué estás pensando, Lynnie?”
“Es un secreto,” Lynn dijo en tono juguetón, “Pero… creo que me haré un tatuaje. Algo pequeño.”
Amelia se acercó un poco más, inclinándose hacia ella. “¿Un tatuaje? ¿Dónde?”
Lynn hizo una pausa, disfrutando del misterio. “No puedo decirte todavía. Es un secreto. Pero… quiero que me apoyes cuando lo haga.”
Amelia sonrió, asintiendo. “Claro que sí, siempre te voy a apoyar. No importa lo que decidas. ¿Sabes que yo también tengo algunas ideas?”
Lynn asintió, sin poder evitar sonrojarse. “Sí, lo sé. Siempre te has sentido atraída por ese tipo de cosas. Pero esto es algo para mí. Algo que quiero hacer por mí misma.”
Amelia la miró con ternura, sin saber que ese tatuaje era mucho más simbólico de lo que ella podía imaginar.
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A los pocos días, Lynn ya había decidido dónde iría a hacerse el tatuaje. No lo mencionó más a nadie, ni siquiera a sus amigos, aunque podía sentir la emoción creciendo en su interior. Un par de días después, se encontraba en el estudio de tatuajes, un lugar tranquilo y acogedor. El tatuador, un hombre de aspecto relajado, la saludó con una sonrisa.
“Listo para comenzar, Lynn?” le preguntó, preparándose para comenzar.
“Sí, estoy lista,” respondió Lynn, con una ligera mezcla de nerviosismo y emoción. Sabía que este sería un paso importante, una manera de conectar aún más con su vida actual y con las personas que amaba.
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El proceso fue más largo de lo que pensaba, pero pronto el tatuaje estuvo terminado. La silueta de Amelia, vestida de porrista, parecía cobrar vida en su piel, con la estrella fugaz brilla justo debajo. Lynn sonrió al mirarse en el espejo, sintiendo una oleada de satisfacción al ver cómo todo se unía. El nombre de Lily, apareció justo debajo, como un recordatorio constante de su hermana pequeña.
“No le digas a nadie,” Lynn susurró al espejo, sabiendo que aún no estaba lista para compartir ese pequeño secreto con el mundo. Por ahora, solo ella debía conocerlo.
Cuando regresó a casa esa noche, aún sentía la sensación de estar llevando una parte de ella misma de manera más visible. Algo profundo y personal que solo ella entendería. Sin embargo, el peso del tatuaje la hacía sentirse más fuerte, más segura. Como si hubiera reclamado su propio espacio, su propio lugar en el mundo.
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A la mañana siguiente, cuando Lynn vio a Amelia, no pudo evitar sonreír con ternura. Sabía que, eventualmente, le contaría sobre el tatuaje, pero por ahora, era un secreto que solo ella podía guardar.
“¿Qué tal el día?” le preguntó Amelia mientras se acercaba a ella en la escuela.
Lynn sonrió, un poco más segura de sí misma que antes. “Muy bien, princesa. Muy bien.”
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Princesa, estoy contigo
Dla nastolatkówQue pasa si la número 1 de su secundaria se enamora? no pasaría nada, si tan solo no fuera *Amelia Anderson*