Giyu asintió lentamente, su mirada tranquila y profunda, como si estuviera procesando mis palabras. No parecía molesto, ni siquiera confundido. Solo estaba... allí, en silencio, esperando a que yo misma encontrara el camino. Esa era una de las cosas que más admiraba de él, su paciencia infinita, su disposición a escuchar sin juzgar. Y, en ese momento, entendí lo importante que era para mí.
—Está bien —respondió finalmente, su voz serena, pero con una suavidad que dejaba ver lo mucho que le importaba—. Tómate el tiempo que necesites. No quiero que te sientas presionada, ni que pienses que tengo expectativas que no puedes cumplir.
Sentí un nudo en el pecho. Esas palabras, tan simples pero tan llenas de significado, fueron lo que me ayudó a comprender que lo que estaba haciendo no era una renuncia, sino un acto de auto-cuidado. Necesitaba enfrentar mi propio miedo y mis inseguridades antes de poder entregarme plenamente a alguien más. Y si Giyu era capaz de entender eso, entonces podría esperar.
—Gracias —dije, aunque las palabras no eran suficientes. ¿Cómo podría agradecerle por darme el espacio para sanar cuando yo misma no sabía cómo hacerlo?
Giyu no respondió de inmediato, pero su mirada, en lugar de ser distante, parecía comprenderme aún más. Finalmente, dio un paso atrás y, con una ligera inclinación de cabeza, se despidió sin necesidad de más palabras.
—Nos veremos cuando estés lista —dijo, su voz firme pero suave, como un eco de la paciencia que tanto me había mostrado.
Lo observé alejarse, sus pasos tranquilos y decididos, y por un momento sentí que, a pesar de todo, no había perdido a Giyu. Tal vez el espacio y el tiempo que le había pedido no significaban un final, sino solo un nuevo comienzo, uno en el que podría aprender a aceptarme a mí misma antes de intentar construir una relación con él.
Pasaron las semanas, y aunque el vacío seguía presente, comencé a darme cuenta de que la distancia que había tomado de Giyu me estaba permitiendo mirar dentro de mí misma. Fue doloroso al principio, claro. Las sombras del miedo seguían acechando mi mente, pero, con el tiempo, esas sombras empezaron a ceder un poco. Me di cuenta de que no podía controlar todo lo que sucediera, que no podía protegerme del dolor, pero sí podía aprender a vivir con él.
Durante ese tiempo, Tanjiro siguió siendo mi apoyo constante. Aunque sus visitas eran más esporádicas debido a sus entrenamientos y misiones, siempre encontraba la manera de hacerme sentir que no estaba sola. Hablábamos mucho, y aunque nuestras conversaciones seguían siendo en su mayoría sobre Kyojuro y el dolor compartido por su pérdida, poco a poco comenzamos a hablar más de nuestras esperanzas, nuestros sueños y lo que queríamos para el futuro.
Una tarde, mientras paseábamos por el campo, Tanjiro me miró con una expresión seria, pero cálida.
—¿Cómo te sientes ahora? —me preguntó, como si ya supiera que el tiempo había comenzado a cambiar algo dentro de mí.
Lo miré, reconociendo la preocupación en su mirada. Sin embargo, había una calma dentro de mí que no había experimentado en mucho tiempo.
—Creo que estoy empezando a entender lo que necesito —respondí con una sonrisa suave—. No se trata solo de sanar por completo, sino de aceptarme a mí misma, mis miedos, mis inseguridades. Todo eso es parte de mí, y no puedo seguir huyendo de ello.
Tanjiro asintió, como si sus palabras se vieran reflejadas en las mías. Se detuvo un momento, como si pensara cuidadosamente en lo que iba a decir.
—Me alegra escuchar eso —dijo con una sonrisa, aunque podía ver que estaba preocupado por lo que vendría a continuación—. Y, si alguna vez necesitas hablar o si decides que necesitas a alguien cerca, sabes que siempre puedes contar conmigo.
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𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]
RandomUn joven frío y reservado, marcado por la pérdida de su familia y el sacrificio de su mejor amigo, vive aislado del mundo, incapaz de expresar sus emociones. Su vida cambia cuando conoce a una chica llena de carisma y belleza, quien lo recuerda de u...