𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]

CAPITULO 46

Tres semanas habían pasado desde aquel fatídico enfrentamiento con Akaza, tres semanas desde que mi vida pendía de un hilo. La luz del sol había cambiado con el paso de los días, pero para Giyu, el tiempo parecía haberse detenido. Cada mañana, al despertar, su primer pensamiento era hacia mi. ¿Hoy despertaría? Cada tarde, al regresar de entrenamientos o misiones, su mirada buscaba automáticamente la habitación donde estaba, esperando verme despertar de ese profundo sueño que se había convertido en una pesadilla silenciosa.

El lugar estaba envuelto en una calma densa, casi opresiva. Shinobu seguía supervisando mi estado, pero las noticias no mejoraban. A veces, Giyu la veía pasar junto a mi, con una expresión que solo reflejaba el agotamiento de la espera, pero sin ofrecerle respuestas definitivas.

Giyu nunca se alejó de mi lado. Él permaneció allí día y noche, no por obligación, sino por la necesidad de estar cerca de mi, de sentir que, si algo sucedía, podía ser el primero en actuar. Incluso cuando su cuerpo gritaba por descanso, se mantenía vigilante, imperturbable.

Una mañana, al comenzar el día con los primeros rayos del sol, Giyu volvió a la habitación. El cuervo Kasugai se posó en la ventana y lo observó con atención, como si compartiera la misma angustia.

Mi respiración era débil, pero seguía siendo una señal de vida. Giyu se acercó lentamente a la cama donde descansaba sentándose a mi lado. Durante las tres semanas que habían pasado, no había cambiado mucho en mi estado: estaba en coma, pero mi corazón seguía latiendo. Sin embargo, mi cuerpo aún luchaba por recuperarse, por adaptarse a las intensas demandas de la Respiración de la Llama, a las heridas físicas y emocionales.

—¿Cuándo vas a despertar? —murmuró Giyu, su voz rasposa por el cansancio. El Pilar del Agua había mantenido su calma en todo momento, pero ahora, ante la vigilia interminable, la presión de la espera comenzaba a pesarle más que nunca.

Al igual que durante estos días pasados, mis manos seguían frías, y mi rostro, aunque sereno, estaba marcado por la palidez que la enfermedad había dejado. Giyu tomó mi mano, la apretó con suavidad, buscando, de alguna manera, transmitirle un poco de la energía que él mismo había perdido.

—Te necesito... —susurró, casi inaudible, mirando mis labios, esperando ver alguna señal de que había escuchado.

Pero el silencio lo envolvía todo. Y el silencio comenzaba a devorarle el alma.

A lo lejos, la puerta se abrió y Shinobu entró, con su paso ligero, pero sus ojos también reflejaban el peso de los días. No podía ocultar la preocupación que se acumulaba, a pesar de su profesionalismo.

—¿Ha cambiado algo? —preguntó Giyu, sin levantar la mirada de mi. Su voz estaba cargada de una ansiedad contenida.

Shinobu se acercó a él, con una pequeña mueca que indicaba lo difícil que era dar noticias después de tanto tiempo.

—No... aún sigue en coma —respondió ella, con voz tranquila pero seria—. Sus heridas se han estabilizado, pero el agotamiento sigue siendo un problema. Y su conexión con la Respiración de la Llama sigue siendo un obstáculo. Necesita descansar, necesita tiempo.

Giyu cerró los ojos, sus dedos apretando un poco más mi mano. La presión en su pecho aumentó, y aunque trataba de mantener la compostura, su rostro mostraba la vulnerabilidad que solo yo había llegado a ver. ¿Qué pasaba por su mente?

Shinobu continuó observando a Giyu con cierta preocupación. Sabía lo que eso significaba para él, lo mucho que me importaba. Los dos habían vivido muchas batallas juntos, pero esta era diferente. No podía ayudar a Giyu de la manera en que lo deseaba, solo quedaba esperar, como siempre había sido el destino con los demonios, como siempre había sido la lucha contra el tiempo.