CAPÍTULO 35

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El bullicio de la siguiente noche en la casa Ogimoto fue roto por un golpe apresurado en mi ventana. Me sobresalté, temiendo que alguien hubiera descubierto nuestra infiltración, pero al abrir, encontré al cuervo Kasugai de mi familia adoptiva "LOS RENGOKU"

El corazón se me hundió en el pecho cuando vi una nota en el pico del cuervo, algo en mi pecho decía que algo ocurria. Los Rengoku eran mi familia adoptiva, y desde la muerte de Kyojuro, me había esforzado en proteger a Senjuro y mantener algo de estabilidad en ese hogar roto. Con manos temblorosas, tomé la nota y la leí bajo la tenue luz de la lámpara.

"Senjuro necesita tu ayuda urgentemente. Tu Padre ha causado problemas graves en la aldea. Regresa de inmediato."

El mensaje era breve, pero las palabras ardían en mi mente. No hacía falta decir más para que entendiera que el problema era mi padre adoptivo, Shinjuro. Desde la muerte de Kyojuro, había sucumbido aún más al sake y a su amargura, descargando su frustración en quienes lo rodeaban, especialmente en Senjuro.

Escribi rápidamente una carta a Uzui para explicarle la situación y tambien que me disculpara por irme asi de repente.

A la mañana siguiente, ya estaba camino a la mansión Rengoku, mi corazón pesando más con cada paso.

[El caos en la mansión Rengoku]

Al llegar a la mansión, fui recibida por Senjuro, quien tenía los ojos llenos de lágrimas pero intentaba mantenerse firme. Su cuerpo menudo temblaba mientras me abrazaba con fuerza.

—Hermana... gracias por venir —dijo con voz quebrada.

Le devolví el abrazo, acariciando suavemente su cabello, tratando de tranquilizarlo.

—Estoy aquí ahora, Senjuro. Todo estará bien —prometí, aunque mi propia voz traicionaba la duda.

Desde el interior de la casa, un estruendo resonó, seguido por el sonido de madera rompiéndose. La voz ronca y furiosa de Shinjuro llenó el aire.

—¡Ese mocoso inútil! ¡No entiende nada! ¡Nada!

Mi estómago se revolvió de ira. Dejé a Senjuro en la entrada, asegurándome de que estuviera a salvo, y me dirigí al interior. Encontré a Shinjuro en la sala principal, rodeado de botellas de sake vacías. Su rostro estaba enrojecido, y su postura tambaleante mostraba lo borracho que estaba.

—¡Shinjuro! —grité, mi voz llena de furia—. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué clase de ejemplo le das a tu hijo?

Él levantó la vista hacia mí, sus ojos inyectados de sangre se clavaron en los míos con una mezcla de rabia y desprecio.

—¿Y tú qué haces aquí? —gruñó, tambaleándose hacia mí—. No eres más que una carga. Igual que tu hermano, te recuerdo que yo te corri de esta casa

Sus palabras fueron como un golpe en el pecho, pero no dejé que me afectaran. Di un paso hacia él, desafiante.

—¡Kyojuro no fue una carga! —grité, mi voz temblando de emoción—. Él fue un héroe, el orgullo de esta familia. Y tú... tú no eres más que un cobarde que se esconde detrás de una botella.

Shinjuro lanzó un grito de furia y, en un arrebato, arrojó una de las botellas de sake hacia mí. Me agaché justo a tiempo para evitar el impacto, pero la botella se estrelló contra la pared, dejando fragmentos de vidrio por todas partes.

—¡No te atrevas a hablarme así! —rugió, avanzando hacia mí con pasos inestables.

—¡Basta! —grité, mi propia furia creciendo. Me interpuse entre él y Senjuro, que había aparecido tímidamente en la puerta—. No dejaré que sigas lastimando a nadie más.

Por un momento, Shinjuro se quedó inmóvil, su mirada perdida en el suelo. Parecía estar luchando contra sus propios demonios, pero su postura no se relajó.

—Kyojuro se fue... y ahora no queda nada —dijo en un murmullo, casi inaudible.

—¡Eso no es verdad! —repliqué, mi voz llena de determinación—. Quedamos nosotros, Shinjuro. Queda Senjuro. Y aún hay esperanza para esta familia, pero no mientras sigas destruyéndola con tu ira y tu tristeza.

Él me miró, y por un instante, creí ver algo en sus ojos: remordimiento, tal vez. Pero fue fugaz, y pronto volvió a levantar su barbilla con orgullo.

—Haz lo que quieras —gruñó, antes de dar media vuelta y tambalearse fuera de la sala.

Cuando el ruido de sus pasos desapareció, me permití dejar escapar un suspiro tembloroso. Mis piernas casi cedieron bajo el peso de la tensión, pero me obligué a mantenerme firme.

Senjuro corrió hacia mí, abrazándome con fuerza.

—Gracias, hermana... gracias por protegerme —dijo, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Lo estreché entre mis brazos, prometiéndome que no permitiría que nada ni nadie lo lastimara. Había perdido a Kyojuro, pero no perdería a Senjuro. Haría todo lo necesario para protegerlo, incluso si eso significaba enfrentarme a Shinjuro una y otra vez.

[Reflexiones al atardecer]

Esa noche, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, me senté en el jardín junto a Senjuro. El aire estaba lleno del aroma de los pinos, y el canto de los grillos llenaba el silencio. Senjuro se apoyó en mi hombro, sus ojos cerrándose lentamente.

Miré al cielo, las estrellas comenzando a brillar. Mis pensamientos volaron hacia Kyojuro, hacia su risa cálida y su pasión inquebrantable.

—Hermano... ¿qué debo hacer para mantener esta familia unida? —murmuré, mi voz apenas un susurro en el viento.

Sabía que la respuesta no llegaría fácilmente, pero estaba decidida a continuar luchando, por él, por Senjuro, y por la promesa de un futuro mejor.

—Hermana... ¿por qué nuestro padre es así? —preguntó Senjuro, su voz apenas audible, interrumpiendo mis pensamientos.

Lo miré, sintiendo un dolor profundo en el pecho. Quería darle una respuesta que lo consolara, pero la verdad era que ni yo lo entendía del todo.

—El dolor cambia a las personas, Senjuro —le dije finalmente, acariciando suavemente su cabello—. Pero eso no significa que esté bien lo que hace. Lo importante es que nosotros sigamos siendo fuertes, como Kyojuro hubiera querido.

Senjuro asintió lentamente, sus ojos llenos de determinación, aunque todavía brillaban con lágrimas.

—Quiero ser como Kyojuro algún día... fuerte y amable —dijo, con una pequeña sonrisa.

—Y lo serás mi pequeño —le aseguré, abrazándolo con fuerza—. Porque él vive en nosotros, en cada cosa buena que hacemos.

Esa noche, mientras miraba las estrellas, hice un voto silencioso. No permitiría que la oscuridad consumiera a mi familia. Lucharía por Senjuro, por Kyojuro y por el futuro que él hubiera querido para nosotros. Sin importar cuán difícil fuera, no me rendiría.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora