CAPITULO 70

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Los días siguientes a nuestra reconciliación fueron tranquilos pero cargados de significado. Aunque todavía había heridas abiertas, la atmósfera entre Giyu y yo era más ligera, como si una pesada nube hubiera comenzado a disiparse.

Una mañana, mientras organizaba mi armadura y verificaba mis suministros, escuché pasos aproximándose. No tuve que voltear para saber quién era.

—¿Dormiste bien? —preguntó Giyu desde la puerta. Su tono era suave, casi tímido.

—Un poco —respondí mientras ajustaba el filo de mi katana. Luego me giré para mirarlo—. ¿Y tú?

–Lo intenté. —Esbozó una pequeña sonrisa, y aunque parecía cansado, había algo de paz en su expresión.

Nos quedamos en silencio unos segundos, cómodos en la quietud. Finalmente, fue él quien rompió la calma.

—¿Te gustaría salir hoy? —preguntó, con una leve vacilación. —Podemos ir a los campos cerca de la aldea o caminar hacia el río.

Lo miré, sorprendida. Giyu rara vez proponía algo como eso, pero sabía que estaba haciendo un esfuerzo por acercarse.

—Suena bien —respondí con una pequeña sonrisa.

Mientras caminábamos por un sendero bordeado de árboles, el sol brillaba débilmente entre las ramas. El sonido del agua corriente del río cercano y el susurro del viento creaban un ambiente sereno.

—Este lugar me recuerda a los entrenamientos que tenía con Sabito —comentó Giyu de repente, rompiendo el silencio.

—¿Aquí entrenabas con él? —pregunté, interesada.

—No exactamente aquí, pero en un lugar similar. —Su mirada estaba perdida entre los árboles—. Siempre era más fuerte que yo, más rápido, más decidido.

—Pero tú superaste muchas cosas —le recordé, caminando a su lado—. Eres un gran pilar.

Giyu me miró, una chispa de emoción en sus ojos, pero también algo de duda.

—A veces no me siento digno de eso... pero quiero mejorar, no solo como pilar, sino como persona. Por ti.

Las palabras tocaron algo profundo en mi interior.

—Ya estás mejorando, Giyu. No siempre será fácil, pero el hecho de que estés intentando significa mucho.

Continuamos nuestra caminata hasta que llegamos a un claro donde el río serpenteaba suavemente entre las rocas. Nos sentamos en la orilla, dejando que el silencio llenara los espacios entre nosotros. Era un silencio cómodo, uno que no necesitaba ser llenado.

Después de un rato, Giyu habló nuevamente.

—¿Crees que podamos sanar del todo? —preguntó, su mirada fija en el agua.

Me quedé pensando en su pregunta. Había días en los que la tristeza aún era abrumadora, pero había algo diferente ahora: esperanza.

—No lo sé —admití—. Pero quiero intentarlo. Juntos.

Giyu asintió, y su mano buscó la mía. Apreté sus dedos con fuerza, sintiendo que este era el comienzo de algo nuevo.

Aunque el camino sería largo y lleno de desafíos, por primera vez en mucho tiempo, sentí que podríamos enfrentarlo. No como dos personas separadas por el dolor, sino como una unidad que aprendía a reconstruirse.

Era un nuevo capítulo para ambos, uno que estaba dispuesto a escribir junto a él.

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𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora