CAPÍTULO 24

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La noche había caído profundamente sobre mi hogar, y un silencio sereno envolvía cada rincón. Después de la misión, el cansancio físico seguía presente, pero mi mente no podía descansar. Me encontraba sentada en el pequeño jardín detrás de las habitaciones, donde la luz de la luna bañaba las hojas de los árboles con un resplandor plateado. Era un lugar donde solía ir a pensar, a sentirme cerca de Kyojuro y a buscar respuestas en el silencio de la noche.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el suave crujido de pasos detrás de mí. No necesitaba girarme para saber quién era; su presencia siempre había sido inconfundible para mí, incluso antes de que mi corazón comenzara a latir más fuerte en su compañía.

—Giyu —murmuré, girándome lentamente para encontrarme con su figura, parcialmente iluminada por la luz lunar—. No esperaba verte aquí.

Él no respondió de inmediato. En cambio, avanzó unos pasos hasta sentarse junto a mí en el banco de madera. Sus movimientos eran lentos, como si estuviera reflexionando sobre algo que llevaba tiempo guardado. Finalmente, rompió el silencio.

—Vi que no estabas en tu habitación. Supuse que estarías aquí.

Había algo en su voz, una calma inusual que solo lograba aumentar el nudo en mi pecho. Bajé la mirada, jugando con un hilo suelto de mi uniforme mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Este lugar... me hace sentir cerca de Kyojuro. Como si aún pudiera escuchar su voz, sus risas. —Sonreí con tristeza, sintiendo el peso de su ausencia de nuevo-. Pero al mismo tiempo, me recuerda que estoy sola.

Giyu permaneció en silencio por un momento, pero no sentí que me ignorara. Al contrario, su presencia era como un escudo silencioso contra el vacío. Después de un rato, habló, su tono más bajo, pero cargado de una honestidad que rara vez mostraba.

—No estás sola. No tienes que estarlo. —Giré mi rostro hacia él, sorprendida por la firmeza de sus palabras. Sus ojos azules me miraban con una intensidad que me dejó sin aliento—. Sé lo que es sentir que todo lo que importa se desvanece, que el mundo se convierte en un lugar frío y vacío. Pero no quiero que pienses que tienes que enfrentarlo sola.

Su confesión hizo que mi corazón latiera con fuerza. Giyu, siempre tan reservado, estaba abriéndose de una forma que no esperaba. Me mordí el labio, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos.

—Pero... ¿y si te pierdo también? —susurré, mi voz quebrada por el miedo que aún no podía dejar atrás—. ¿Y si todo esto es solo un preludio para otro adiós?

Giyu no respondió de inmediato, pero su mirada nunca abandonó la mía. Entonces, hizo algo que me tomó por sorpresa: tomó mi mano entre las suyas, sus dedos fríos al principio, pero llenos de una calidez reconfortante que no había sentido en mucho tiempo.

—No sé qué va a pasar, —admitió, su voz apenas un murmullo en la quietud de la noche—. Pero si hay algo que he aprendido es que cada momento que compartimos, cada instante en que seguimos vivos, importa. No quiero perder eso contigo.

Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente cayeron, y no hice nada por detenerlas. Giyu se movió con cuidado, acercándose lo suficiente como para que pudiera sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Sin decir una palabra, solté un leve sollozo y me recosté contra su pecho, dejando que el peso de mis emociones cayera sobre él.

Por un momento, solo existimos nosotros dos, envueltos en la quietud de la noche. Giyu levantó una mano con cuidado, colocándola suavemente sobre mi cabello, un gesto tan inusual en él que casi no podía creerlo. Pero lo hizo con una ternura que hizo que mi corazón se apretara.

—No puedo prometerte que no habrá dolor, —dijo en voz baja, su aliento cálido contra mi cabello—. Pero sí puedo prometerte que no me alejaré. No voy a dejarte.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora