𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]

CAPITULO 62

Habían pasado tres días desde que tu cuerpo, luchando con todo su esfuerzo, se mantenía en un estado frágil. Shinjuro no se había movido de la mansión de Shinobu. Pasaba la mayor parte del tiempo sentado en una silla cercana, en silencio, con la mirada fija en el suelo o en la puerta de tu habitación, como si esperara un milagro en cualquier momento.

Cuando Giyu llegó a la mansión, su aspecto era demacrado, como si los días de distancia y culpa hubieran dejado una marca indeleble en él. Shinobu lo recibió brevemente, explicándole que tu estado era estable pero que aún no mostrabas señales de despertar. Giyu, incapaz de contenerse más, se dirigió directamente a la habitación donde estabas, solo para encontrarse con Shinjuro allí.

Tu padre adoptivo also mirada al notar su presencia. Hubo un momento de tensión palpable entre ambos, pero no tardó en romperse cuando Shinjuro se puso de pie, cruzándose de brazos.

—No esperaba verte aquí —dijo Shinjuro con una voz grave, aunque no agresiva.

Giyu respiró hondo, tratando de mantener la compostura.

—Tenía que venir. No podía quedarme más tiempo lejos... Ella no solo es mi pareja, es alguien importante para mí.

Shinjuro lo observó detenidamente, sus ojos llenos de un peso que solo los años de arrepentimiento podían llevar. Finalmente, asintió, como si entendiera ese sentimiento.

—He estado aquí todo este tiempo, pensando en lo que he hecho... en cómo fallé a mi familia, a Kyojuro, a ella... —admitió con un tono que mostraba su vulnerabilidad.

Giyu, sorprendido por la sinceridad de Shinjuro, bajó la mirada.

—No eres el único que ha fallado... —respondió, su voz baja pero cargada de culpa—. Discutí con ella... le dije cosas horribles, cosas que jamás debí haber dicho. No estuve para ella cuando más me necesitaba, y ahora siento que estoy pagando el precio de mis palabras.

Shinjuro se quedó en silencio por un momento antes de hablar, su tono más suave.

—A veces, la vida nos da lecciones de las formas más duras, pero eso no significa que no podamos cambiar... o enmendar lo que hemos roto. Yo maltraté a mis hijos, los aparté por mi dolor y mi ira... y perdí a Kyojuro sin haberle dicho lo orgulloso que estaba de él. No voy a cometer el mismo error con ella.

Giyu levantó la mirada, encontrándose con los ojos sinceros de Shinjuro.

—Quiero enmendarlo también... pero siento que ya es demasiado tarde. Ella me odia, y con razón.

Shinjuro negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro.

—No es demasiado tarde, Tomioka. Pero si realmente quieres estar a su lado, tienes que demostrarlo. Las palabras no serán suficientes, no después de todo lo que ha pasado.

Giyu apretó los puños, como si esa determinación comenzara a arraigarse en su interior.

—Haré lo que sea necesario. No importa cuánto tiempo tome, quiero que me perdone... quiero que sepa cuánto la amo.

Shinjuro asintió, un atisbo de aprobación en su mirada.

—Entonces, no la defraudes. Ella merece todo el apoyo que puedas darle, especialmente después de lo que ha perdido.

Hubo un momento de silencio entre ambos hombres, un entendimiento tácito de que, a pesar de sus diferencias y errores, compartían un objetivo en común: tu bienestar.

Finalmente, Shinjuro volvió a sentarse, mientras Giyu se acercaba a la puerta de tu habitación. Antes de entrar, se detuvo y miró hacia atrás.

—Gracias, Shinjuro... por estar aquí para ella.