CAPÍTULO 85

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El camino de regreso a casa estaba tranquilo, iluminado por la luz tenue de la luna y acompañado por el sonido de los insectos nocturnos. Mis pasos eran firmes, pero mi cuerpo comenzaba a resentir la intensidad del día. El entrenamiento con Iguro y Sanemi había sido extenuante, y el peso de los malestares del embarazo comenzaba a hacerse presente.

Al principio, era solo un ligero mareo que traté de ignorar. Sin embargo, no tardó en intensificarse. Sentí una náusea que subía desde mi estómago y un cansancio que parecía anclarme al suelo.

Me detuve un momento, apoyándome contra un árbol para tomar aire.

—Vamos... solo un poco más... —susurré para animarme a continuar.

Llevé una mano a mi vientre de manera instintiva, como si intentara proteger a la pequeña vida que crecía dentro de mí.

El mundo parecía girar un poco, y cerré los ojos para estabilizarme. A pesar de todo, sabía que no podía permitir que nadie se enterara todavía, especialmente no Giyu. Este secreto era mío, algo que necesitaba mantener oculto hasta encontrar el momento adecuado.

Respiré hondo varias veces, esperando que el mareo se calmara. Cuando finalmente me sentí lo suficientemente estable, continué mi camino con pasos más lentos y cuidadosos.

A medida que me acercaba a la mansión, el alivio de ver su silueta entre los árboles me llenó de una paz momentánea. Sabía que necesitaba descansar. El día siguiente traería consigo más desafíos, pero por ahora, lo único que podía hacer era cuidar de mí misma y del pequeño ser que dependía completamente de mí.

—Resiste, solo un poco más —murmuré nuevamente, esta vez con más convicción, antes de cruzar el umbral de mi hogar.

Al llegar a la mansión, el silencio me recibió como un abrazo cálido. Dejé mis sandalias junto a la puerta y caminé lentamente hacia mi habitación, sintiendo cómo el cansancio se hacía cada vez más pesado. Mis pasos resonaban apenas, pero cada uno parecía un desafío tras el agotador día.

Al entrar, me detuve un momento para mirar alrededor. La habitación estaba tranquila, iluminada solo por la luz tenue de una lámpara de papel. Me dejé caer con cuidado en mi futón, sintiendo cómo los músculos tensos de mi cuerpo comenzaban a relajarse contra la superficie acolchada.

Llevé una mano a mi vientre, acariciándolo suavemente mientras mis pensamientos volvían a la pequeña vida que crecía en mi interior.

—Todo estará bien... —murmuré, como si el susurro pudiera llegar al pequeño ser dentro de mí.

El cansancio y los malestares del embarazo seguían presentes, pero el calor del futón y la tranquilidad del ambiente me brindaron un momento de paz. Cerré los ojos, permitiéndome respirar profundamente.

Mañana sería otro día lleno de responsabilidades y entrenamiento, pero por ahora, me permití descansar. Mis pensamientos divagaron hacia recuerdos cálidos de mi familia y la esperanza de un futuro mejor, hasta que finalmente, el sueño me envolvió por completo.

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A la mañana siguiente, después de descansar lo suficiente, me sentí con más energía para continuar con el entrenamiento. Me levanté temprano, asegurándome de estar preparada antes de reunirme con los cazadores que estaban bajo mi instrucción.

Cuando todos llegaron al campo de entrenamiento, noté que su actitud era diferente. Sus movimientos eran más seguros y había una determinación visible en sus expresiones. Estaban listos para avanzar.

—Han hecho un excelente trabajo hasta ahora —dije, caminando frente a ellos con una postura firme—. Estoy orgullosa de su progreso y de su dedicación. Por ello, considero que están listos para pasar a la siguiente fase del entrenamiento.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora