CAPITULO 44

38 1 0
                                        

El aire estaba cargado de tensión, casi palpable. Mis respiraciones se entrelazaban con el crujido del suelo bajo mis pies y el sonido del viento cortado por la fuerza de los ataques. Cada golpe que intercambiábamos retumbaba en el bosque, el acero de mi katana brillando a la luz de la luna, pero no importaba cuánto me esforzara, Akaza siempre parecía estar un paso adelante.

Su risa resonó en el aire como una burla, un eco cruel que me hizo apretar los dientes. Mi cuerpo comenzaba a sentirse pesado, y mi visión se nublaba por el agotamiento. Pero no podía detenerme. No debía.

—Vaya, vaya, parece que me estás tomando en serio —dijo Akaza, observando con una sonrisa torcida. Su voz, aunque calmada, tenía una frialdad espeluznante—. Me pregunto... ¿de verdad crees que puedes estar a la altura de Kyojuro Rengoku?

Esas palabras me golpearon como una ráfaga helada. Rengoku... Mi hermano adoptivo, el hombre que me enseñó tanto, que me dio su fuego y su coraje. El hombre que dio su vida en un intento de protegernos a todos. La idea de que Akaza podía mencionar su nombre con tanta ligereza me hizo hervir de furia

—Cállate —gruñí, mi katana ardiendo más intensamente mientras me lanzaba hacia él una vez más, esta vez con un ataque más directo, una barrera de fuego envolviendo la hoja. Pero Akaza la esquivó con una facilidad aterradora.

Él dio un paso atrás, tomando aire y luego habló nuevamente, con un tono incluso más sombrío que antes.

—¿De verdad crees que puedes tomar su lugar? —dijo Akaza con un brillo malicioso en los ojos—. Kyojuro murió como un tonto, creyendo que una muerte honorable podría cambiar algo. Pero todo fue en vano. Él nunca fue capaz de derrotarme.

Mi respiración se detuvo por un segundo. —"No..." — Pensé, casi sin creer lo que escuchaba.

—Recuerdo el momento en que lo maté —continuó Akaza, acercándose lentamente, disfrutando del dolor que sus palabras causaban—. Estaba tan lleno de vida, tan seguro de sí mismo... ¿Pero sabes qué? Ese fuego que tanto predicaba, esa determinación que te hizo admirarlo, era solo una fachada. Era débil. No entendió nada de lo que realmente importa.

Mis manos comenzaron a temblar, pero mi mente estaba nublada por la rabia. "¡No!" ¿Cómo se atrevía a hablar así de Kyojuro? Mi hermano... él nunca fue débil

—Entonces, ¿qué te hace pensar que tú, una simple sustituta, puedas hacer lo que él no pudo? —Akaza se acercó aún más, y por un momento sentí su aliento helado rozando mi rostro. Sus ojos brillaban con un hambre sin fin—. Si Kyojuro no pudo matarme, ¿quién eres tú para intentarlo? Eres solo un reflejo de lo que él fue, pero no estás a la altura. No eres la verdadera Llama.

Esa última frase me alcanzó con una fuerza indescriptible. "No soy la verdadera Llama..." La frase se repitió una y otra vez en mi mente, destrozándome, arrastrándome a una sensación de impotencia. Pero en ese mismo instante, una chispa se encendió en mi interior, algo que Kyojuro me había enseñado, algo que no podía olvidar

"¡No!"

Mis recuerdos de Kyojuro se apoderaron de mí. Su risa, su valentía, su manera de nunca rendirse. "Tienes que luchar con todo lo que eres, no importa lo que digan."

—¡No iba a dejar que él me pisoteara!—

Con un grito feroz, mi katana brilló con un resplandor cegador, y mi respiración se aceleró mientras una onda de calor se extendía a través de mi cuerpo. Mi alma se fundió con el fuego que había heredado, el mismo que Kyojuro había usado en su lucha.

— Respiración de la llama segunda postura: cielo en llamas ascendente

Mis pies se deslizaron sobre el suelo, y con toda la fuerza que podía reunir, me lancé hacia él con la determinación de un volcán en erupción. La espada ardía como nunca antes, la intensidad del fuego alcanzando niveles que jamás había imaginado. Akaza, por un segundo, pareció desconcertado, pero rápidamente levantó sus manos, dispuesto a detenerme.

𝑳𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆 𝒍𝒂 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅 [𝑳𝑰𝑩𝑹𝑶 #1 - 𝑮𝑰𝒀𝑼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora